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Lucas

Cuándo salgo de la ducha Cloe está en el cuarto pequeño viendo la televisión. La segunda planta de la casa es prácticamente nuestra, ya que mi madre solo sube a tender la ropa. Mis padres nos pusieron una televisión y un colchón enorme en el suelo para que podamos estar aquí siempre que queramos. Es como nuestro propio salón, que comparte estancia con el baño. Mi hermana baja el volumen.

—¿Esta noche sales?

—Supongo, este fin de semana no trabajo —me paso la toalla por el pelo—. Aunque no me apetece mucho.

—Venga tete, llevas tres semanas seguidas trabajando sin parar, date un respiro.

—Supongo que tomaremos algo en el parque.

—Vale, nos veremos entonces.

Al salir de casa Darío está esperándome, se ha arreglado y huele muchísimo a colonia. En cambio yo no me he molestado ni en peinarme.

—¿A dónde vas así?

— Al parque Darío, igual que tú —comenzamos a andar—. ¿Pasamos a por Tom?

—Ya está allí, están todos.

En realidad somos un grupo bastante grande y ahora que han venido el resto somos muchos más. Tengo ganas de ver a Manu, lleva seis meses sin venir porque se ha echado una novia del norte. Es el más mayor de todos, tendrá unos veintisiete años y siempre le he visto como a un hermano. Al entrar al recinto veo que somos bastantes más de los que me esperaba.

—Bueno, bueno, ¿a quién tenemos aquí? —Manu se acerca y me examina con el ceño fruncido—. ¿Has crecido?

Nos damos la mano y me acerca hacia él para darme un abrazo. Me sacará una cabeza entera, este tío es muy alto. Todas las niñas del pueblo están locas por él.

—Que te den —le devuelvo el abrazo—. ¿Qué tal esta Nerea?

—Bien, se ha quedado en casa, no le apetecía salir —me revuelve el pelo—. Mejor, así estaremos más tranquilos. Podrías peinarte, por cierto.

—Se te echaba de menos.

—¿No tienes novedades para mí?

—Le gusta una muchacha —Tom interviene.

Manu se aleja un poco y vuelve a mirarme de arriba a abajo. Una sonrisa inunda su rostro.

—No puede ser —ríe—. ¿Quién es?

—Se llama Aria —susurra mi amigo—. Está ahí.

Señala hacia el otro lado del parque.

—Con que Aria, ¿eh? Deduzco que es la morena del pelo largo.

—No le hagas caso a este imbécil. Ni siquiera la conozco.

Reparo en ella y estoy a punto de negar con la cabeza cuando me doy cuenta. Sí que tiene el pelo largo. No puede ser, esta mañana lo tenía a la altura de los hombros. Está riendo y bailando con Danae y su prima. En ese momento Tom hace la mayor estupidez de la noche.

—¡Aria! —pronuncia su nombre, gritando.

Ella nos observa en la distancia. Somos muchos por lo que no puede saber quién es el que la está llamando. No tarda mucho en girarse y seguir hablando con los demás, pero mi amigo no se da por vencido y vuelve a llamarla una y otra vez. Aria ya no mira hacia nosotros, aunque supongo que esto estará siendo incómodo para ella.

—Tom, cállate. Déjala en paz —le espeto a mi amigo.

—Déjame, a ver qué hace.

Todos se han callado y se han dado cuenta de la situación. Estoy a punto de irme cuando Tom vuelve a vocear.

Aquel conjunto de estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora