Capitulo 15: La otra yo

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Memorias y recuerdos es lo que ella quisiera olvidar, o que quizás le diera alzheimer y vivir feliz en la ignorancia. Patético, pensó.

— Kali, nos necesitan. Darán una información.

La mencionada hizo cara de disgusto y se levantó a paso lento de su desgastado catre.

Odiaba todo, odiaba su vida, su cabello, sus ojos, su cuerpo, su infancia, su actualidad. Era un ser amargado que a diario vivía quejándose del insignificante polvo.

Avistó a todos los que habitaban en ese oscuro lugar, y su sola presencia le causó repulsión, la humanidad le daba repulsión. Ella nunca vio la otra cara de la moneda.

— Todo ha sido un terrible fiasgo chicos... — y ahí estaba el ser más odiado de este lugar, el líder se hacía llamar. Solo es un monigote ahí parado, ella lo sabía muy bien.

—... Aunque estemos capacitados, no podremos enfrentarnos por un tiempo a los del Clan. — expresó con cara abatida— Están investigando nuestra ubicación, un paso en falso y nos podrían matar en nuestra propia casa.

¿Casa?. Jamás la consideró una, se supone que un hogar es donde te sentirás seguro y protegido siempre, algo que claramente en aquel lugar no será, se dijo.

Siempre recordará con nostalgia su verdadero hogar.

A diferencia de muchos, Kali tuvo una niñez completamente feliz, una madre que destilaba amor por sus poros, así como sobreproteccion, y es ahí donde la preadolescencia chocó en sus caras sin darse cuenta.

Kali quería experimentar, quería conocer más allá de la puerta de su casa, tal vez aprender cosillas interesantes, se imaginaba. Una auténtica chica rebelde a la que su madre no pudo domar, ¿y un padre? Kali no conoce esa palabra, y si en algún momento llegó a pronunciarla, fue por mera curiosidad.

Se involucró con pandillas, con amigos que aparentaban lealtad y la prostituyeron. Lloró a mares por su madre, por no hacer caso a las señales ni a la experiencia de esta; mientras su progenitora se lamentaba haberla metido en una caja de cristal en vez de mostrarle el mundo por ella misma.

No sabe exactamente como terminó en ese lugar, pero sabe que fue lo mejor que le pudo haber pasado dentro de lo que cabe.

— Y ahora ya saben que uno de nosotros ha desaparecido, están cazando a Leya.

Sintió un ardor en su garganta ante su mención, en verdad apreciaba a la niña que un día curó sus heridas al llegar ahí. Llegó rota y ella trató de reconstruir sus partes de nuevo, muchas manos la habían tocado de manera tosca, y el recordar la delicadeza de ella le abre un hueco en el pecho.

Leya era una niña en cuerpo de mujer, y se había obligado a madurar por el bien de ella misma y hasta de todos nosotros, recordó. Tenía en claro que no era la abeja reina como la llamaban, pero si era el ancla de muchos aquí, incluyendola.

— Ojalá nunca regrese esa traidora— dijo el pelicastaño al qué muchos nombraban Sión.

— Una traidora que te escuchó muchas veces cuando lo necesitaste. — mencionó con rabia Kali— Igual que a muchos inservibles de aquí.

Ante eso, nadie habló. Se posicionó un silencio rotundo en la sala y varios agacharon la mirada. La vergüenza empañaba sus rostros, ya que ellos mismos habían pensado como ejecutarla el día que llegase a aparecer. No la mataría nadie del Clan, mucho menos del Nuevo Régimen. La matarían sus propios hermanos.

Ante el silencio, Rogers habló: — No podemos enfrascarnos en más disputas entre nosotros. Leya se fue y quién sabe si vuelva o ya esté muerta. — algo dentro de él se revolvió al mencionarlo— Pero pueden usarla para llegar a nosotros si la encuentran.

Antes de despedirnos | EN PROCESO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora