Capítulo 6

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Dicen que no debes juzgar un libro por su portada, pero ese lugar no era un libro y su portada solo decía "peligro".

Era el día 133 y nos encontrábamos en Central Park, teníamos una pista sobre mi padre y si teníamos suerte, lo encontraríamos en su refugio.

Empezamos a adentrarnos en las maniguas que se habían creado en el parque, ya no habían caminos, aquel sitio se veía como si jamás hubiera estado un ser humano allí. Nos abríamos paso entre las plantas acercándonos cada vez más, pero mientras más adentro, más difícil sería salir.

Después de unas horas logramos encontrar el refugio.

-¡Aquí está! -se escuchó el grito de uno de los soldados que iban en la línea de exploración- ¡La encontré! Es la puerta de entrada.

Todos nos acercamos a él para corroborar que sí era la entrada al refugio.

-¡Tenemos que forzarla y entrar! -dijo el coronel.

-Pero señor, es una puerta blindada, necesitaremos explosivos y si usamos explosivos todos los animales cercanos vendrán hacia aquí. -dijo una teniente.

-Lo sé. No hay otra opción.

-¡Soldados preparen las cargas! -ordenó la teniente.

En tan solo unos minutos aquella puerta estaba repleta de c4. Nos alejamos y voló por los aires cual oja de árbol en otoño.

Los soldados entraron con sus armas apuntando a todos sitios, no vieron a nadie.

-El refugio es grande -dijo el coronel- deberíamos separarnos para cubrir más terreno. Ustedes dos -dijo señalando a unos soldados- quédense en la puerta y si sienten algo raro llamen de inmediato.

-¡Sí señor! -dijeron a coro.

-Teniente, llévese la mitad de los hombres y revise el ala derecha.

-¡Sí señor! -dijo la teniente.

El refugio/laboratorio donde estaba mi padre era un edificio subterráneo con forma de H, era inmenso y perderte en él no era precisamente difícil.

-¡¿Papá?! -grité desesperado mirando hacia todos lados.

-Creo que fue a por tabaco jaja -dijo Ruth.

-Que chistosa, el circo queda por allá.

-Ja ja -sacó la lengua como una cría.

El de los chistes aquí soy yo. ¿Quién se cree?

Empezamos a revisar las salas y en algunas habían animales, unos muy agresivos en jaulas que decidimos mejor no abrir y otros extremadamente dóciles que actuaban como si no nos quisieran aniquilar, también decidimos dejarlos ahí.

Solo quedaba un cuarto por revisar, ahí estaría mi padre.

-¡Debe estar aquí! -dije frente a la puerta cerrada.

-¡Forzadla! -dijo el coronel.

Colocaron un explosivo en el cerrojo electrónico de la puerta y esta se abrió inmediatamente.

Entramos en la sala y...

-¿Papá? -dije.

-¿Guillermo? -dijo el coronel.

Sin respuesta... No estaba.

Encontramos una mesa con unos documentos y sobre ellos había una carta, era de mi padre.

Día 100,
Desde mi refugio, para cualquiera que esté ahora en él.
Los animales mejoraron su inteligencia, han evolucionado a tal nivel que su razonamiento está igualado al nuestro, creen que somos la causa por la que el planeta muere y supongo que también creen que acabando con nosotros acabarán con el problema. Si estás leyendo esto te habrás dado cuenta de la última parte. Algunos animales del laboratorio empezaron a mostrar anomalías antes del día cero, lo que me lleva a pensar que estaban esperando al momento indicado para iniciar el ataque. Logré crear un dispositivo de ultrasonidos inyectable, como un silbato para perros a mayor escala, los vuelve dóciles, más bien les impide pensar con claridad, solo habían dos prototipos, uno lo inyecté en mi hijo y el otro lo tengo yo. Ahora mismo me dirijo al Laboratorio de Genética Universal de Broklyn y después al de Miami. Les deseo suerte humanos, la necesitarán.
Guillermo García.

-Entonces se fue... -dije.

-Hemos llegado tarde muchacho. Quién sabe a qué distancia se encontrará ahora. Tendríamos que llamar a DC y pedir autorización para salir del Estado y lo veo muy improbable. -dijo el coronel sin demostrar ninguna emoción.

-¡Pues si ustedes no van a buscarlo yo me iré! -dije casi llorando.

-Lo siento chico, eres inmune, no podemos dejarte ir -dijo la teniente.

-Esto es una estupidez. ¡Soy inmune! No me pasará nada.

-Lo siento, no te irás. -dijo el coronel.

-¿Yo si me puedo ir cierto? -preguntó Ruth en medio de la discusión.

-Tu sí, chica, puedes irte cuando quieras.

Y se fue, me traicionó y me dejo a merced de estos señores que claramente solo les interesan ellos mismos.

-¡Me voy también! -exclamé con furia mientras caminaba hacia la puerta de la habitación.

-Ni un paso más David. -dijo el coronel mientras me apuntaba con su pistola- no puedes irte. Eres la única esperanza de cura que tenemos.

-Sí encontramos a mi padre hará más artefactos. Podremos implantar uno en cada persona, como una vacuna.

-De eso nos encargaremos nosotros. ¡Espósenlo y llévenlo al vehículo!

Esto pintaba mal. Ruth me abandonó, mi padre aún desaparecido y yo prisionero de quienes antes eran mis aliados. ¿Cómo saldría de esta?

DISRUPCIÓN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora