VI

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Avancé unos pocos pasos antes de captar, en la lejanía, una voz familiar. Con timidez, me dirigí hacia la fuente de ese sonido y una risa me hizo fruncir el ceño por la confusión. Giré la esquina y una sensación extraña se apoderó de mi estómago al descubrir quiénes estaban allí.

Jenna estaba inmersa en una animada conversación con el profesor Asher Spenser. El profesor de cabello medio-rubio estaba exhibiendo sus músculos con la clara intención de impresionar a la diosa griega frente a él. Jenna parecía disfrutar de sus payasadas, aunque no estaba principalmente interesada en los músculos del joven profesor. Asher invitó a Jenna a tocar sus bíceps con la mirada, pero la morena declinó educadamente, riendo avergonzada.

Parecía el momento perfecto para intervenir y hacer sentir mi presencia.

Aclaré mi garganta, atrayendo la atención de los dos jóvenes y Asher ajustó discretamente su camisa, evitando mi mirada. Observé su comportamiento y me acerqué a la pareja. Jenna me ofreció una encantadora sonrisa, mirándome casi con alivio.

La había librado de Asher.

—T/N, ¡qué alegría verte! ¿Necesitas algo?- me preguntó Jenna con una sonrisa, metiendo las manos en los bolsillos traseros de sus vaqueros.

Me acerqué a Asher, quien me miraba con confusión y un atisbo de enojo ya que había interrumpido el momento con la nueva profesora de Cálculo. Aparté la mirada de él y enfoqué mis ojos en la figura de Jenna, cuyos ojos marrones estaban fijos curiosamente en mí.

Mis mejillas adquirieron un tono rojo oscuro y abrí y cerré los labios varias veces, intentando hablar con Jenna sin tartamudear.

Asher sonrió de forma burlona.

—Bueno, ha sido un placer. Ahora puedes irte- dijo el profesor de Educación Física con una media risa. Apreté la mandíbula y le lancé una mirada de reojo. Hizo una sonrisa burlona, jugueteando con el silbato alrededor de su cuello. Cerré el puño, tratando de no perder la paciencia.

Jenna miró a Asher con desaprobación, borrando esa estúpida sonrisa de su rostro.

—Um... en realidad, me gustaría hablar con la profesora Ortega, a solas- enfaticé la última parte, intentando hacer que Asher entendiera que debía irse.

Sabía que Jenna me había dicho que la llamara por su nombre, pero no estaba segura si eso también se aplicaba en público.

Jenna levantó una ceja y miró expectante a Asher.

El profesor de Educación Física suspiró y murmuró algo para sí mismo, alejándose por el pasillo, dejándome a solas con Jenna.

—¿Café? ¿Cappuccino? Invito yo-, dijo Jenna, y sonreí negando con la cabeza.

—Un cappuccino, pero lo pagaré yo misma- Abrío la boca fingiendo sorpresa. Jenna frunció los labios y me miró con ojos divertidos.

—Pagaré yo. ¿Cuánto azúcar?-
preguntó, mirándome seriamente. Suspiré resignada ante la clara derrota.

—Tres- respondí, y Jenna ingresó el número.

La máquina de café comenzó a hacer su típico ruido de molienda.

Mientras cambiaba el peso de una pierna a otra, miré la máquina de café, consciente de la penetrante mirada de Jenna. Unos segundos después, la máquina pitó, indicando que el cappuccino estaba listo. Jenna se inclinó y tomó la taza con el líquido caliente, entregándomela.

Nuestros dedos se tocan ligeramente y una corriente eléctrica  recorre mi cuerpo. No sé si lo sintió también Jenna pero notando sus ojos en nuestras manos parece que también ella se percató de esa corriente

Le sonreí agradecida y bebí tímidamente el cappuccino, cerrando los ojos ante su cálido y reconfortante sabor.

Jenna presionó el botón para un café largo.

—De hecho, quería hablar contigo sobre dos cosas...- Soplé en la taza y terminé el cappuccino de un trago. Jenna rió, y después de unos segundos, dio un sorbo de su café deseado. Con una sonrisa incómoda arrojé la taza en el bote de basura.

—Estoy totalmente tuya- bromeó, con una chispa traviesa en sus ojos.

Su comentario me hizo sonrojar y, al mismo tiempo, sentir una extraña sensación en mi abdomen. La expresión en mi rostro hizo reír a Jenna.

—Lo siento por eso. Adelante- dijo, dando un sorbo a su café mientras mantenía su mirada fija en la mía.

—La primera cosa era... podría... digamos...- sonreí con nerviosismo
— recuperar mi anillo?- terminé, rascándome la nuca avergonzada.

Jenna abrió los ojos y dejó el vaso en el recipiente una vez terminado. La profesora Ortega se sonrojó por el malentendido.

—Oh, mierda, lo siento- se quitó el anillo del dedo y me lo entregó
— Era tan cómodo que no me di cuenta de que no era uno de
los míos- sus mejillas se pusieron aún más rojas y no podía dejar de pensar en lo adorable que era.

Me puse el anillo en el dedo anular, sintiendo nuevamente la sensación del metal frío en mi piel.

—¿Te importa si hablamos mientras caminamos? Tengo que subir al tercer piso, tengo clase en 10 minutos- la morena me miró con culpa y asentí a su petición.

Comenzamos a caminar uno al lado del otro hacia las escaleras.

—¿Qué más tenías que decirme?- de reojo, Jenna me miraba mientras ella continuaba caminando.

Íbamos subiendo varios escalones.

— Pensé en tu propuesta, Jenna- dije su nombre y ella sonrió, satisfecha. Tengo que admitir que me pareció extraño llamar a un profesor por su nombre. Me encogí de hombros con indiferencia y seguí hablando.

Mientras tanto, Jenna se detuvo en medio de las escaleras, mirándome expectante.

— Acepto... no me parece tan mal pasar juntas un par de tardes a la semana- confesé y en sus labios se extendió una sonrisa de 32 dientes.

Casi instintivamente agarro la barandilla cuando un cuerpo se tira contra el mío, atando sus manos alrededor de mi cuello.

Abrí los ojos como platos y me tensé por el contacto repentino, pero empecé a relajarme cuando me di cuenta de que era Jenna. Su perfume invade nuevamente mis fosas nasales y cierro los ojos por la sensación muy agradable de el calor de su cuerpo contra el mío. Mi mano estaba a lo largo de su espalda, devolviendo tímidamente el abrazo. Jenna hizo que el abrazo durara pocos segundos y casi me quejo por la repentina falta.

La profesora Ortega tenía las mejillas enrojecidas y por la poca distancia entre nuestras caras pude ver por primera vez una serie de pecas que rodeaban su nariz.

Se acomoda las ropas avergonzadas, evitando mi mirada.

— Disculpa... la emoción- se justifica con una risa nerviosa.

— no te preocupes– sonrío y ella libera un respiro de alivio.

—bien... ahora debería ir a clase- indica la dirección del aula mientras retrocede sin apartar sus ojos de los míos.

Empecé a bajar las escaleras, pero alguien que decía mi nombre me hizo parar. Miré hacia arriba y vi a Jenna. La profesora tenía la cabeza inclinada hacia mi dirección, cabello rebelde que cubría parte de su cara.

—¿Nos vemos luego? Termino la lección y discutimos los detalles, ¿Te parece bien?- su pregunta sonó un octava más alta por la extraña angulación que tenía su cuello.

— Está bien, en teoría yo he terminado hoy, la espero en la sala de profesores- le sonrío y ella me devuelve la sonrisa, recomponiéndose y caminando hacia su destino. 

De nuevo, el ruido de los tacones se alejaba y con ella la responsable de mis problemas.

━𝐌𝐢𝐬𝐬 𝐎𝐫𝐭𝐞𝐠𝐚 | j.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora