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Christopher Vélez tocaba sus labios con sus dedos, de forma suave; aún mantenía, ese pequeño cosquilleo, que había dejado Zabdiel cuando lo besó esa tarde en la casa de los De Jesús.

Cuando su amigo le propuso que fingiera ser su novio, supo que sería un desastre. Todas las posibilidades, eran las indicadas para que se cumpliera el dicho: una receta para el desastre. Los ingredientes estaban ahí, solo faltaba que fueran utilizados.

Sin embargo, dentro de ese desastre; nunca pensó que, le gustaría un beso de su mejor amigo; definitivamente, había algo mal ahí con él. Muchas veces, sus compañeros de escuela, le dijeron que era un acomplejado respecto a Zabdiel: nunca podía decirle que no; siempre estaba pegado al menor, como perrito faldero, como un chicle; como uña y mugre. Él era la mugre.

—No estuvo tan mal, después de todo; pero estoy seguro que ella sigue sin creernos.

En todo caso; para Christopher, su amigo era un ejemplo a seguir. El tipo de chico o persona en general, que le gustaría ser. Genial y brillante.

El rizado, sin tapujo ni pena, siempre estaba haciendo lo que quería: metiéndose en problemas a propósito. También era, jodidamente guapo e inteligente. Zabdiel es simplemente genial, precioso y brillante.

—Soy el ejemplo perfecto de idiota— Se dijo a si mismo; si Mimi, su hermana menor, lo hubiera escuchado estaría de acuerdo con él.

A Christopher le gustaba estar rodeado de personas geniales. Como por ejemplo: Alonso Villalpando, su compañero de salón; el chico todos los días componía música en el taller de canto, y las grababa para venderlas a precios mediocres; pero sabía que, poco a poco se haría famoso. Además también era bueno bailando y de vez en cuando lo llevaba a eventos. Igual de genial, estaba Niall Horan, quien a su corta edad, ya se encontraba dirigiendo varios asuntos, de la empresa de electrónicos de su familia.

—Christopher Vélez, ¿por qué eres tan tonto?
Se tiró en la cama y rodó por ella varias veces. Se detuvo, sólo para abrazar una almohada, como si se tratara de un oso. Tal vez se había equivocado al aceptar la propuesta de Zabdiel, no quería involucrarse con él, en el sentido de noviazgo. Sabía que todo iba a salir mal, en primer lugar, los amigos no se besaban en la boca, por muy cercanos que sean.

—Espero que podamos ser amigos siempre.

Una vez cruzada esa línea, no había forma de que terminara bien. Lo sabía y aún mantenía la esperanza. No quería dejar de ser amigo de Zabdiel.

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¿A los cuántos besos dejamos de ser amigos? [Chrisdiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora