Capitulo 10: Cazando a la bestia

9 5 0
                                    

Años atrás...

¿Cuál es tu más grande sueño?— preguntó mientras comía su galleta, las que robamos en un puesto del pueblo.

Nos habíamos escapado de nuevo y sabiamos que iban a castigarnos, pero no nos importaba aquello.

Me quedé viendo a un niño corriendo a los brazos de su madre mientras agitaba un papel: —¡Gané mami, gané!.

— Vengar la muerte de mis padres— respondí.

Baje la vista hacia mis galletas y llevé una a mi boca con toda tranquilidad, ignorando que era una niña de doce años que ya deseaba matar.

Pero Peter si se dio cuenta de ello, el con catorce años me conocía mejor que nadie.

...

— ¡Ya Peter! ¡para ya!— decía entre risas mientras él seguía haciéndome cosquillas.

De repente el se detuvo y comenzó a acariciarme el estómago. — Solo si... jugamos a algo.

— ¿No que ya eras un hombre para eso?.

— Es un juego diferente.

— ¿Cuál?.

El lentamente se acercó y rozó sus labios con los míos, pero yo lo aparté. Eso no estaba bien, éramos... éramos amigos.

Luego de eso no me habló por semanas.

...

— T-te extraño— dije con voz entrecortada y llorando en su pecho.

— Shh, ya estoy aquí mi vida.

— ¿Ya no estás molesto?.

— ¿Contigo?— soltó un suspiro— Nunca.

Levanté mi cabeza y lo miré, éramos amigos y el quería que le diera un beso como lo hace Ricardo con Monique, pero ellos eran... pareja. ¿Era normal entre amigos?

Noté como acariciaba mi mejilla y sentí algo raro en el estómago, al ver que yo no puse distancia solo se acercó y... me besó.

Fue casi un roce, inocente y dulce. Parecía magia por todo lo que me hizo sentir.

Mi primer beso con mi mejor amigo, y me gustó.

Y aquello siguió pasando.

•○•

Actualidad...

La conciencia cayó en mi como un valde de agua fría, sentí rabia de mi misma por dejar que siguiera jugando conmigo.

Lo empujé y en un acto de impotencia estrelle mi mano en su mejilla, pero el no se inmutó, solo sonrío con socarroneria mientras tocaba la zona.

Levanté mi mano para señalarlo. — Deja de ser tan cínico y déjame en paz de una buena vez. Me das asco— dije resaltando la palabra.

— Ahora te doy asco.

La puerta interrumpió las groserías que saldrían de mi boca. Esta se abrió de repente dejando ver a Tony, quien hacía parte de mi grupo.

— Leya, lo siento.— dijo al ver la situación— Te están esperando para continuar, salimos en cinco.

— Vamos, aquí solo pierdo el tiempo— caminé rápido hacia la puerta pero sentí que me halaron bruscamente y unos labios reclamaron los míos posesivos.

Antes de despedirnos | EN PROCESO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora