La cena

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Una mañana, Mei me envió un mensaje con la hora en la que la cena con su padre tendría lugar. Un hombre de su padre pasaría a buscarme a mi asilo en auto. Aunque accedí a subirme al oscuro y sospechoso vehículo, no pude evitar sentirme un poquitín secuestrado.

Ese auto me llevó a la modesta casa de dos pisos donde se escondía el padre de Mei. A pesar de estar desfigurado y discapacitado, lo vi un poco más... alegre y amigable que la última vez que lo vi en persona. Sus manos parecían de Extraterrestre. Manejaba su silla de ruedas eléctrica con la única mano con dedo pulgar. El tipo parecía un diestro que ahora estaba obligado a ser surdo.

Me saludó de mano. Fue un poco incómodo tocar a un capo de la mafia humana. Intenté no estrecharle la mano muy fuerte por miedo a dañar su frágil extremidad más de lo que ya estaba.

Mei me saludó con el signo de <<Hola>> y me dio un beso en la mejilla. La cara de su padre cambió un poco con eso, y era evidente que lo intentaba disimular. Nos quedamos en silencio por unos segundos hasta el tipo recordó que era el anfitrión de esa noche. Nos guio hasta el comedor. Solo tres lugares en la enorme mesa circular.

Mei fue la que menos habló en esa reunión. Renlei estaba centrado en saber todo, pero absolutamente todo de mí. Mi país de origen, mi familia, los trabajos de mis padres, mi vida como humano discapacitado, mi vida como avatar semi-discapacitado, mis aficiones y si mi familia conocía a alguien que deba preocuparlo o llamar su atención. Si no quería un socio, entonces quería reemplazar a Dominic con otro rival de proporciones legendarias. Lo bueno del asunto es que no fue prejuicioso conmigo porque China y Rusia se llevan (bastante) bien. Nada de chistes de humor negro y con un ligero toque de xenofobia.

Cuando terminamos de cenar, Mei dijo:

—<<¿Puede Dimka ver a Rou? Es que le gustaría intentar ayudarlo a despertar con su telepatía>>.

—Mientras sea solo para tratar de ayudarlo y no para saciar una curiosidad morbosa... —dijo Renlei.

Mei me miró y puso los ojos en blanco, como diciendo <<No hay caso con él>>.

Agradecí a Renlei por la cena, luego Mei me guio hacia la habitación de su primo Rou...

Sabía que había perdido sus extremidades, pero no esperaba ver a alguien más <<derretido>> de Renlei. Su cuerpo estaba lleno de pálidas cicatrices, ya sea por quemaduras o como resultado de la reconstrucción de su cabeza. Estaba conectado a varias máquinas que monitoreaban su cuerpo.

—(Intentaré usar mi telepatía con él ahora).

—<<Está bien>>.

Me concentré. Conduje toda la energía de mi cuerpo a mi cerebro. Mis pupilas brillaron de color índigo y entonces...

Sentí como si hubiera sido succionado a un vacío absoluto.

—Soy Rou, avatar de Xéno. Escuchas mis pensamientos solo porque yo así lo permito.

>>De seguro tendrás muchas preguntas, y yo voy a responder solo lo más esencial. Primero que nada, conocí a Xéno mientras me revivían. Quedé momentáneamente atrapado en un plano o <<frontera>> ubicado entre la vida y la muerte. Entre el sueño y la realidad. Exactamente el mismo punto donde él estaba aprisionado. Él no tiene una mente como tal, pero sí un <<instinto>> o <<reflejo>> tan complejo que puede responder ante cualquier situación al punto de ser confundido con un raciocinio muy primitivo. Su <<esencia>> detectó en seguida que mi cerebro no estaba muerto, pero al que le faltaba poco para despertar y abandonar ese lugar. Aprovechó su oportunidad. Unió alma con la mía cual parásito hambriento para tener una ruta de escape que lo condujera a nuestro mundo en forma de espíritu. Cuando desperté, me volví su dueño. Él no tenía forma de dominarme a pesar de su increíble poder. Ser el avatar de Xéno es como tener dos mentes: una dentro de mi cuerpo y otra fuera de este. Supe en seguida que no era un avatar como los demás. Era una subespecie destinada a ser el depredador ápice de este planeta.

>>Gracias a Renlei, sé que es imposible vivir en completa paz mientras el crimen exista. Por desgracia, la naturaleza humana impide que el crimen deje de existir, así que he decidido controlar el crimen al punto de que este sea imperceptible y relativamente inofensivo. Reclamaré el imperio de Renlei y los de todos que son como él a su debido tiempo. Reduciré los daños al mínimo. Crearé el mundo pacífico en el que Mei merece vivir. Cuando suba al poder, estarás autorizado a llevarte a Mei lejos de Nexus. Vi en tu mente que eres una buena persona. El único candidato a entender a Mei mejor de lo que la entiendo yo. Estará bien contigo. Lo único que te pido es que no interfieras con mi misión..., y que convenzas a Sylvia Bellerose de unirse a mí. Sí, me fijé en ella la primera vez que vine a este país de visita. Desde ese momento, he usado a Mei como excusa para venir aquí y a hablar con ella cada que tengo la oportunidad. Ya sé, ya sé, soy un mal primo. Un cínico e hipócrita como Renlei. Pero, al fin y al cabo, sigo siendo humano. Un humano con necesidades.

>>Logré conocer a Sylvia a fondo gracias a los recuerdos de todos aquellos que la conocen. Me gusta. Es el tipo de mujer con la que me gustaría compartir la eternidad. Aunque no me consideré digno de su atención hasta ahora. No me juzgues, pues sé que tú y yo hemos estado en situaciones similares en el pasado. Y, por otro lado, todo emperador necesita una emperatriz. Alguien de su mismo <<estatus>>.

>>Haz lo que te digo, y tú y Mei podrán vivir felices y tranquilos. No te precipites y medita en lo que te dije bien en profundidad antes de tomar una decisión. Hasta luego.

Mi visión pasó el negro al color. Me quedé pasmado, petrificado mientras veía la cara de alguien que fingía estar inconsciente, pero que estaba más <<despierto>> que todos los demás. Tenía el poder de asolar un mundo completo. Era alguien que merecía morir para que la vida siguiera su curso natural.

Y sin embargo... no me atreví a hacerle nada. Estaba asustado. Ese tipo era lo más cercano a la Mónada caminando sobre la faz de la Tierra. Si mi mente no podía hacerle nada, entonces mi cuerpo tampoco.

Mei movió su mano delante de mi cara para ver si reaccionaba. No sabía cómo decirle lo que escuché.

Rou abrió los ojos y miró a Mei. La llamó preguntando su nombre. Ella se quedó tan aturdida como yo. Después me miró conmovida, como si creyera que hubiera sido yo quien lo hubo despertado, después abrazó a su primo y empezó a llorar. Rou me miró de la misma forma en que Renlei me miró la primera vez que lo conocí. Una mirada que decía <<No te metas conmigo>>.

No estaba seguro de por qué me fui tan de repente. Estaba seguro que había muchas razones, y una de ellas era para reflexionar. ¿Podía hacer algo para oponerme a algo más poderoso que todos los Dioses del mundo juntos?

Al llegar a la puerta, Renlei me preguntó por qué me iba con tanta prisa.

—(Siempre estuvo despierto).

Hubo mucha menos sorpresa en su mirada que en la de Mei. Sospeché que siempre fue su cómplice. Veía a Rou como su auténtico <<heredero>>. Lo único que debió extrañarlo fue que su sobrino decidiera mostrarse justo ahora ante el mundo.

Rechacé ser llevado de vuelta a mi asilo en auto. Me fui volando directamente a él. Sé que no debí dejar a Mei sola con esos dos, pero sabía que ella estaría segura con ellos. Solo estaría en peligro si yo me precipitaba y los encaraba a ambos con ella presente.

Al entrar al asilo, la recepcionista me dijo que recibí un paquete. No salía quién lo había enviado. No pudieron haber sido mis padres. Ellos me habrían avisado que me habían enviado algo. A menos que fuera una <<sorpresa>>...

La caja era muy pequeña. La abrí en la comodidad de mi cuarto. Eran tres collares de cadena con pendientes parecidos a ojos (o a alguna nueva forma del Unown de Pokémon). Llamé a mis padres para saber si ellos me habían enviado esos collares, y me respondieron que no. Mi hermano y demás parientes tampoco. Mis amigos de la agencia tampoco.

Busqué información sobre esos collares de páginas que trataban símbolos extraños, y aquello me condujo a páginas de esoterismo, aunque yo no pude encontrar nada. Me metí a Quora y a Reddit para subir fotos de los collares y pregunté si esos extraños <<ojos>> tenían algún significado especial, y la gente me dijo que esos pendientes no eran ojos.

Eran el símbolo de la Mónada.

Dimitri de Simargel: Una Historia de ÍnsulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora