Capítulo 13

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«Quien con lobos anda, a aullar aprende»

-Refrán.

Presente

Caminé con paso firme hacia donde estaba la instructora de yoga de mi madre, Hanna Hens, la viuda de Jean. La última vez que la vi fue cuando me amenazó con arruinar mi reputación y la de mi familia. Hanna era ese tipo de personas que sabes que hay que tenerle cuidado; que su forma de hablar y de actuar son apariencias, que fingen ser buenas vecinas, amigas y profesoras pero que en el fondo no le importa pasarte por encima y destruirte.

Siempre sonriendo con sus dientes perfectos y su melena suelta que llegaba a sus caderas. Usaba una blusa verde que resaltaba sus ojos miel. Me miró y dejó de sonreír. Estaba hablando con mi madre pero no logré escuchar de qué.

-Cariño, mira quién ha venido-anunció Verónica cuando notó mi presencia-. Me imagino que te has sentido muy sola en estos días -curioseo, mirando a Hanna que no apartaba sus ojos grandes de los míos.

-Pues...-murmuró. Hanna se relamió los labios y desvió su mirada hacia mi madre- creo que nunca me he sentido más feliz con la muerte de Jean.

Mamá se removió inquieta y me miró, buscando una ayuda de parte mía.

-Bueno-Veronica se aclaró la garganta y juntó sus manos entre sus rodillas-... eso lo dices porque son sentimientos encontrados y seguro que estas en shock, Hannita.

Hanna rió con ironía, acercándose a la mesa de vidrio donde reposaban las copas de vino.

-¡Vamos Veronica! No seas ingenua. ¿Acaso tú no estás más estás feliz desde que el infiel de tu esposo se fue de casa? Deja de fingir que no sabías que nuestros esposos no se cogían a nuestras espaldas. -Ella agarró la copa de vino, bebió y tragó cerrando los ojos-. La persona que asesinó a Jean, es y será mi heroína. Solo espero que sea lo suficientemente inteligente para no dejarse atrapar.

Mi madre, se levantó del sofá, se limpió las manos en su pantalón de lana y me miró. Le avergonzaba hablar de la infidelidad de mi padre.

-Iré por más galletitas. Siéntate como en tu casa, Hannita. Ophelia, quédate con ella. Ya regresó.

Ahora estábamos solas las dos. Como cuando una perra mira a una gata. Lista para atacar y morder. La cual la gata no se dejaría tan fácilmente. Aquella bella mujer de 35 años se había casado con Jean cuando ella apenas tenía 18 años. Muchos decían que por el dinero y porque deseaba salir de su país Nicaragua.

La más alta se levantó del sillón y caminó hacia mí con su copa de vino. Miró hacia los lados, asegurándose que nadie nos viera. Tomó mi barbilla con su mano libre y la apretó con fuerza.

-Cuida muy bien lo que le dices a ese agente, querida Lia. Observé como lo mirabas. -Apretó más su agarré a mi mandíbula-Y así era como mirabas a Jean.

Tomé el valor de agarrarla de la muñeca y tirar de su mano para quitármela de encima.

-¡Déjame en paz, puta loca! -gruñí, harta de ser su títere. -. ¿Qué es lo que te da miedo? Que le cuente todo lo que tú y Sasha hicieron-dije con una sonrisa victoriosa.

-Cállate y escúchame muy bien, niñita -Se arrimó a mí, haciéndome sentir pequeña-. Te recuerdo que no te tengo miedo ni a tu amiguita-dijo, colocando su dedo en mi frente para empujarme.

-¡A mí me vuelvas a empujar! -grité entre dientes, tomándola de las muñecas, llevándola hacia el sillón donde antes estaba sentada. Hanna cayó de culo y me miró asustada y furiosa-. Ahora soy yo la que tiene el poder sobre ti. Así que te ordenó que nos dejes en paz. Que no te vuelvas a acercar a mi familia-Determiné -. Ya está lo que querías ¿No? Que tu esposito estuviera bajo tierra-sonreí-. Ahora déjanos en paz, maldita loca.

Escuché los pasos de mi madre acercarse, me alejé de Hanna y acomodé mi cabello detrás de la oreja.

-He vuelto, hermosas-dijo mamá con una sonrisa, dejando la bandeja sobre la mesa.

-Es una lástima que Hanna no las vaya a probar, madre-dije cruzando los brazos, haciendo un puchero-. Me acaba de decir que ya se va ¿Verdad? -La miré con una comisura en mis labios.

La castaña jadeo, pasó la lengua por sus dientes y suspiró, resignada a la derrota. Se echó el cabelló a un lado y se levantó. Tomó su bolso Channel

-Te veré luego, Veronica. -Le dio dos besos a mi madre- Cuídate mucho, Ophelia...

¿Eso había sido una amenaza? La estúpida aún se atreve a amenazarme. No sabe con quién se esta metiendo, bruja.

***

"Era un ángel, su voz era ronquita, sus manos eran pequeñas, su piel era tan blanquita como la nieve y cuando se sonrojaba sus mejillas ardían en un rojo tierno, al igual que sus labios rosados y carnosos. No, ella no era un ángel, ella era un demonio disfrazado de pureza.

Su amiga no era ni siquiera lo hermosa que ella. Ambas emanaba sensualidad y sexualidad pero Sasha no le ganaba a Ophelia. Ella tenía la mezcla perfecta entre ternura y sensualidad. Bastaba con verla fruncir el ceño para querer comerle la boquita y montarla hasta verlaexplotar bajo mi cuerpo..." Pero qué mierda estoy pensando.

Me regañe a mí mismo, dejando la botella de Wisky en la encimera.

Tenía que dejar de pensar en esa mujer. Ella era la que había matado y robado a mi padre, no debía siquiera desearla. Lo único que tenía que hacer era odiarla y tenerle asco. Por su culpa mi vida se había arruinado. Mi objetivo era hundirla en la cárcel.

-¡Perra maldita!-grité apoyando mis manos en el mueble.

No había día y noche que no pensara en Ophelia Russo. Desde el día que mi padre me confesó que estaba enamorado de una muchacha. Le dije tantas veces que tuviera cuidado a quien le daba su enfermo corazón. Pero el danés nunca quiso escucharme.

-Me casaré con ella, hijo. Quiero que la conozcas. Es un ángel. Tiene 20 años pero es muy madura para su edad,Clark. Seguro que la querrás tanto como yo.

-Ella podría ser tu hija, papá. Mi hermana menor.

-Pero no lo es-el anciano rio con alegría pero la tos no lo dejó continuar con sus chistes.

-Sera mejor que te duermas viejo verde-bromee con él antes de cobijarlo con la sábana blanca del hospital-. Te amo, papá.

Una semana después de su muerte me di cuenta que le habían saqueado todas sus cuentas de ahorro, tarjetas de crédito y que antes de morir firmó una hipoteca para cancelar deudas externas. Mi padre Samuel Clark se había endeudado por esa mujer.

El sonido el timbre me sacó de los bajos recuerdos. Miré el reloj y eran las diez la noche ¿quién podría venir a estas a horas?

Caminé hacia la puerta, descalzó y abrí. Y allí estaba ella, mirándome con su cara de póquer. No hablaba, ni siquiera se movía, parecía que me analizaba, revolviendo mis pensamientos con solo su presencia.

-¿Qué haces aquí, Russo?

-Usted dijo que quería saber la verdad ¿No? Pues vengo a contarle la verdad sobre el gran Jean Obrien-sonrió.

Ophelia #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora