Aria
Observo a través de la ventanilla del coche como va cambiando el paisaje. Cada vez tiene tonos más amarillos, más apagados. El verde ya no es tan verde, a medida que pasa el tiempo se va apagando. La zona está plagada de encinas que tienen bastante distancia las unas de las otras. Son las nueve de la noche, llevamos aproximadamente siete horas de viaje y todos estamos deseando llegar. Supongo que mi padre más que nadie, ya que es él quien conduce. Llevo los cascos con la música lo más alta posible, Dear Mama, de Tupac.
Estoy bastante nerviosa.
Mi familia lleva años yendo al pueblo de vacaciones, pero para mí es la primera vez. Mi hermana ya tiene su grupo de amigos y yo no conozco a nadie. Desde hace unos años que mis habilidades para socializar no son como antes. Llevo mucho tiempo sola. La verdad es que me gusta y me he acostumbrado. A veces me planteo si no tener amigos con dieciocho años me afectará en un futuro. Conozco a mucha gente, pero nadie me llama para quedar o para preguntarme a ver que tal estoy. Al principio fue duro, tras un mes en el hospital supuse que mis amigos me habrían echado de menos. Llegue al instituto con ganas de abrazar a la que era mi mejor amiga, Lola. Al verla me eché a llorar entre sus brazos y ella, tras devolverme el abrazo, insistió en que le contara por qué había estado desaparecida tanto tiempo. La verdad es que me costó verbalizarlo y, cuando lo hice, su expresión cambió radicalmente.
«A mí no me vuelvas a hablar en tu vida»
Su sentencia fue un principio y un final. No he vuelto a saber nada de ella ni del resto de los que se supone que eran mis amigos. Desde entonces han pasado cuatro años. Cuatro cumpleaños sola.
Diviso una montaña a lo lejos. Está más verde que el resto del paisaje y tiene un castillo derruido en lo alto. La verdad es que no pinta absolutamente nada una montaña aquí, en medio de la nada, pero tiene su encanto. Veo a mi madre hablar y me quito los cascos para escucharla.
—Chicas, detrás de esa montaña está el pueblo. En menos de media hora llegamos.
El corazón me empieza a latir con fuerza. En realidad no sé por qué he venido aquí, a un pueblo perdido de Córdoba. Me he dejado convencer por Nora, mi hermana pequeña y he dejado a Adrián en Vitoria. Creo que necesitaba salir de mi ciudad, alejarme de él. Llevamos tres años juntos y la relación ahora está en un momento... complicado. Yo quiero seguir estudiando y empezar a trabajar. Adri es dos años más mayor que yo y no tiene ningún plan de futuro. Vive al día. Al principio eso me gustaba, pero ahora, tiempo después, es algo que me cuesta sobrellevar. Los últimos tres meses apenas nos hemos visto, yo he estado muy centrada en el trabajo y en encontrar un centro para acabar mis estudios. La situación se estaba volviendo incómoda y venir aquí un mes y medio probablemente me venga bien. Quien sabe, igual cuando vuelva, Adri está más centrado.
El castillo derruido comienza a advertirse desde otro ángulo y vuelvo a quitarme los cascos para ver la entrada al pueblo. Nora me agarra de la mano y noto sus suaves dedos entrelazándose con los míos. Soy cuatro años mayor que ella, pero es mi mayor apoyo. No suelo dejarme influenciar por nadie, pero ella es capaz de que me cambie de ropa a última hora porque no le convence lo que llevo puesto, de que me suelte el pelo porque le gusta más cuando lo llevo suelto o de que salga a socializar porque sabe que me va a venir bien. A pesar de que yo nunca quiero estar con gente. Y ahora voy a tener que estar con gente. No puedo estar un mes y medio encerrada en casa, o sí.
Al entrar al pueblo, mis padres no van directos a la casa que han alquilado, sino que deciden parar en un local que hay en la entrada llamado Cosmos. Han visto a unos amigos suyos y quieren saludarles y tomar algo con ellos. No les culpo, estarán muy cansados después de tantas horas de viaje. En la terraza hay un grupo de chicos y chicas que serán más o menos de mi edad. Mi hermana sale corriendo del coche y los abraza a todos a la vez. Me sorprende que Nora tenga amigos de mi edad. Bajo del coche y estiro las piernas, noto que me tiemblan e intento mantenerme firme. El corazón me late muy rápido. Es de noche y hay bastante gente en el bar. Me dirijo hacia la mesa en la que esta mi hermana con sus amigos pero paso de largo haciendo un gesto de saludo con la mano. Voy directa a la barra del local. Me siento en uno de los taburetes y me fijo en el camarero. Es guapísimo, tiene el pelo rubio y unos ojos muy grandes. Dios mío.
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Aquel conjunto de estrellas
Teen FictionAria está hundida en una relación tóxica. Luca acaba de huir de una. La mente de ella es la peor arma contra sí misma, mientras que él escapa de todo lo que le hace sentir. Si en una explosión hay falta de oxígeno, el fuego se apaga.