One shots (Blue Lock y tú)

𝑅𝑖𝑛 𝐼𝑡𝑜𝑠ℎ𝑖

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𝑃𝑒𝑟𝑝𝑒𝑡𝑢𝑢𝑠
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𝐴𝑛𝑔𝑠𝑡
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Una sonrisa.

Eso era lo que se tatuaba en tu rostro al recibir un simple mensaje de su parte.

Tú vida había experimentado un giro de 360 grados después de haberlo conocido en un evento de tu trabajo.

Ese día se celebraba el aniversario de tu empresa, y el jefe había reservado la sala de un prestigioso hotel para festejarlo.

Allí te encontraste al que reconociste como el hermano menor de los Itoshi.

Se encontraba con su equipo de fútbol, hablando con la recepción para encontrar sus habitaciones.

Fue en ese momento cuando vuestras miradas se encontraron, sufriendo a lo que vulgarmente se le conoce como "flechazo" o amor a primera vista.

Desde ese día comenzasteis a hablar por mensaje, para después hacerlo por llamada y luego videollamada. Incluso llegasteis a recorrer la distancia de 5 horas que os separaba, simplemente para poder sentiros el uno al otro, hasta ambos ser partícipes de una hermosa relación a distancia.

Ambos os complementabais, erais muy distintos del otro, pero eso era lo que os hacía tan unidos.

Lo único que le asustaba al chico era su familia. Sus padres serían peones fáciles de convencer, pero al rey del ajedrez nunca le ha agradado nadie más excepto él mismo.

Aunque estuvieran en esa especie de competencia entre hermanos "sana", al peliverde verdaderamente le importaba la opinión de su ídolo de la infancia.

Sus preocupaciones se trasladaron a ti, provocando que te temblaran las rodillas al momento de mirar a aquel hombre a los ojos. Esos mismos orbes turquesa que aquel afortunado día te enamoraron.

Al final todo el temor fue algo infundado, ya que para cuando ya era hora de que regresaras a tu casa, el joven de pelo color ciruela os había otorgado su completa bendición a cerca de vuestra relación.

Eras la primera chica que él había aceptado nunca.

Desde ese día os volvisteis más unidos, puesto que si Sae había dado su visto bueno, al chico no le cabía ninguna duda de que tú eras la chica indicada para él.

Vuestra relación era prácticamente perfecta, nada podía salir mal.

Que pena que el destino sea tan cruel con los más dichosos...

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Como cualquier pareja normal, también teníais peleas, pero esta última simplemente fue por una tontería.

Discutíais a cerca de el mejor acompañamiento para el arroz. Cada uno tenía su versión, pero ninguno quería aceptar que el otro tuviera una distinta, por lo que con un insulto final, ambos os comenzasteis a ignorar.