━𝐌𝐢𝐬𝐬 𝐎𝐫𝐭𝐞𝐠𝐚 | j.o

XXVII

"El amor verdadero nace de los tiempos difíciles"

~John Green

Después de la cena, Isaac y yo terminamos en el sofá, charlando de manera relajada sobre diversos temas. Él parecía bastante cómodo conmigo, y aunque yo intentaba mantener la conversación fluida, mi mente estaba parcialmente enfocada en Jenna, que seguía en la cocina ayudando a sus padres a lavar los platos. De vez en cuando, lanzaba miradas hacia donde estaba ella, buscando sus ojos, pero Jenna parecía concentrada en su tarea, aunque sabía que no estaba del todo cómoda con la situación.

De repente, noté que Isaac había extendido su brazo sobre mis hombros, probablemente en un gesto casual, pero me sentí algo nerviosa al percibir la cercanía. Me moví ligeramente en mi lugar, sin saber cómo reaccionar sin que se notara la incomodidad.

—¿Alguien quiere tomar café? —escuché la voz de Jenna, interrumpiendo el momento. Al girar la cabeza, la vi observándonos con una sonrisa tensa. Sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de curiosidad e incomodidad.

—¡Oh, sí, claro! Un café estaría perfecto —respondí rápidamente, intentando aliviar la atmósfera incómoda. Acompañé la respuesta con una sonrisa que, al igual que la de Jenna, era algo forzada.

—Yo también tomaré uno, gracias —agregó Isaac, manteniendo su brazo aún sobre mis hombros. Podía sentir su mirada fija en mí mientras yo miraba mis manos, intentando no parecer demasiado nerviosa.

—De acuerdo, prepararé café para todos —respondió Jenna, mordiéndose el interior de la mejilla. Sus ojos se encontraron brevemente con los míos antes de que regresara a la cocina, su silencio hablaba más que cualquier palabra.

El ambiente en la sala quedó cargado. Mientras jugaba distraídamente con mis dedos, Isaac rompió el silencio con una propuesta que me tomó completamente por sorpresa.

—Oye, t/n, ¿te gustaría salir a tomar un café algún día? Me encantaría conocerte mejor —dijo con una sonrisa confiada.

El ruido metálico de la cafetera chocando contra la mesa me sobresaltó de inmediato. Giré mi cabeza hacia la cocina, solo para ver a Jenna, claramente molesta, después de golpear la cafetera con más fuerza de la necesaria. Parecía que la propuesta de su hermano no había sido bien recibida.

—¡Oh, bueno… claro! Sería divertido —contesté con un tono titubeante, sintiendo cómo la tensión en la sala aumentaba con cada palabra. No me esperaba ese tipo de interés por parte de Isaac, y mi mente trabajaba rápidamente buscando una forma de suavizar la situación.

Isaac, con su porte confiado y encantador, sonrió más ampliamente. Su cabello oscuro bien peinado y su mandíbula marcada le daban un aspecto atractivo, pero mis pensamientos estaban con Jenna, cuya incomodidad era palpable desde la cocina.

—¡Qué bien! Seguro que lo pasarán genial —intervino Jenna, pero su tono era diferente. Aunque intentaba sonar casual, había un tinte de sarcasmo disfrazado de cordialidad que no pasó desapercibido.

—Gracias, Jenna. Creo que nos llevaríamos bien —dijo Isaac, sin notar el evidente malestar de su hermana.

—Sí, seguro que sí. Disfruten su cita, chicos —respondió Jenna, con una sonrisa que apenas escondía su descontento. Sus ojos se encontraron con los míos en una breve mirada de advertencia, un recordatorio sutil de lo delicada que era la situación. Intenté devolverle una mirada de complicidad, para hacerle entender que todo estaba bajo control.

—Gracias, Jenna. ¿Te unirás a nosotros la próxima vez? —pregunté, tratando de calmar la tensión. Sabía que, si Jenna no relajaba su tono, corríamos el riesgo de levantar sospechas innecesarias.