Prólogo

76 7 3
                                    

De acuerdo, empecemos desde el principio.

El mundo cambió en un evento conocido como el <<Destello>>. Cada país quedó completamente separado de todos los demás, lo que significaba que no quedó ninguno que no estuviera rodeado en su totalidad de agua (felicidades, Bolivia y las demás naciones que antes no tenían salida al mar). Ya no había continentes, solo islas-países (por eso Estados Unidos de América pasó a llamarse solo <<América>>); la Antártida fue reposicionada en una zona de clima cálido para ser convertida en un nuevo país llamado Nexus y los archipiélagos que existían antes del Destello fueron <<pegados>> a los países a los que pertenecían. ¿Por qué pasó eso? Simple capricho de la Mónada, el Ser Supremo.

Pero eso no fue todo lo que pasó. Ya que a partir de ese mismo día unos seres incorpóreos y translúcidos conocidos como <<espíritus>>, <<ánimas>> o <<zetanes>> hicieron acto de presencia en la Tierra, que desde de ese momento recibió en nombre de <<Ínsula>> (<<Isla>> u <<Hogar>> en latín). También apareció la lengua común (o <<comunés>>, un idioma que puede dominarse con el solo pensamiento) y las inmortales <<Parejas Alfas>> (animales de tamaño descomunal) que podían invocarse en una pelea. Eso es lo básico. Lo demás te lo explicaré un poco más adelante.

Me llamo Dimitri Romanov, soy de Rusia y tenía diecisiete años al momento de inmortalizarme. Soy mudo. No tengo muy claro el por qué, pero me molesta tener que usar el lenguaje de señas o una libreta con un bolígrafo. Tienes suerte que te incline la cabeza para decir <<Sí>>, que la mueva de un lado al otro para decir <<No>> y que gire la mano para decir <<Más o menos>>.

Pasemos al momento en que cambió mi vida.

Ocurrió en mi escuela, durante el recreo. Fue todo muy rápido. Del cielo bajó un Lobo translúcido más grande que un epicyon. Debía medir unos cinco pies de alto por ocho de largo. Era de espalda gris y vientre blanco. Su cola era un larguísimo río de pelo que ondeaba al viento.

Muchos estudiantes de arremolinaron a su alrededor creyendo que podrían reclamar su poder. El espíritu cambiaba su especie y color conforme una mano humana atravesaba su cuerpo etéreo. O era un Lobo o un Perro, pero siempre mantenía su tamaño.

La criatura avanzó ignorando a todos los que le atravesaban y suplicaban ser elegidos como su avatar.

Se detuvo delante de mí. Se sentó sobre sus patas traseras y plegó sus alas. Eso de alguna forma hizo que todos los estudiantes guardaran silencio. Yo no estaba seguro de qué hacer. Ni siquiera creía que me estuviera mirando.

El Lobo tocó el suelo con su pata delantera varias veces. Me estaba ordenando sentarme delante de él. Yo le seguí el juego luego de que varios compañeros me aseguraron que era a mí a quien se dirigía.

Hicimos contacto visual, un rayito de estática azul unió nuestras frentes y nuestros iris brillaron para dar inicio a la <<entrevista de trabajo>> mental. Muchos podrían jurar que estábamos en silencio, pero la realidad era que estábamos intercambiando palabras sin emitir sonido alguno.

A mi cerebro llegaron sus pensamientos. Su nombre era Simargel. Acababa de regenerar su esencia desde cero luego de la muerte de su anterior avatar, al que estaba unido en espíritu. Quería volver al <<Juego>> y yo le parecí un candidato <<compatible e interesante>>, por decirlo de algún modo. Si no me eligió por lástima, entonces fue porque le pareció divertida la idea de otorgarme la fuerza que tanto anhelaba para salirme con la mía.

¿Aceptas que compartamos la misma vida?, pareció ser la pregunta. Acepté. Me hice longevamente inmortal junto a él. Luego de <<firmar el contrato>>, el Lobo se convirtió en una pequeña perla de luz y se metió en mi cuerpo.

¿Elemento a elegir? Tenía el fuego, el agua, la tierra, el aire, el rayo, el hielo, la piedra, la lava, la planta, el metal, la luz, la oscuridad y el mana (la energía vital universal). Elegí el fuego porque tenía doble plus (el primero es porque Simargel era un Dios de la Naturaleza, el segundo es por ser más afín al fuego que a los otros doce elementos). Su color era el rojo.

¿Superpoder? Telepatía. ¿Por qué? Porque me gustó la idea de poder hablar sin hablar realmente. Y porque ya no quería sentirme útil. Quería sentirme... necesario. Y entre <<útil>> y <<necesario>> hay una abismal diferencia.

Después cambié. De cada poro de mi piel se filtró una sustancia espesa y gelatinosa conocida como <<ectoplasma>>. Esa materia viva cubrió todo mi cuerpo, incluyendo mi ropa. A continuación, se estructuró y solidificó. Tenía los ojos y la nariz completamente cubiertos, pero podía ver y respirar sin problemas. Miré esta capa de tejido conformado por la secreción liberada de la unión de dos almas. Mi <<bio-traje>> era azul por atrás y se volvía blanco por adelante. Tenía orejas puntiagudas de Lobo, enormes alas estilo archaeopteryx (tenían dedos pequeños, como vestigiales) y una larga cola que recordaba un poco a la de zorro.

Mis capacidades físicas se vieron potenciadas. Tenía la fuerza <<cultivada>> (heredada, dominada e incrementada) por todos los anteriores avatares de Simargel. Era más fuerte, resistente, ágil, flexible, rápido y mucho más que un humano normal.

Una voz en mi cabeza pareció susurrar <<Extiende las alas>>.

Pensé en desplegar mis nuevas extremidades de ectoplasma. Mis compañeros de escuela se impresionaron y retrocedieron. Aleteé para elevarme y llegar al techo del edificio de mi escuela. Nunca olvidaré la primera vez que miré al resto del mundo desde lo más alto.

Aterricé en el patio y absorbí el ectoplasma por mis poros. Los chicos me miraban raro. Más tarde me di cuenta de que mis ojos ahora eran rojos como los del Lobo con el que estoy espiritualmente conectado.

Terminaré este capítulo mencionando otra de las cosas que supe al alojar a mi espíritu: Podía materializarlo con un <<tótem>>, un objeto no vivo. Elegí un colmillo. Un colmillo humano. Un colmillo humano que no era mío. Lo obtuve después de cumplir mi venganza, que fue un par de horas después de volverme avatar.

Dimitri de Simargel: Una Historia de ÍnsulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora