Siempre (1)

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Merlina no pensó en algún momento que matar a alguien le provocaría alguna conmoción, o en dado caso, que tomar una espada y atravesar con ella a una persona sería motivo para que se hiciera mil y un preguntas en milésimas de segundos, teñidas de arrepentimiento, de rabia, de decepción, de sentimientos que no sabía cómo sentir, ni tampoco procesar.

Lo único que estaba claro allí era una sola cosa y es que aquella herida era profunda, sin vacilar, porque no tenía duda de ellos, había sido traicionada, tomada desde su punto más vulnerable que creía no existía, convirtiéndose en el objeto de burla de esa mujer.

Tras lo ocurrido en Nunca Más, y luego de terminar ese año escolar, su trato con ella había cambiado demasiado, a tal punto que no era sencillo reconocerse así misma.

Podía tolerar el contacto físico.

Podía sonreír y no solo de forma irónica o por algo cínico, podía hacerlo de felicidad genuina, incluso contagiada, aunque lo tapaba bastante bien.

Incluso, en noches frías, era capaz de aceptar una chaqueta que parecía haber sido teñida en un arcoíris, todo por el simple hecho que decir que "no" ya no le era tan sencillo.

Así que, viéndolo ahora de frente, escuchando su tos y viendo la sangre salir de su boca y también de su cintura tras haber sido atravesada por aquella espada, se sentía...¿Cómo podía describirlo?

Durante esas vacaciones las cosas fueron muy diferentes a lo que estaba acostumbrada, muro tras muro fueron derribados, los límites parecían hojas fáciles de romper, su semblante sin emociones parecía contagiado de alguna forma de la actitud tan alegre y desbordante de ella.

Se maldijo...

¿Era eso lo que significaba caer en la locura?

―Merlina...¿Por qué?

Introdujo más el filo de la espada, la escuchó gritar, el dolor teñía su voz, así como su ropa.

Vio lágrimas salir de sus ojos, era lo normal, aunque le hubiese hecho aquello, sabía que se seguía sorprendiendo del hecho que no había dudado en atacarla, no le dejó terminar, en el instante que lo supo, que todos los demás habían estado en peligro por haber bajado la guardia...ella solo actúo y buscó matarla desde el primer ataque.

Fue esa condenada palabra, esa que decía sonriente, y no una, sino mil veces, cada vez que Merlina le hacía alguna pregunta...

―¿En serio vas a seguir insistiendo conmigo?― Preguntó un poco ya cansada de que esa chica no se rindiera en compartir momentos con ellas.

―Siempre

No importaba si trataba de apartarla...ella buscaba la manera de entrometerse y lo conseguía, siempre lo lograba con un éxito que le asustaba.

―En serio, es solo fiebre ¿Acaso vas a cuidarme por cada pequeña estupidez?

―¡Siempre! Y deja de quejarte y come, que no has tocado tu comida.

Aunque fuese un lugar peligroso, y ella dijera que estaba bien, no había forma de apartarla.

―Lárgate, esto solo me incumbe a mí― Dijo con ira en su voz, no por ella, sino por el hecho de que habían heridos porque todo lo que estaba ocurriendo era por su culpa, lo que implicaba que esa chica también saliera herida.

―No, si estás en peligro, te acompañaré.

―¿Acaso piensas arriesgar tu vida por mí?

―Ya lo hice una vez, así que sí...me lo preguntes hoy, mañana o en un mes, siempre lo haré.

Y en los momentos que las palabras sobraban, o más bien no podían salir, solo bastaba que al hablar dijera aquella escurridizo combo de letras que se hacían paso ante cualquier nudo en la garganta...

― Esto, es una gran estupidez...―Indicó tratando de retroceder, porque sabía que era algo que no podía manejar, de lo que no tenía control, no le llamaba estupidez por considerar ridículo dicho vínculo, lo llamaba así porque tras ser tan firme, no pudo serlo con esa chica.

― Y aun así, siempre me dejas acercarme, más y más.

Sacó la espada con fuerza, ella se llevó la mano a la herida tratando de parar el sangrado, Merlina tomó la espada con firmeza y se abalanzó contra ella, atravesándola de nuevo sin medir su fuerza, con la ira tomando esta vez el control de sus movimientos, viéndola a los ojos, notando el terror, un miedo primitivo arropando todo su cuerpo.

― Siempre lo supe― Dijo con el tono de voz firme, con la espada temblando.

― El qué...―Indicó atragantándose con la sangre que brotada por su boca tras ser herida nuevamente. Merlina no retrocedía ni un poco.

― Que ser vulnerable es un asco, Enid Sinclair.

Bianca entró en ese momento al lugar, Merlina se encontraba herida, con la mirada clavada en el suelo, y debajo de ella, su compañera de cuarto con una expresión aterrada y teñida de sangre.

―¿Qué es lo que hiciste?― Gritó al verla.

Merlina quizás se había vuelto loca, Bianca no lo sabría del todo, lo que era cierto es que aquella locura había ido escalando cada vez más y pensó que probablemente muchos terminarían heridos, estaban en riesgo, pero nunca se imaginó que todo terminaría con Merlina asesinando a Enid.

Hace unas semanas, incluso la vio sonreír junto a ella.

Hasta hace unos días, sin saber nada de cómo manejar todo aquello, aceptó que Enid tenía un poder sobre ella que iba más allá de cualquier explicación lógica, era una locura, simplemente estaba perdiendo la razón...y estaba a gusto con ello.

―Merlina...los licántropos somos intensos.

―Y tengo la prueba viviente frente a mí ¿Algo más?

―Sí― Dijo titubeante, sabiendo que podría estar arruinando esa única oportunidad― Cuando un lobo se enamora, cuando realmente se enamora, no es tranquilo, no es un amor calmado, yo soy todo lo que aborreces.

―No entiendo en lo absoluto por qué dices eso ahora.

―Sé que te armas de paciencia, que tratas de entenderme, y más aún, entender todo esto...solo me pregunto ¿Cuánto eres capaz de soportarme? Sé que no soy realmente lo que...

―Siempre estaré allí.

Bianca trató de correr hasta ellas, pero no pudo detenerla.

Merlina alzó la espada y la blandió nuevamente hacia Enid.

¿Realmente ella podía apagar sus emociones hasta ese punto y asesinar de esa manera a la única persona con la que sentía una conexión genuina?

¿O la verdad es que debajo de todo aquello nunca hubo realmente una persona sino una psicópata de pies a cabeza?  Merlina probablemente habría respondido que, si había allí un acto de pérdida de cordura total, estaba completamente justificado.

Los lobos aman con intensidad, pero los Addams lo hacían con locura, y en lo más profundo de una mente que se ha quedado sin cordura, solo restan aquellas acciones que nadie más podría comprender. 

La locura y el amor eran similares, iban juntas, como la maldición más fuerte y antigua de la historia, que se ha cobrado vidas, que ha hecho caer imperios, que ha hecho ganar guerras y también perder riquezas. Una maldición milenaria y la secuencia era, mientras más intenso, más fuerte, más desenfrenado, por lo que siempre, siempre, en historias donde esta maldición era el narrador, los giros inesperados eran tan propios, aunque impensables.

Aun así, Bianca esperaba que aun en su ira, o pérdida completa de sentido alguno, ella hubiera derramado una lágrima, pero no lo hizo.

Ni una vez.

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