DISRUPCIÓN ©

Capítulo 4

Ahí estábamos, en el puente, rodeados de agua y cercados por los coyotes. Era nuestro fin, me quedaba una bala de pistola y estaba claro que no los mataríamos a todos a cuchillo. No sé si los animales no me atacarían pero estoy seguro de que acabarían con Ruth. Lanzarse al río era un suicidio, al caer los peces harían que sobrevivir fuera imposible.

"Dios aprieta..." bastante de hecho, acabó con la humanidad jeje "... Pero no ahorca".

De momento sentimos un ruido como de coches.

-¡¿Los escuchas?! -le dije a Ruth.

-Sí, pero no sé por que gritas, estoy a tu lado -dijo muy seria.

Estaba asustado, lo admito.

Eran nada más y nada menos que una patrulla del puesto de refugiados que estábamos buscando.

-¡Abran fuego! -se escuchó un grito de quien parecía ser su líder.

Y en aquel momento las ametralladoras pesadas de sus dos vehículos empezaron a arremeter contra los coyotes, acabando con la mayoría y haciendo que los supervivientes huyeran como cobardes.

-Muchas gracias -dijimos-. ¿Ustedes vienen del parque de refugiados?

-El parque ya no existe -respondió- los animales de la zona se reunieron y nos atacaron por oleadas hasta que nuestras defensas sucumbieron. Nosotros estábamos de patrulla. Por eso sobrevivimos.

-Es horrible todo lo que ha pasado -dije mientras meditaba la inminente y definitiva destrucción de la humanidad.

-Pueden viajar con nosotros. No es seguro andar solos.

-Tiene razón.¿Hacia dónde se dirigen ustedes? -dije con interés.

-Vamos hacia Long Island. Hay otros refugiados allá. Si nos unimos será más fácil sobrevivir. Además, tienen cultivos y debemos darle la información a los oficiales del gobierno sobre el paradero de un científico.

-¿Un científico? -pregunté.

-Sí, Gillermo García, un científico en el campo de la Zoología y genética, así como poseedor de varios doctorados en Anatomía.

-¿Cómo?¿Está vivo? -fueron mis palabras al escuchar que mi padre aún vivía.

-¿Lo conoces muchacho? -preguntó el oficial.

-Es mi padre -dije-. ¿Saben dónde está?

-Está vivo, se encuentra en una localización secreta, sabemos que sigue en Manhattan pero se desconoce su ubicación exacta, intentamos contactarlo pero no responde.

-¿Y ahora?¡Tenemos que encontrarlo!

-Tenemos que ir al refugio de Long Island y contactar con la casa blanca mediante el teléfono satelital, una vez que hagamos eso nos darán su ubicación y lo vendremos a buscar.

-¿Y por qué quieren rescatarlo ustedes?

Por caridad no era, y no me arriesgaría a que fuera por algo malo.

-Es uno de los pocos científicos que queda vivo y podría ayudarnos a esclarecer este asunto de los animales inteligentes, además es médico y no hay muchos de esos últimamente.

-Supongo, que iremos con ustedes. ¿No es así Ruth?

-Cierto, busquemos a tu padre -dijo ricitos de oro.

Nos subimos en el coche de los militares y sucedió algo que no creo poder olvidar.

-Tienes suerte chaval, tu novia es muy bonita -dijo uno de ellos mientras me guiñó el ojo.

Hubo un silencio un poco incómodo durante horas. Bueno... fueron unos minutos jeje, pero fue muy incómodo.

-¡No es mi novio! -dijo Ruth, con la cara más roja que el trasero de aquel gorila al que nos enfrentamos-. ¡Este cerebro de mono no es nada mío!

Creo que se los dejó muy claro, aunque no entiendo por qué se alteró tanto, meh tampoco importa, solo me hizo gracia su cara jaja.

El camino a Long Island fue largo, tardamos casi un mes y eso con los vehículos.

Hubo un momento en el que nos enfrentamos a un grupo de águilas que llenaron de excremento los parabrisas para obligarnos a salir, no fue muy inteligente ya que los carros tienen limpiaparabrisas.

Después fueron ciervos, corrían como suicidas frente a los coches para descomponerlos a cambio de sus propias vidas y trataron de enterrar sus astas en las ventanillas, no asesinaron a nadie y logramos esquivarlos pero sus estrategias estaban mejorando gradualmente, algo que sinceramente me empezó a preocupar.

Paramos varias veces. A saquear casas, a buscar recursos y a limpiar las calles. En una de esas nos emboscaron los mapaches. Menos mal que teníamos armas.

-¿Ven ese sitio? -dijo el líder del grupo.

-Sí -dijo Ruth.

-Es un centro comercial y por las pintas que tiene parece tener cosas. Deberíamos llegar y quedarnos con todo lo que podamos cargar.

-Está muy lleno de coches reventados, no podremos llegar hacia la zona de entrada con nuestros vehículos -dije yo todo intelectual.

-Pues traeremos todo hacia aquí.

Empezamos a bajarnos y a abrir los maleteros de los coches, ¡sí que cabían cosas en esos humvees! Se quedó la mitad de las tropas cuidando, unos cinco soldados, y el resto fuimos al centro comercial.

Era inmenso y estaba tan oscuro como el futuro de la raza humana, de más decir que era muy peligroso, pero aún así necesitábamos esas provisiones.

-Separémonos en dos grupos, yo voy con los críos -dijo el jefe.

-¡Sí coronel! -dijeron los dos soldados a coro.

Empezamos a investigar entre los estantes y nos distanciamos un poco cuando de pronto...

-¡Ahh un monstruo! -grité.

-¡¿Dónde?! -dijo Ruth en frente mío.

-Ah no que eras tu jeje... -dije en tono bromista.

-Ja Ja que gracio...

-¡Cuidado! -dije mientras la empujaba contra un estante evitando que un mapache le hiciera daño.

Paff paff, el coronel lo asesinó de dos disparos.

-¡Corran! -dijo- ¡Vienen más!

Paff paff paff empezó a disparar hacia las decenas de mapaches con cara de te voy a degollar que venían corriendo hacia nosotros.

-¿Soldados? -preguntó por la radio- ¿Estáis ahí?

No recibió respuesta.

-¡Vámonos! -dijo mientras nos acercábamos a la puerta.

-¿Y los otros? -preguntó Ruth.

-Están muertos, vámonos.

Y así fue como perdimos a dos hombres... Pero al menos teníamos provisiones.

El resto del viaje todo fue bastante normal, unas ratas diabólicas y unos perros del demonio, algún coyote asesino y otro mono.