5

599 54 21
                                    

— siguiente paso, hermanito — habló la bielorrusa — el segundo paso para conquistar a tu chico, es darle algo significativo para él  — musitó con una sonrisa — a todo el mundo le gusta ese tipo de detalles —

— Bielo... — habló Rusia — ¿Y si a mi vaquita no le gustará? — lo decía en un tono algo preocupado. De verdad quería demostrarle a su amado que si lo amaba además de darle pequeños regalos.

— Rusia — Bielorrusia lo vió severamente — USA nunca rechazó alguno de tus regalos — habló — ¿Acaso él no le gustó los pastelitos que le hiciste? —

— si — respondió.

— ¿Y entonces por qué estás tan preocupado? — preguntó — literalmente él es feliz con cualquier cosita pequeña que le des —

Recordar aquella conversación lo hacía poner nervioso. USA es alguien gentil con sus regalos. Mientras caminaba, encontró todo un jardín lleno de rosas rojas. Verlas tan hermosas le encantaría a USA.

Entre quejidos y pinchazos, logró hacer un ramo de veinte rosas. Lo que menos le importaba era su mano hecha mierda y las espinas. Si este era el sufrimiento que tendría que pasar para hacer feliz a su vaquita, lo haría un millón de veces.

Visualizar la casa de de USA fue un milagro. Puso la rosas detrás suyo para no arruinar la sorpresa. Tocó tres veces la puerta y la abrieron. USA se veía igual de tierno como siempre. El ruso sonrió bobamente como lo hacía al estar cerca de su vaquita.

— buenos días, Rusia — bostezo mientras se tallaba uno de sus ojitos. Cada vez que se levantaba, parecía que necesitaba otras ochos horas de sueño reparador.

— buenos días, USA — sacó detrás suyo el ramo de rosas — son para tí —

El estadounidense abrió los ojos como platos al ver cómo diminutas gotas de sangre se asomaban y caían de las manos de Rusia.

— si, son bonitas... — ante el terror de eso, fue rápidamente a la cocina y agarró el ramo con cuidado con un trapo — ven, traeré vendas — tuvo que agarrar la muñeca de Rusia con cuidado. Un apretón y más sangre podría brotar.

Sentó a Rusia en una de las sillas y fue a su cuarto. Buscó en su armario y encontró vendas. Fue a dónde estaba Rusia y lo encontró con su pequeño hablando. No sabía porque su retoño le había agarrado tanto cariño como para reclamarlo como su padre.

— dame tu mano — el ruso no quería que lo ayuden en eso pero como el estadounidense le llevó la contraria, lo tuvo que aceptar.

— tus manos son suaves, USA — halagó, haciendo que las mejillitas de su vaquita se tiñeran de un ligero rojo carmín.

— listo... — habló con algo de nervios — ya estás vendado —

— gracias — agradeció para luego mirar las rosas — ¿Te gustan? —

— si, me gustan — miró a las rosas — son bonitas — ahora dirigía su mirada al ruso — ¿Dónde las encontraste? Nunca las había visto — preguntó mientras ladeaba la cabeza en curiosidad. Esto le generó algo de ternura en el ruso.

— las encontré en un lugar no muy lejos de mi casa — respondió — me preguntaba... — agarró suavemente las manitas del estadounidense — ¿Quieres ir conmigo al jardín de rosas? —

El estadounidense nunca había hecho algo como eso para él. Así que asintió rápidamente con su cabeza con una sonrisa. Estaba muy emocionado de conocer aquel jardín secreto que había descubierto aquel amable toro.

— ¿También puedo ir? — preguntó el pequeño. No lo culpen, él, junto a su padre, nunca ha ido a ese tipo de lugares.

— ¿No te molestaría con que venga? — preguntó. Tenía algo de miedo de lo que podría responder.

~ 𝑚𝑜𝑜 ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora