El dragón con sed de venganza despertará. ¿Podrá Aemir controlar su ira o caerá preso de la oscuridad que amenaza con consumirlo? ¿Será el mundo reducido a cenizas por el fuego de su ira?
Adéntrate en la historia de Aemir Targaryen, primogénito del...
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Chapter Sixteen: Boda real
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Aemir se ajustaba el cuello de su traje nupcial, el tejido suave y lujoso acentuando su figura. Frente al espejo, sus ojos exploraban cada pliegue y cada detalle de la obra maestra que había sido diseñada para este día tan especial. A simple vista, todo parecía estar en orden, pero en su mente, los ecos de la noche anterior resonaban con fuerza
❛ Después de la cena, Aegon lo había arrastrado a sus aposentos con una sola intención: celebrar su última noche como hombre soltero
—¡Vamos Primo!, no puedes casarte sin una última celebración. —Aegon sonrió con esa expresión traviesa que prometía problemas—. ¡La calle de la Seda nos espera! ¿Qué dices?
Aemir lo miró, apoyando los codos en la mesa y tomando su copa de vino con una calma fingida. Aegon siempre tenía esa habilidad para transformar lo trivial en algo tentador. Pero esta vez, Aemir no tenía la menor intención de seguir su juego.
—Paso, Aegon. No necesito una "última noche de libertad" —respondió, su tono burlón mientras se servía más vino—. Además, no pienso mancillar este compromiso por una noche de placeres
Aegon soltó una carcajada y lo miró como si Aemir fuera el que no entendía la vida.
—Ya, ya... siempre tan correcto —bufó Aegon, dejándose caer en el sillón con un ademán exagerado—. Pero al menos brindemos por tu funeral. Estás a punto de meterte en un matrimonio, y créeme, eso es lo más parecido a una tumba que vas a encontrar.
Aemir rió, pero en su risa había una mezcla de diversión y advertencia.
—Brindar por mi funeral, ¿eh? —Aemir inclinó la cabeza, su sonrisa afilada como una cuchilla—. Tal vez deberíamos brindar por el tuyo. Después de todo, tú te casarás con Lady Cassandra. Ese sí será un funeral. Literalmente.
Aegon, acostumbrado a las pullas de su primo, estalló en una carcajada genuina, casi escupiendo el vino que acababa de beber.
—¡Maldito seas, Aemir! —se burló, señalándolo con un dedo mientras intentaba calmar su risa—. Si Cassandra me mata en nuestra noche de bodas, al menos será una muerte rápida y gloriosa.
Ambos rieron, mientras se servían una copa tras otra. La noche avanzaba, el vino corría, y las bromas entre primos fluían de forma ligera, hasta que la puerta se abrió lentamente, interrumpiendo el ambiente relajado.
Aemond entró con esa mirada severa, su cabello blanco cayendo sobre su rostro como un manto de sombras. Tenía solo doce años, pero la intensidad en su mirada podía hacer olvidar eso. Y lo que Aemir ahora entendia es que Aemond no solo estaba enamorado de Helaena... estaba obsesionado. Desde siempre. Y eso había empeorado cuando Aemir partió a Lys.
