10. Culpabilidad

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Nunca he podido creer en la muerte. Desde pequeña siempre he creído que eso de el infierno y el cielo es una sucia patraña de la iglesia, porque veamoslo así, ¿Si vas al infierno no serías feliz?, suponiendo que de verdad eres una mala persona el infierno sería tu paraíso.

Y si has hecho cosas buenas y malas en la vida ¿a dónde vas?, porque realmente si me muero no sabría a dónde ir. No me la voy a dar de santa porque claramente no lo soy, pero tampoco soy una mala persona o que se merezca el odio de otras personas. Desde pequeña siempre he sido solitaria, porque la verdad prefiero estar sola que estar rodeada de gente.

Y sí, llámenme rarita porque no lo voy a negar.

Nunca he sido una persona abierta, todo lo contrario soy una persona introvertida. Y creo que lo peor que me ha afectado son todas las experiencias negativas con las personas. Aunque mi infancia no fue perfecta criandome con padres divorciados que no le prestaban el mínimo interés a su hija pude sobrevivir y tener una infancia mínimamente normal.

Pero todo se complicó con los años. La terrible adolescencia. No puedo decir algo mínimamente bueno de esos años en los que tuve que ir al infernal instituto rodeado de adolescentes hormonales y de miles de estúpidos estereotipos y prejuicios. Y eso de que los niños no pueden hacer daño es una vil mentira. Porque pueden hacerlo y mucho.

Fueron años que prefiero no recordar y que mi mente siempre intenta alejarlos lo más posible, años horrorosos de soledad, en que lo único que recibí fue insultos y golpes por gente que a algunos nisiquiera les había dirigido la palabra alguna vez. Tiempos en los que me tenía que medicar para no hacerme daño aunque a veces ni eso funcionaba.

En los que lo único que hacía era cuestionarme que por qué me odiaban tanto si yo no les habia hecho nada, en los que pensaba que si me moría todos podrían ser felices y mi dolor desaparecería.

Y aunque al fin del día lo único que quería desaparecer ahí estaba él.

Kyle.

Era el típico hermano mayor insoportable y odioso que cualquier niña odiaría tener. Recuerdo que mamá me dijo que cuando se enteró de que estaba embarazada no le habló durante un día entero. Bastante para tener tres años y depender totalmente de tus padres. Cuando nací la cosa no mejoró. Siempre intentaba deshacerse de mí, incluso llegó a venderme a un compañero de clase por un cromo de Pokémon.

Pero cuando nací se le activó el instinto hermano filial. Bueno no sé si eso existe, pero mis padres dicen que desde el primer momento en que me vió en la cuna del hospital me amó por completo. Me trataba como si fuera su muñeca, me daba de comer, me dormía e incluso me llegó a cambiar algún pañal con ayuda de mamá aunque acabase catastróficamente.

Desde ese momento hemos sido inseparables. Y aunque no voy a mentir en que han habido muchas discusiones estúpidas y celos, también puedo decir que no me podría imaginar de mi vida si le pasara algo. Así que las últimas veinticuatro horas han sido un infierno para mí y para mí familia. Hace veinticuatro horas que esa llamada lo cambió todo y que mi hermano está intubado en esa horrible habitación de hospital.

Me seco las lágrimas con el borde del suéter que Buck me dejó amablemente luego de insistir antes mis negativas. Suspiro cansada y apoyo mi cabeza contra el frío sofá que ha sido mi cama las últimas veinticuatro horas. Me giro a la derecha, me giro a la izquierda, me acuesto boca abajo... y nada. Me llevo la mano a la cara exasperada, no hay manera de que pueda dormir.

Buck me dejó bien en claro que tenía que descansar o me llevaría a rastras a mi casa a ducharme y comer algo, porque sí, tampoco he podido comer nada. Así que como él vuelva por la tarde y me siga viendo con estas orejas de oso panda me arrastrará a mí casa cosa que no quiero por nada del mundo.

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⏰ Última actualización: Jul 31 ⏰

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Fire love © [Fanfic 911 - Evan Buckley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora