Capítulo 5

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—Hemos llegado –escuché al coronel decirlo a las 6:00 a.m. del día 101.

Entramos y aquel lugar era como un castillo, muros enormes con guardias patrullando por la cima de ellos, y con ametralladoras en las torres capaces de cortar a alguien por la mitad, un sitio fortificado, nada más y nada menos que una cárcel. ¿Qué pasó con los reclusos? Alguna vez escucharon la frase "¿te comió la lengua el ratón?" pues creo que esta vez fue más como... te comió la garganta el ratón.

Una plaga de ratas de origen desconocido invadió la cárcel y asesinó a los reclusos que yacían inocentes en sus celdas, una pena, eran el sustento de la sociedad jaja. Sus cuerpos fueron trasladados y la cárcel se ocupó como La Zona Segura de Long Island.

—¿Cuánto estaremos aquí? –dijo Ruth– me da mala espina este sitio.

—Pues déjeme decirle señora que La Correccional Nassau Nation de Long Island, ahora Zona Segura es el sitio donde mejor puede estar un ser humano en todo el planeta, es un lugar inexpugnable –dijo un señor de unos 50 y tantos quien parecía ser el alcaide y ahora el líder de la institución.

—¿Señora? –dijo Ruth insultada– ¡Apártese viejo!

—Su esposa es un poco mal educada, joven.  –dijo el alcaide.

Otra vez se puso roja jeje, pero esta vez solo se fue caminando.

...

Era el día 102 y los militares que nos acompañaban llamaron a la casa blanca, para nada raro que ahí estuvieran todos viviendo felices como en un cuento de hadas mientras que la humanidad se extinguía a velocidad de relámpago.

—Guillermo García está vivo –dijo el coronel.

Escuchó lo que decían.

—En el subsuelo de Central Park... Ajá...

Volvió a escuchar.

—¡Sí señor!¡Cambio y corto!

Se vio como colgó la llamada preocupado.

—Bueno tropas, preparen todo, vamos para Central Park –dijo el coronel.

Estuve feliz, ya sabíamos la ubicación de mi padre y teníamos suministros, quedamos en ir al otro día.

...

Al día siguiente todo fue apresurado, solo recuerdo que nuestros cuartos, unas celdas de mala muerte, los dejamos vacíos y nos paramos frente a los vehículos para escuchar un discurso del coronel.

—¡Señores! Y señorita. ¡Hoy comenzará un viaje duro! Algunos quizás muramos, pasemos hambre o estemos en un aprieto, quizás nadie sobreviva pero esto... ¡Esto lo hacemos por la humanidad! Necesitamos a ese científico y a su investigación. Está en una zona muy peligrosa, hay mucha vegetación adueñándose de las ciudades y proviene de Central Park así que no duden que nos intentarán emboscar. Si alguien quiere quedarse que hable ahora. En marcha, y esperemos que no sea muy tarde –dijo el coronel.

—Yo no voy –dijo uno de sus soldados.

—Entiendo –respondió el coronel.

—Es demasiado arriesgado para ser el rescate de un solo hombre –dijo el soldado.

—Solo deseo que jamás te enfermes porque los médicos de la cárcel murieron y no tenemos forma de conseguir más. –dijo el coronel mientras se montaba en el humvee.

Ya sabía yo que no eran tan buenos, querían a mi padre para que los ayudara como médico. Pero al menos me ayudarán a rescatarlo, quizás él me explique por qué los animales no me atacan.

El camino de vuelta a Manhattan... otros 30 días de desgracia, búhos horribles como salidos de tu peor pesadilla intentando atacarnos cada vez que salíamos de los coches. ¿No que eran nocturnos?

Intenté animar el viaje de varias maneras.

—¿Oigan? –dije– ¿Y si hacemos chistes?

—¡Nooo! –dijo Ruth.

—Déjalo, así nos divertimos –dijo el coronel–. Venga chico, suelta uno.

—¿Qué le dice un rinoceronte a un hipopótamo?

Esperé unos segundos.

—Nada, los animales no hablan jajajaja.

Es un buen chiste, ¿o no?

—Bieeen, creo que han sido demasiados chistes por hoy –dijo el coronel.

Creo que no le gustó.

Hubo un momento en el que bajamos a descansar y a repostar combustible y pasaron cosas...

—Oye Ruth, ven, tengo que enseñarte algo. –dije.

—¿A dónde vamos? –preguntó.

—Solo ven. Tengo que decirte algo, es muy importante y me tienes que prometer que no cambiará nada entre nosotros en caso de...

—Estem... –me interrumpió– yo, eh, creo que sé lo que me vas a decir David y creo que tengo que pensarlo, no es el momento y... –luego se quedó callada, como pensando.

—¿Eh? –dije.

¿Acaso ella?

—Ah, perdón, ¿qué era?

—No, no, sigue.

—No, dilo tú.

—No, por favor termina.

—Solo entendí mal, di lo que querías decirme.

—Bueno... que soy inmune a los animales. ¡Qué no me atacan! No sé por qué.

—Ah, pues eso está raro. ¿Y entonces cuando nos conocimos?¿Por qué te atacó aquel perro?

—Es algo extraño, me saltó encima, pero no me hizo daño. Y luego el tigre. Y con el gorila, nunca me atacó. Creo que mi padre puede saber algo.

—Pues tenemos que rescatarlo ahora con más motivos.

...

Eso estuvo raro, acaso Ruth, se planteó tener algo, o me estaba rechazando, no lo sé, la verdad no entendí bien qué pasó ese día.

Llegamos a Central Park, tuvimos que bajarnos de los coches porque no pudimos llegar con ellos al propio parque debido a los atascos y a la de coches reventados que había.

Una vez allí tendríamos que encontrar a mi padre y salir lo más rápido posible, pero no iba a ser fácil, eso seguro.

DISRUPCIÓN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora