ESCENA XVI

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   Esperamos a que el sol saliera para poder regresar a aquella mansión donde crecí

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   Esperamos a que el sol saliera para poder regresar a aquella mansión donde crecí. Quedaba a unos pocos kilómetros de Sylka.

   Magnolia había sobrevivido al disparo, gracias a Seokjin. La bala no había llegado a perforar ningún órgano vital. Aun así necesitaba reposo y mucho cuidado.
   Hoseok se mantenía alerta a cualquier ataque que podría ocurrir, no lográbamos saber si estábamos a salvo o aún seguían por aquí.
   Dónde sea que estén, podrían venir hacia nosotros antes de que pudiéramos llegar a ellos.

   Taehyung manejó en silencio. Concentrado en la ruta cubierta por una capa de niebla. El sol apenas alumbraba con fuerza a Sylka y sus alrededores.

   El sueño quería vencerme y es que no he podido dormir pensando en Eloise y Raizel. ¿Dónde estarían? Con vida, lastimadas. Con miedo y hambre. El solo hecho de imaginar que Eloise podría estar sufriendo me hervía la sangre y me quitaba el sueño.

   — ¿Las encontraremos, verdad? —inquirí nervioso.
   —Si.
   —Pero y si...
   —Las encontraremos, Jimin. Tranquilízate. Él nos podrá ayudar. Tiene hombres que nos ayudarán a buscarlas.
   —No confío en él.
   —Yo tampoco, pero es el único en el que puedo acudir ahora mismo. Él es la única imagen paterna que puedo encontrar.

   Vi la mansión gris a lo lejos. Sus rejas y un portón imponente en dorado. Las gárgolas cuidando desde las alturas de la inmensa casa.
   De repente mi infancia llegó a mi mente como en una película. Una película que prefería prender fuego.

   No venía aquí desde que decidí irme con Taehyung para iniciar la idea de un "teatro" y es que siempre nos fascino la idea de ser actores.
   Algún día tendríamos nuestro verdadero teatro y no sería para robarle a la gente.

   Ingresamos con el auto. Entonces lo vi bajar los escalones de la entrada.
Su cabello oscuro dejando ver con claridad algunas canas. Caminé hacia él, junto a Tae. Noté las arrugas en su piel, pero aun sabía conservarse. Sonrió ocultando sus ojos detrás de sus mejillas.
   —Bienvenidos —ya no recordaba su voz. Me provocaba el mismo escalofrió que cuando era pequeño y hacia travesuras—. Qué bueno volver a verlos. Jimin, no has cambiado.
   Me mantuve en silencio. No había nada que quisiera hablar con él.

   El pasado era un fantasma que quería ocultar, pero me seguía a todas partes. Estaba aferrado a mí, por siempre.
   Él me encontró luego de que me escapara del orfanato. La vida allí era un infierno y si pasaba una noche más no seguiría con vida.

   Hui, sin un rumbo. Solo corrí hacia dónde sea. Era una noche de tormenta, recordé que le temía a los rayos, pero aquella noche eran lo único que me iluminaban. Aprendí a apreciarlos, al igual que el estruendo de un trueno cercano.

   Él me encontró en medio de la carretera. Detuvo su coche y me llevó a su mansión.
Al principio pensé en que podría pasar la noche y luego escapar. No sabía quién era, podía ser un asesino. No estaba a salvo o eso creía.
   Cuando entré a la mansión me di cuenta de que no era el único niño. Otro unos dos años más grande que yo bajo las escaleras.

   Su sonrisa desapareció en cuanto me vio. Recuerdo que Taehyung tenía el cabello demasiado corto, no como suele usarlo ahora.
   No le agradé al principio, pero creo que luego se dio cuenta que no era mala idea jugar solo. Era mejor tener un compañero con quien compartir un juego de ajedrez.

   Decidí quedarme más tiempo del que tenía planeado. Pasaron doce años.
Los primeros cuatro años habían sido de los mejores. Éramos una familia, hacíamos cosas normales o al menos para mí.
   Luego las cosas se volvieron un poco oscuras. Taehyung solía regresar por la madrugada y en más de una ocasión lo encontré con las manos manchadas de sangre. Me hacía jurar no decir nada, pero sabía que no era el único en saber su secreto y que lo hacía por mandato de alguien más.

   Cuando cumplí doce participé de mi primer robo. Me rehusé a hacerlo, pero él me obligó.
Casi me atrapan, pero hui con éxito y con lo que me había encargado. Le rogué no volver a hacerlo y aquella noche fue la primera vez que su mano golpeó mi rostro. Me contuve las lágrimas porque él me enseño que los hombres no lloran.

   Taehyung curaba las heridas que él dejaba en mi cuerpo cada vez que me golpeaba porque no lograba hacer lo que pedía.
   Lo hice hasta que Taehyung cumplió veintidós y se hartó de la vida que llevábamos. Se largó y días después decidí irme con él, dejando todo eso atrás. O al menos fue lo que imaginé. Pero me equivoqué, eso era parte de mí. Era lo que había aprendido.

   Luego conocimos al resto que se unió a nosotros con un pasado similar. Fue entonces que me di cuenta de cuantos más había como yo, como Taehyung. No éramos tan raros después de todo. Todos teníamos un fantasma aferrado a nosotros.

  Nos sentamos en su mesa

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  Nos sentamos en su mesa. Los sirvientes llegaron con platos blancos con bordes dorados. Un gran pavo en el centro de la mesa y diferentes guarniciones. Un vino, del más caro, como a él le gustaba.
   — ¿Qué los trae por aquí, luego de tantos años?
   —Necesitamos tu ayuda.
   — ¿Qué sucede? —llevó un bocado de comida a su boca.
   —Secuestraron a dos de las nuestras. No sabemos dónde están.
   — ¿Cómo puedo ayudarlos? —fingió preocupación.
   —No lo sé. Ayúdanos a buscarlas, manda a tus hombres.
   —Si sabes que podrían estar en cualquier parte del país. Incluso haberse ido de aquí, ¿verdad?
   —Te dije que sería inútil —dejé caer el tenedor. Resonó en la mesa de mármol.
   —No miento cuando digo que no has cambiado, Jimin. Siempre tan terco.
   —Soy así gracias a ti.
   —Valoro que agradezcas cuanto te he ayudado —sonrió.
   — ¿En serio me ayudaste? ¿O me destruiste?
   —No estamos aquí para despechos o charlas emotivas sobre el pasado, Jimin —Taehyung me recordó.
   —Los ayudaré. Mandaré a mis hombres a hacer un rastrillaje. Las encontrarán.
   —Gracias...
   — ¿No has olvidado mi nombre, verdad?
   —No, no he olvidado su nombre, señor Kim.
   —No debes decirme señor Kim. Han crecido lo suficiente para ser informales —soltó una carcajada profunda.

    La velada demoníaca terminó. Fuimos acompañados hasta la salida, el sol comenzaba a descender y la neblina se volvería más cerrada impidiéndonos ver con claridad.
   Observe el amplio jardín mientras Taehyung continuaba su conversación con aquel hombre unos pasos detrás de mí. Bajé mi mirada observando las pequeñas flores que decoraban el césped hasta que algo brillo.

   Me incliné rápidamente para tomar lo que sea que había captado mi atención.
   — ¿Estas bien? —la voz profunda de ese hombre se escuchó detrás de mí.
   —Si. Mis cordones estaban desatados. ¿Nos vamos?
   —Si —Taehyung observó mis zapatos. Él también pero dibujo una sonrisa cuando se encontró con mi mirada.
   —Los llamaré en cuanto tenga noticias. Las encontraremos, lo prometo. Que tengan buen viaje y Jimin... —levanté el mentón. Mi mirada de despreció clavándose en sus ojos cafés—. Cuídate.

   Lo vi desviar su mirada hacia una de las torres de su mansión. Fruncí el ceño y busqué la mirada de Taehyung, él evito hacer contacto visual. El hombre frente a nosotros se mostró estar nervioso y asintió con su cabeza.
   —Nos vemos pronto. Gracias, Namjoon. 

Cuando baja el telón - Park JiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora