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Yoongi quería tratar de olvidar el asunto del concierto del grupo de chicos, y como Yoona lo olvidó también, iba a salir bien librado. Lo que sucedió fue que Dongyul le susurró en la oreja a la niña: "¿Acaso tu padre no te iba a llevar a ver a esos chicos cantantes?", mientras ella comía su cereal. Yoongi le dedicó una mirada asesina al viejo antes de comprar las entradas por Internet.
No le importó gastar una fuerte suma con tal de conseguir los mejores asientos para él y su niña, todo con tal de que ella estuviera cómoda y pudiera ver el espectáculo más de cerca. ¿Cuál sería el problema? Se suponía que eran cantantes para jovencitas, en el mentado concierto no habría nada que Yoona no debiera ver. Por lo menos Min así lo creyó.
Inesperadamente, el algún momento del concierto, los chicos empezaron a quitarse las camisas, las personas en el lugar se volvieron locas y Yoongi se sintió terriblemente ofendido, ¡¿Qué clase de padre era si había llevado a su niña a ver hombres semidesnudos?! Quiso cubrirle los ojos a Yoona con la mano, pero no fue necesario, a la niña ni siquiera le importó.
La niña salió del recinto cantando felizmente, saltando por las banquetas y tirando de la mano de su padre para que cantara con ella. Estaban caminando por una zona exclusiva en la ciudad, la nostalgia por todo lo perdido hacía suspirar a Yoongi ocasionalmente. —Quiero que veas ese piso —pidió Yoongi, apuntando con su dedo índice el famoso complejo de apartamentos de Hannam-dong, había ayudado a subir a Yoona a una pequeña barda que rodeaba una fuente y la tomaba de la mano para caminar por ahí—. Mira tres ventanas a la derecha, ¿ves esa ventana? Ahí vivíamos antes de vivir con el abuelo, aún viviríamos ahí si estuviéramos en la ciudad.
—¿Si mami estuviera viva? —preguntó Yoona, sus cejas diminutas alzándose levemente por la curiosidad, exactamente el mismo gesto que solía hacer su mamá. Yoongi asintió—. Papi, ¿extrañas a mami?
—Sí... —respondió—. Todos los días.
Yoona pensó en la respuesta de su papá unos momentos antes de afianzar el agarre en su mano y esbozar una leve sonrisa. —¿Cómo era?
—Te he dicho como un millón de veces como era —era cierto, Yoongi se había esforzado en hablarle a su niña acerca de todo sobre su madre, tanto en los aspectos físicos como en la personalidad, que era en lo que las dos mujeres de su vida más se parecían.
—Lo sé, pero... lo olvidé —mintió la pequeña, sonriendo para convencer a su papá.
—No, no lo olvidaste, sólo quieres oírme decírtelo —declaró Min—. Y está bien, puedes preguntar sobre ella tanto como quieras... A ver, tu mamá era demasiado hermosa, como lo eres tú, Ella era realmente inteligente, fuerte... como lo serás tú cuando crezcas.
—¡Yo ya soy inteligente! —exclamó la niña.
—Lo sé, princesa, no estaba tratando de impugnar tu inteligencia.
—¿Qué es impugnar? —a Yoona a veces la confundían las palabras que su papi usaba, pero trataba de preguntar el significado de todas ellas, sus amigos en la escuela ponían expresiones muy graciosas cuando Yoona usaba las palabras que su padre le había enseñado.
—A ver... digamos que es algo así como criticar —declaró Yoongi, tratando de encontrar una manera más simple de explicárselo a su hija.
—Y... El abuelo siempre te está impugnando, ¿verdad?
La inteligencia y la espontaneidad de Yoona siempre descolocaban a Yoong, jamás lograría acostumbrarse a las ocurrencias de su niña a pesar de que la veía diariamente... exactamente lo mismo le sucedía con su esposa. Yoona, la madre de la niña, solía ser como un rayo de sol después de una fuerte tormenta, siempre todo sonrisas y palabras bonitas, cabellos despeinados en el viento y risas escandalosas, emocionándose por las cosas más pequeñas y contrastando terriblemente con el mal genio que Yoongi podía llegar a tener. Yoongi no se lo decía a nadie, pero eso era lo que más extrañaba, su esposa lograba sacar lo mejor de él, aquella parte que los demás que lo conocían a simple vista denominaban como "enojón" o "amargado", sin darse a la tarea de conocerlo realmente.
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Daegu girl [SOPE]
FanfictionYoongi comienza a darse cuenta de que a veces tenemos que olvidarnos de quien creíamos que éramos, aceptar quiénes somos y reconocer qué es lo que nos hace felices.