Capitulo 20: La princesa de cabellos rojos.

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En el Cuartel...

Cabellos rojos cual fuego y piel extremadamente pálida llena de heridas viejas y recién hechas; un cuerpo a simple vista frágil que había soportado mucho. Así la describió Peter al analizarla en aquella camilla de la sala de curaciones.

Todos se encontraban ahí a la espera de un diagnóstico para poder dormir tranquilos.

— A ver si entendí bien, — hablaba el Viejo Rogers— la chica llegó como si nada a mitad de la noche por los alrededores de el Cuartel y ustedes la socorrieron. ¿Es así?.

Todos afirmaron con sus cabezas mientras esperaban el regaño por su acto de buena fé.

Un silencio se pronunció luego de esto. Ya no importaba nada, en realidad solo querían que aquella chica estuviera bien para poder largarse y mentalizarse para su castigo en horas de la mañana.

El Viejo suspiró. — Parece que ya han entendido lo que significa ser un Rebelde.

Todos lo miraron con la boca abierta.

¿Escucharon mal o los estaba felicitando?.

— ¿Qué?— preguntó Kali lo que se pasaba por la cabeza de todos.

— Lo que escucharon... Pero ahora esta joven hará parte de nuestro grupo y estará bajo su cargo.

— Okey... ¿Dónde está la cámara oculta?— preguntó Hope con desconfianza.

— Están por todas partes y de hecho, graban todas las mañanas tu culo pálido— respondió el Viejo con ganas de irse, pues su trabajo ya estaba hecho.

Las risas se escucharon en aquella sala, mientras el joven pelinegro se sonrojaba en sobremanera por el comentario.

— La chica está estable,— Ricardo les cortó el rollo— pero necesitará reposo absoluto por unos días en lo que su pierna se recupera.

— ¿De cuánto tiempo estamos hablando?— preguntó el Viejo.

— La herida no fue tan grave en realidad, aunque si un poco profunda. Lo bueno es que no comprometió absolutamente nada. Así que su recuperación va a depender de su cuidado y obviamente de que tan bien cicatrice ella. Le pondría uno o dos meses.

— Muy bien... Muchachos— se dirigió al grupo— les dejo esa tarea por ahora. Si me disculpan, voy a mi despacho.

Los chicos de miraron entre ellos y a la puerta por dónde había salido Rogers. Sinceramente no podían creer la nueva actitud del Viejo.

— Impresionante...— dijo Ray después de tanto silencio.

— Chicos, necesito que consigan estás medicinas en el pueblo más cercano. — Ricardo le pasó una hoja a Savannah, la cuál estaba a su lado.

— ¿Son necesarias?— inquirió ella, leyendo los tres nombres que la hoja plasmaba.

— Para una recuperación rápida, sí.— Peter se acercó a ella al igual que Antonio para leer la hoja— Son antiinflamatorios y un ungüento para la cicatrización.

— Mañana los tiene Doc, no se preocupe— dijo Antonio, mientras pensaba en ir a dónde su viejo amigo en el pueblo que tenía una farmacia. De seguro él se las podría dar.

— Ella se quedará en observación, yo vendré todos los días a hacerle sus curaciones. Si no es más, voy a atender a Anita, me acaba de llamar Monique que se encuentra con dolor de barriga.

— De seguro es por hartarse de dulces cuando nadie la ve, yo la he visto— dice Ray y Rebecca le da un golpe en la cabeza.

— ¡Auch!

— Siempre has sido un chismoso.

— Concuerdo— habla Savannah.

***

Leya

Cinco días. Cinco putos días encerrada en este lugar completamente sola.

A diferencia del calabozo donde podía charlar con la vieja loca, aquí me ahogo yo sola. Y voy a ser sincera en algo, detesto los lugares cerrados.

Llantos y más llantos se escuchaban en aquel container lleno de ñinos de todas las edades. Dolor y sufrimiento era lo que se observaba en ese lugar.

— Quiero a mi mamá...— susurraba una niña un poco más pequeña que yo.

— ¡POR FAVOR! ¡SÁQUENNOS DE AQUÍ! — imploraba otro grupo cerca del portón.

Mientras yo mecía a un Hope de tres años en mi regazo que se encontraba pálido y tembloroso. Él se aferraba a mi suéter sucio en busca de calor y abrigo.

— ¡Ya dejen de gritar que nadie vendrá por nosotros!— gritó una de las mayores cansada de todo — ¡Estamos en medio del mar y lejos de casa y con sus gritos solo conseguirán que vuelvan a entrar y nos golpeen a todos!.

Los llantos cesaron para dar paso a hipidos descontrolados, la mayoría agachó la cabeza y eso me pareció muy extraño. Esa niña los calló a todos con solo una petición.

Luego de eso simplemente se volvió a sentar en la esquina del lugar y cerró sus ojos. La analicé por unos segundos; piel pálida, cabellos rojos, me recordó a la princesa Ariel de los cuentos que relataba mi mamá antes de dormir.

Una princesa.

Por eso le hacían caso, debía ser una...

El portón se abrió de golpe y sabíamos lo que venía. Así que como todas las veces, apilaba varias sábanas y escondía a Hope debajo de estas con sumo cuidado para que no se dieran cuenta. Mientras los latigazos, iban y venían sin parar.

Cerré los ojos ante el recuerdo y el rostro de mi hermano se venía de repente, como una ilusión en dónde éramos libres y corríamos en el lugar de nuestra infancia, ese lugar que quedó destrozado y con nubes negras al subir a aquel barco sin rumbo fijo.

Entonces no solo recordé a mi hermano. Kali, Savannah, Ray, Antonio, Rebecca, Peter. ¿No se habrán metido en problemas? ¿Comerán? ¿A Sav aún se le dificultará dormir?¿Kali seguirá preocupándose por todos sin demostrarlo? ¿Ray hará aún sus chistes malos para sacarte una sonrisa? ¿Qué canción escribirá Rebecca ahora? Aún me da nostalgia recordar a Antonio y su disposición para escuchar siempre, y Peter... Lo extraño demasiado.

Lágrimas caen y compruebo que me he vuelto débil, que la niña que tenía miedo por todo ha vuelto para no irse. Cada vez más me hundo en la desesperanza y eso no es bueno. No está bien.

Mis manos permanecen con cadenas en mis muñecas y en mis tobillos unas similares, todo para no escaparme. Ya me han considerado una amenaza pero ganas de salir de aquí no me quedan.

¿Qué diré al encontrarlos de nuevo? ¿Que no cumplí mis objetivos? ¿Que al parecer todo esto es más oscuro de lo pensado y quizás, nunca tenga fin?. Me niego.

Es mejor morir aquí y que el tiempo alimente el pensamiento de que los he traicionado o que deduzcan que algo me ha pasado y se hagan a la idea de que jamás volveré.

La puerta de metal es abierta en medio de mi ansiedad, pero es de noche y por la pequeña ventana de la esquina solo entra oscuridad, la persona viene completamente tapada.

Su voz grave y extraña llega a mis oídos de repente: — Llegó el momento.

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⏰ Última actualización: Feb 19 ⏰

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