Capítulo 10: La Visón
El dolor era un sentimiento con el cual Wednesday Addams había aprendido a lidiar en los últimos dos años. No importa cuánto corriese, cuando tiempo pasase o cuánto se esforzase por olvidar los eventos transcurridos durante su primer año en Nevermore, dolía. Había dolido cuando confió en Tyler para luego descubrir que el castaño le había estado utilizado. Había dolido cuando fue apuñalada, cuando Tyler intentó asesinarla...cuando descubrió que Enid estaba desaparecida. Aquella sensación que torcía sus entrañas y hacía sangrar su interior no debería estar generando tantas reacciones en ella, pero lo hacía.
Sentada en la camilla, rodeada de camas blancas, cortinas azules, lámparas con luces resplandecientes y el aroma del desinfectante que habían empleado para limpiar el lugar, Wednesday podía sentir que su pecho dolía como si Enid le hubiesen causado una herida de muerte y no un simple arañazo. Observó su hombro, la sangre seca que se adhería a su camisa negra, las cinco líneas dejadas por las garras de su novia habían quedado impresas en la piel pálida. La herida no dolía; su corazón se encontraba compungido, pero no a causa de sus heridas físicas...sino porque no tenía la más mínima idea de cómo encontrar a Enid.
- ¿Quien te hizo eso? - cuestionó Larissa luego de que la enfermera limpiase la sangre y esterilizara la herida.
Wednesday lanzó una breve mirada hacia Eugene, quien, en la camilla opuesta, abrió sus ojos un poco más, pero mordió su labio para permanecer en silencio. Su mejor amigo sabía que Addams no confiaba en nadie, menos en Larissa.
- Me he enredado...
- Addams, no pretende que yo...
- ...en un alambre con púas...
Larissa tomó una respiración profunda, claramente intentando mantenerse calmada ante las evidente mentira de la joven.
- Tenga más cuidado, Addams. - comentó la mujer, girándose. - ...manténgase lejos de los alambres.
(...)
Habían abandonado la enfermería unos veinte minutos más tarde. Addams tenía un vendaje sobre su hombro y Eugene había requerido sutura en una cortadura sobre su ceja derecha. Ninguno habló durante los primeros minutos, solo caminaron en silencio por los desiertos pasillos. La luna se colaba por los ventanales, avisándoles que la noche había caído. Si se concentraban podrían escuchar los lejanos sonidos que emanaban del bosque. Wednesday se detuvo delante de una de las ventanas, sus ojos oscuros fijos en la hermosa luz de la luna, cuestionándose si su novia estaría bien...si no tendría frío o miedo. Durante meses Enid había estado medio ausente...y ella no se había percatado.
¿Cómo había sido tan ciega?
Una mano sobre su hombro le regresó a la realidad.
- Ella se detuvo.- habló Eugene. - Pudo haberte asesinado con un movimiento...pero se detuvo. Enid sigue ahí...
Wednesday sintió sus ojos llenándose de lágrimas. Se tensó, intentando contener el llanto, bloqueando sus emociones porque su amigo estaba presente y ella no podía romperse delante de él. La única persona que le había visto llorando era Enid; y había ocurrido en condiciones específicas.
- Gracias, Eugene.
- Eres mi mejor amiga, estoy aquí para lo que necesites. - aseguró el pelinegro. - ¿Estarás bien?
La vidente asintió, llevando sus manos a la parte trasera-baja de su espalda antes de comentar que el menor debería regresar a su habitación antes de que diesen las ocho de la noche y se metiese en problemas. Eugene accedió con rapidez, despidiéndose y dejando un apretón en el hombro sano de la pelinegra, quien le observó alejarse por el pasillo contrario. Addams se cruzó de brazos, girándose para encarar el ventanal, y observando la media luna. Recordaba varias noches con una luna semejante a la que hoy alumbraba Nevermore, recordaba sentarse en la cama junto a Enid, quien estaría mirando su teléfono por algunos minutos y luego, al notar su presencia, la envolvería en sus suaves y cálidos brazos.
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A Tell of Woe
FanfictionWednesday no esperaba que los problemas apareciesen tan rápido, pero de repente, incluso aquellos que consideraba aliados comenzaron a parecer enemigos. Un incendio. Varias muertes. Un nuevo misterio. Quizás su vida realmente era un libro de aflicci...