Después del time skip

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Dependiendo del país, un policía podría tardar entre medio año y dos años y medio en formarse profesionalmente. Un paladín tarda unos tres años en formarse. Además de aprender a pelear y a usar armas, también tienen que aprenderse las reglas y las leyes.

¿Qué te puedo contar de mis tres años de formación como paladín en la Academia Pennhurst? Una pesadilla. Los maestros, los exámenes físicos, orales y escritos, tus compañeros de clase... Estuvieron a punto de expulsarme en mi primer día. Un tipo hizo una broma sobre mi mutismo y yo lo ataqué con mi bio-traje puesto. No soy temperamental, solo quería hacerme respetar desde el principio para que a toda la clase le quedara bien en claro que no le convenía meterse conmigo. No soy vulnerable, soy alguien a quien no se debe tomar a la ligera. Tengo experiencia en peleas desde el preescolar, lo que me dio cierta ventaja sobre mi oponente hasta que un maestro nos derribó a los dos a golpes.

Nunca olvidaré la ceremonia de egreso. El directo de la institución, un hombre de aspecto estricto, frío y sombrío; lleno de cicatrices y rasgos severos muy marcados subió a un podio para leer su discurso. Se notaba que había visto la peor cara de la humanidad durante sus años de servicio, y era evidente que lo desalentaba un poco enviar a un grupo de jóvenes al mismo infierno que le hizo retirarse de las peleas.

Se aclaró la garganta y se acercó al micrófono:

—Pene.

—¡BRAVOOOOOOOOOO! —exclamó el público mientras aplaudía, arrojaba confeti, disparaba al cielo con sus pistolas y hacía piruetas. El jardín trasero de la academia quedó completamente destruido, según supe más tarde, porque así lo dictaba la tradición.

Ya tenía veintiún años, casi veintidós. Ahora era algo superior a un policía. Era un paladín dispuesto a hacer lo necesario para proteger a los civiles de la amenaza que mi especie representaba.

Sylvia, mi tutora de combate cuerpo a cuerpo durante los fines de semana (la muy Bruja me cobraba por lección), me acompañó a la Agencia Meteora para presentar mi currículum casi vacío. Me aceptaron de inmediato por ser telépata... y/o porque estaban muy escasos de personal.

En mi primer día me presentaron al director ejecutivo de la empresa. Era un avatar. Se llamaba Joshua de Arietis. Era un hombre de mediana edad, moreno y de ojos negros. Después me presentaron a mis compañeros avatares. Al principio pasaba más tiempo con Meichu y Sylvia, pero después fui acercándome al resto del personal. Eran humildes y agradables, aunque parecían casi tan jodidos como Mei, tal vez por el trabajo de paladín.

La habitación más grande del edificio era el gimnasio. La segunda era la biblioteca con información de la mayoría de los zetanes del mundo. La tercera era una sala de juegos y recreación. La cuarta, una sala de estar para los que no tenían ganas de hacer algo productivo. Mientras nuestros servicios no fueran solicitados, los avatares estábamos en la obligación de entrenarnos y educarnos la mayor parte del tiempo. La sala recreativa era un premio por todo el esfuerzo invertido en la última misión.

Los que nos conseguían misiones eran secretarios humanos. Ellos se la pasaban todo el día en sus escritorios, detrás de una pantalla de computadora. Cuando no tecleaban, hacían llamadas o contestaban llamadas.

Mi primera misión llegó muy rápido. El director reunió a todos los avatares en el gimnasio. Nos ordenó formarnos uno al lado del otro y ponernos nuestros bio-trajes. Muchos eran impresionantes, pero mis orejas, alas y cola no se quedaban atrás. Detrás del director estaban un hombre y la que parecía ser su hija. Los dos parecían pertenecer a la alta sociedad. ¿Por qué vinieron a nuestra insignificante agencia? Escuché que algunos millonarios son tacaños, que siempre invierten en lo más barato para conservar la mayor parte de su riqueza, y parece que el tipo que estaba con el director era uno de ellos.

Dimitri de Simargel: Una Historia de ÍnsulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora