Extra 1: Merengue Canino

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Cuando le conocí realmente pensé que se trataba de alguien pasajero

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Cuando le conocí realmente pensé que se trataba de alguien pasajero.

Incluso cuando al día siguiente vino ofreciéndome unos cuantos brownies, no pensé que acabaría encariñándome de él.

Y mira si me he encariñado, que ahora lo tengo detrás de mí, dándome besitos en la nuca.

—Mmh, Min, ya está bien, te dije que tengo que ir a recoger algo...— Le escuché bufar.

—Oh, vamos, ¡estamos en vacaciones!— Me agarró más fuerte de la cintura, casi me quedo sin aire.

—Pero yo tengo que ir por ello...— Me giré y me acerqué para besarle. — Es la razón por la que estamos aquí...—Apoyé mis manos en el respaldo del sofá donde estábamos sentados y antes de unir nuestros labios, di un último vistazo a su mirada. Sus ojos brillaban con mi reflejo en ellos, ¿quién diría que yo sería el centro de atención una persona tan bonita? Sonreí instintivamente ante tal pensamiento. Era muy feliz por tener a Minho conmigo. Él, mientras, me miraba expectante, pues quería con ganas que le besase de una buena vez, así que lo hice.

No sé cuánto tiempo estuvimos perdidos uno en el otro. No sé ni siquiera si es que el mundo se paralizó, o si iba a llegar tarde a la cita que había reservado aquel día, pero poco importaba cuando era Minho quien me proporcionaba leves caricias en la cintura mientras seguíamos besándonos como tontos. Lo sentía en el pecho y en todo el cuerpo; ese amor incondicional que siempre me había estado dando, el mismo que me volvía loco. Y de nuevo aquella sensación de la que nunca me cansaría y de la que tampoco me podría deshacer, porque nunca podría desenamorarme de Minho.

Cuando me separé, él se quejó por la distancia. Creo que ni siquiera nos dimos cuenta de que nuestros pulmones suplicaban aire hasta que terminamos nuestra duradera sesión de besos.

—No tardo mucho.— Dije para luego volver acercarme a él y posar un tímido beso en su mejilla. Desde cerca, podía sentir su olor, esa fragancia que siempre le había caracterizado. No me había dado cuenta de que seguía acariciándole el pelo de la nuca hasta que volvió a resoplar cuando dejé de hacerlo.

—¿No puedo ir contigo?— Tocó mi mano y la agarró para evitar que me fuera tan rápido. Amaba ese lado de él, ese mismo lado que odiaba que yo estuviese tan lejos. No le culpo, yo también despreciaba el no tenerlo cerca de mí. ¿Qué le vamos a hacer? Éramos la definición de tortolitos.

—No... sólo espera aquí, ¿bien?— Sin levantarme aún de su regazo volví a pasear mis dedos por el contorno de su cara, su mejilla y labios. Dejé un último beso sobre su nariz y entonces fui a aquello por lo que habíamos venido.

Cuando empezamos a salir, se volvió incómodo para ambos los viajes en tren para poder visitarnos al menos una vez al mes. Es por eso que al terminar mis estudios, decidí dejar mi apartamento en manos de mi madre y no tardé mucho en encontrar trabajo en Busan, donde Minho y —ahora yo— vivía.

Entre dulces y Merengue || MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora