El dragón con sed de venganza despertará. ¿Podrá Aemir controlar su ira o caerá preso de la oscuridad que amenaza con consumirlo? ¿Será el mundo reducido a cenizas por el fuego de su ira?
Adéntrate en la historia de Aemir Targaryen, primogénito del...
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Chapter four: Sombras del pasado
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Pasaron unos días desde la discusión entre los principes y la princesa. King's Landing se encontraba en plena preparación para el gran torneo. Las calles bullían de actividad, y el entusiasmo se sentía en el aire. En la Fortaleza Roja, los criados trabajaban sin descanso, preparando cada detalle para el evento. Rhaenyra y Daemon estaban por llegar a King's landing acompañados por sus hijos.
En la Fortaleza Roja, Aegon, decidido a demostrar su valía, insistía en participar en el torneo.
—Si Aemir va a participar en el torneo, quiero hacerlo también —exigió Aegon, mirando a su madre, la reina Alicent.
—Aegon, ya hemos hablado de esto —replicó Alicent con tono cansado
—Pero si se lo permitieron a él, ¿por qué no a mí? —insistió Aegon—. ¡Quiero demostrar que soy suficiente!
Alicent suspiró, incapaz de calmar la determinación de su hijo.
Por su parte, Aemir estaba en su habitación, con la mirada fija en el suelo, inmerso en sus pensamientos. No deseaba salir a recibir a Daemon. El recuerdo de aquella noche en Driftmark aún lo perseguía. Helaena, al no haberlo visto por la mañana y sabiendo que Daemon y Rhaenyra estaban por llegar, decidió ir a buscarlo a sus aposentos. Entró suavemente, su presencia etérea y tranquilizadora.
—Deberías ir a recibir a tu padre y a Rhaenyra —le sugirió Helaena con una voz suave pero firme, intentando animarlo.
Aemir levantó la vista, sus ojos llenos de resentimiento
—No quiero hacerlo —respondió, su voz cargada de amargura—. No después de lo que vi.
Helaena frunció el ceño, su expresión mostrando genuina preocupación.
—Pero... ¿Qué pasó, Aemir? —preguntó con un tono dulce y comprensivo—. Siempre has querido tener una mejor relación con tu padre, que él esté orgulloso de ti. Siempre hablabas de cómo deseabas su aprobación.
Aemir la miró a los ojos, vacilando. Finalmente, decidió contarle la verdad, tomando aire profundamente.
—Te lo diré, pero debes prometer que lo mantendrás en secreto —dijo Aemir con seriedad, sus ojos buscando la sinceridad en los de ella.
Helaena asintió con gravedad, sus ojos llenos de sinceridad.
