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Aria


Me pongo un biquini blanco que contrasta muchísimo con mi tono de piel, ya que estoy bastante morena. Cojo una camiseta enorme del mismo color y me recojo el pelo en un moño.

Darío nos ha invitado a su casa a comer y a pasar la tarde. Me ha costado mucho decidirme, ya que tiene piscina y voy a tener que quedarme en biquini delante de ellos, lo que me produce un nudo en el estómago. Aunque, Luca ha insistido tanto que no he podido negarme.

Me mentalizo para lo que voy a vivir y salgo de casa. Nora y Luca están hablando en la puerta.

—Sigo sin entender que la hayas venido a buscar para ir a casa de Darío.

—No seas envidiosa, ratón —le espeta Luca.

Mimimimi —se burla ella.

Este la levanta en volandas y comienza a dar vueltas sobre sí mismo con mi hermana boca abajo. Me hace muy feliz ver que se llevan tan bien. Cloe es de la misma edad que Nora y supongo que para él es también muy fácil llevarse bien con ella.

—¡Oye! ¡Bájame ya! —le golpea en la espalda—. ¡Lucas!

Él la baja despacio y ella se apoya sobre la moto, mareada. Los tres nos reímos mientras me acerco a Nora para darle un beso y despedirme de ella.

—Pasadlo bien, a la noche nos vemos.

Salimos a toda velocidad hacia casa de Darío. Al aparcar, dejamos los cascos sobre la moto y subimos las escaleras que dan hacia la entrada principal. Esta casa es enorme. Antes de entrar Luca me sujeta de la cintura, mirándome sonriente.

—¿Has dormido bien?

—Nunca había dormido tan bien —sonrío, tímida.

—Me alegro —se pone serio—. ¿Vas a ser capaz de...?

Me señala la camiseta y le entiendo al momento.

—¿De quedarme en biquini?

—Siempre te tapas en la piscina y he pensado mucho en que quizá ibas a estar incómoda.

Creo que se me está derritiendo el corazón.

—Lo voy a intentar —me encojo de hombros.

—Si en algún momento no estas a gusto, ya sabes que...

—Lo sé —me pongo de puntillas y le doy un beso en la mejilla.

Entramos por la puerta con las manos entrelazadas. Tom y María están besándose en el agua y no se percatan de nuestra llegada hasta que Manu comienza a gritarnos a lo lejos, aunque tampoco se despegan el uno del otro. Son bastante tiernos.

—¡Solo faltabais vosotros! —nos saluda desde lo que parece una barbacoa.

Luca se acerca a abrazar a su amigo mientras yo voy donde Darío, que está tumbado en una hamaca tomando el sol.

—Deberías vigilarlos —señalo a la parejita—. Podrían ahogarse.

Se incorpora y los mira con cara de asco.

—Por mí que se ahoguen —pone los ojos en blanco—, llevan toda la mañana así.

—Eso no es propio de un socorrista —suelto una carcajada.

—Hoy es mi día libre señorita, que se busquen la vida —ríe.

María separa la boca dos segundos de la de Tom para mirarnos.

—¡Lo estamos escuchando todo! — sonríe antes de volver a girarse.

—¡Mejor! — grita Darío.

Aquel conjunto de estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora