The Deathly and the Sneaky

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El sol estaba asomando por la ventana de Ophelia Hall cuando Addams irrumpió en la habitación. Se detuvo de inmediato, congelada en tiempo y espacio cuando su mirada cayó sobre la persona que estaba apoyada de la ventana. Enid se había despertado, y vistiendo sólo una camisa negra holgada, la cual claramente pertenecía a Wednesday, tenía un brazo apoyado del cristal con tonos oscuros y observaba la salida del sol. Wednesday sintió su corazón saltar dentro de su pecho. Colocó la comida en la mesa sin sacar sus ojos de su novia y se acercó hasta rodear a la loba por detrás, apoyando su rostro entre las escapulas de Enid.

- Buenos días. - saludó la rubia mientras Addams le rodeaba la cintura con un brazo y llevaba una mano al exterior de su muslo. - Estás helada.

- Deberías estar descansando.- comentó la vidente.

Enid suspiró.

- Te fuiste y no pude dormir más. Tenia frío.

Wednesday rió de manera baja, sin separar su rostro de la espalda de su novia, podía sentir su calidez aun a través de la gruesa tela.

- Siempre estás caliente...mentirosa...- susurró.

Su novia también dejó salir una risa, ruidosa como de costumbre, y se giró, clavando sus grandes ojos azules en los de Addams. Wednesday era no estaba por encima de su padre cuando se trataba de cuestiones del corazón, sus piernas estaban siempre preparadas para caer sobre sus rodillas y satisfacer cualquier deseo que tuviese su loba. Ella odiaba muchas cosas en este mundo, pero amaba a Enid tanto que seguramente eso tildaba la balanza.

- ¿Por que me miras como si tú fueses la loba y yo una inocente presa?- interrogó la rubia rodeando el cuello de la vidente, tirando de ella para que se colocara en puntillas y poder unir sus frentes.

Una sonrisa, de esas que su madre decía que había heredado de su padre, levantó la comisura de sus labios. Oh, Enid debería saber cuán oscura era la mente de un Addams. La rubia había saltado a los brazos de Wednesday sin paracaídas, había desnudado su cuerpo, su alma, su ser...y había olvidado que la pequeña mujer delante de ella era tanto masoquista como sadica y algo psicopata.

- ¿Recuerdas cuando te esposé a mi cama?- preguntó la pelinegra deslizando ambas manos a las caderas de su novia, moviéndose bajo la camisa que apenas cubría el inicio de sus muslos y descubriendo que Enid no vestía ropa interior bajo la prenda.

- Mjm...- susurró la loba, sus muslos separándose cuando los dedos de la pelinegra buscaron espacio hacia su entrepierna.

- Quiero hacerlo otra vez...- declaró la más baja y con más fuerza se la que pretendía utilizar, hizo girar a su novia, apoyándola de la ventana.

Enid soltó un jadeó cargado de sorpresa, y sus manos fueron al cristal en busca de balance. Wednesday sonrió al ver sus garras asomar de manera amenazante, lo cual en lugar de espantarle, envió un escalofrío por toda su columna. Bajó la vista, levantando el suéter negro para ver el trasero de su novia. Extendió su mano, tocando la piel suave, deleitándose en el enrojecimiento que provocó al apretar. Podía escuchar la respiración pesada de su loba mientras esta empañaba el cristal delante de ella.

Wednesday quería ponerse de rodillas en ese instante, enterrar su rostro entre las piernas de la ojiazul como si fuese su paraíso personal, pero a la vez mil idea corrían por su cabeza. Quizás Enid no estaría de acuerdo con sus planes, pero podía verbalizarlos, podía preguntar. La vidente deslizó una mano nuevamente entre las piernas de su novia, Enid estiró uno de sus brazos, sujetando el cabello de la pelinegra y girando su rostro en busca de un ángulo que le permitiese besarle. Wednesday se dejó mover, atrapando la boca de rubia y haciéndola girar. Esta vez, mientras sus bocas se devoraban, ella dirigió a Enid hasta la cama, empujándola hasta que cayó sobre su espalda.

A Tell of Woe  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora