E.119 Una grata invitación

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La gran hacienda en Texas tenía más criados que cualquier otra casa Andrey: grandes caballerizas y carruajes, y un sin número de pasatiempos para los amos Leagan. El banco que Albert había levantado en San Antonio y que el sr. Leagan administraba, producía gran cantidad de recursos para la nueva ciudad que se levantaba. No obstante de las grandes comodidades, la vida en la lejana Texas parecía dura para los hijos Leagan, que no terminaban de adaptarse. "Mamá, ¿por qué tenemos que vivir en este desierto con gente de tan bajo nivel? ¿Por qué tuvimos que obedecer las instrucciones de Albert?", eran los reclamos diarios que Elisa y Neil reprochaban a su madre. Ésta, un tanto resignada por su nuevo estilo de vida, trataba de explicarles a sus hijos que ahora Albert era el presidente de la familia Andrey y que todos tenían que someterse a sus órdenes, aunque fueran "infantiles y caprichosas, como esa decisión de haber adoptado a esa cualquiera de Candy, y luego haber anulado la boda con Neil", decía. "¡Esa odiosa y presumida de Candy! ¡...algún día me las pagará!", maquinaba Elisa... Pronto llegaría el correo, trayendo gratas noticias de oportunidades para los Leagan de regresar un tiempo a Chicago.Mientras tanto, un día antes de su día de descanso en el que aprovecharía para revisar el libro que le había dado Albert, Candy recibió una hermosa invitación, con remitente de la familia Andrey, en Chicago. Era tanta su alegría, que trepó a un árbol a leerla. Era la invitación de la boda de Archie y Annie. Su mente comenzó a recordar cuánta alegría le habían dado sus amigos al hacerle tan grata visita cuando se encontraba trabajando en la mina, en las vías de ferrocarril. Y ahora, Archie y Annie se casarían.Cuando hubo terminado sus labores del día, Candy escribió a Albert para averiguar si éste vendría a América para la boda. Ya habían pasado dos meses desde que se habían despedido en la estación. Y aunque constantemente se escribían, Candy sentía la necesidad de ver y platicar con su querido amigo. Albert siempre le contaba entusiasmado de lo agradable que era trabajar en África y estar rodeado de tanta naturaleza; y por supuesto, de tener el privilegio de trabajar con tan linda gente: sus amistades pasadas. Albert tenía ahora muchas ocupaciones, pues, además del hospital en África, seguía al mando de todos los asuntos de la familia Andrey y de todas sus empresas en América y Europa. Era un hombre muy ocupado, pero se sentía feliz de poder hacerlo.

Candy se sentía alegre por su amigo y constantemente recordaba aquellos días que habían vivido juntos, en el departamento de Chicago. Vería a sus amigos muy pronto... Pero Candy recordó el libro que le había regalado Albert. El día siguiente sería el gran día en el que Candy leería el libro y vería los nuevos datos de los que le había contado Albert.

FINAL de Candy, para todas y todes los soñadores!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora