Treinta y siete

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Era una tarde común y corriente, las calles de Seúl siendo transcurridas de empleados caminando de prisa a su trabajo, autos yendo de un lado a otro.

Para cualquier persona es un día normal de su rutina, quizá yendo a almorzar con tu compañero de trabajo en la hora de descanso para salirse de la rutina, o ir por un café frío por el calor.

Sin embargo, para Jaebeom no lo es.

Deslizaba dos dedos en su laptop tranquilamente checando algunos futuros libros que su editorial lanzaría próximamente. De repente, fuera de su oficina escuchó a su secretaria discutir con varias personas, no entendía lo que pasaba, frunció el ceño al escuchar una advertencia de un hombre, así que decidió ponerse de pie, pero antes de que lo hiciera totalmente un grupo de hombres uniformados invadieron su oficina.

Era la policía, no encontraba un motivo para que estuviera ahí colocándole las esposas al rededor de sus muñecas cuando el comisario ordenó que lo hicieran.

—¿Qué? ¿Por qué mierda están haciendo esto? No pueden. —dijo Jaebeom desconcertado, forcejeando sus manos, aunque sabía que era imposible.

—Claro que podemos, usted está arrestado por el delito de difamación y por actos contra la persona con la intención de asesinar. —demandó con voz seria hacia Jaebeom, éste último quiso reírse, supuso de quien se trataba este chistesito.

Por supuesto que lo sabía.

—¿Esto es acto de Seo Changbin, la perra seguidora de Lee Minho? —dijo con sorna, el comisario no respondió y con un ademán ordenó que se lo llevaran. —¡Ese hijo de puta se va a arrepentir! ¡No podrá joderme otra vez!

Al salir de la oficina, todas las personas observaban la escena desde sus sitios, no podían creen que Lim Jaebeom estaba siendo arrestado en público. No creían que un buen padre y buen esposo resultara ser solo una imagen de alguien tan cruel como él, para solo quedar bien con los demás.

Jaebeom soltaba algún insulto en cada paso que daban, todas directo a Changbin y Minho.

La fría sala de visita estaba casi vacía, solo habían dos cautivos con sus respectivas esposas, por lo que el ruido no era mucho en las cuatro paredes de color gris. Jaebeom salió de una puerta acompañado de dos policías, sonrió con burla al ver de quién se trataba su visita, pues esperaba a cualquiera menos a esa persona.

Caminó a la mesa donde el hombre lo esperaba y con aburrimiento lo miró.

—Supongo que estás aquí porque te volviste la perra seguidora de Minho también, ¿No es así? —Jaebeom quería molestarlo, así que no pudo evitar soltar una sonrisa burlona cuando vio al contrario rodar los ojos.

—No estoy aquí para escuchar idioteces tuyas.

—No son idioteces, son verdades. —dijo con tanta confianza, como si se conocieran de años y se odianse desde entonces.

—Cállate, solo vine a entregarte una carta de tu hijo. Agradece que nuestros hijos son amigos.

A Jaebeom se le borró la sonrisa, no había visto a Soobin desde que fue detenido por la policía y lo encerraron tras las rejas.

Desde eso, han pasado cinco meses y nunca se detuvo a pensar sobre lo diría su hijo al respecto, no sabe qué le habrá dicho su esposo de que su papá estaba en la cárcel y probablemente no salga fácilmente. De hecho, su esposo lo ha ido a visitar mas que su abogado.

—Como padre que soy, puedo entender sobre el temor que nos da sobre qué pensaran nuestros hijos de nuestras acciones. Tu hijo aún no entiende muy bien que pasa contigo, pero te extraña.

Bad Decisions | Chanho + MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora