Quien todo lo quiere, todo lo pierde.
21 de mayo, 11:21 pmLas cuatro personas salieron al estacionamiento por la puerta trasera de la comisaría. Clark guiaba y hablaba con Anderson de cómo estaba fallando la Corte Suprema en estos últimos años. El padre de Adonis reía suavemente, mientras que el hombre de cabellos negros negaba con la cabeza.Caminaron por un vestíbulo con poca luz; olía a humedad y a cigarro. Las fosas nasales de Ophelia se expandieron para repudiar aquellos malos olores. Arrugó su frente y cubrió su boca con una mano, sin llamar demasiada la atención.
Odiaba ir atrás de las personas. Ella decía que las nuevas líderes tenían que ir siempre adelante del grupo, como siempre lo había sido. Pero para esta ocasión tenía que obedecer al agente Clark que era el que conocía el lugar.
Recorrieron dos metros más antes de llegar al subterráneo donde estaban los vehículos de todos los empleados de las oficinas: cuatro patrullas y cinco motocicletas de la policía. Dos Audi de color blanco y un Toyota.
Los tacones de la jovencita continuaron haciendo ruido con cada paso que daba. Por primera vez se sentía algo incomoda porque eso era lo único que se escuchaba además de las risas tranquilas de Anderson y los malos chistes de Clark. Los dos hombres modelan su saco elegante sin mirar a la rubia que iba junto a su mejor amigo en silencio.
Al fin, uno de los policías llevó el carro de Anderson para que se pudieran subir.
—Muchísimas gracias, señor Allen. —El señor de cabello castaño tendió la mano para estrechar la ajena.
El pelinegro apretó la mano con fuerza y después miró al chico más joven para sonreírle amablemente.
—Espero pronto tenerlo a usted por estos lados, Adonis. —dijo Clark. Seguro refiriéndose que Adonis estudiaba periodismo de investigación.
Adonis asintió estirándose para darle un apretón ligero.
—Y a usted, señorita Russo...—Sus ojos negros se penetraron en los grises.
El corazón de Ophelia se encogió y sus largas piernas quisieron flaquear. No entendía el por qué ese hombre la ponía extraña. Tenía que ser por el hecho de que era el subdirector de una organización tan grande.
—¿Y yo...? —preguntó la rubia, sin querer tomar la mano contraria
—Y a usted espero volver a verla pronto. —El hombre vio que ella no quería tocarle la mano y se sintió en parte agradecido por no tener que tocarla.
Sin embargo, Clark sonrió de medio lado y suspiró apartando la mano para no sentirse más avergonzado por la insolencia de a la chiquilla. "Tú eres la que debería de tener miedo a ti misma." Pensó, metiendo ambas manos a los bolsillos de su pantalón costoso.
La descortesía era una característica que la rubia había adquirido desde el momento en que se empezó a juntar con Sasha. La chica culpable de que Ophelia estuviera pasando por todo esto. Sino le hubiera enseñado aquella plataforma, quizá ella estaría en estos momentos descansando con Adonis o con algún chico guapo.
—Bueno señores. —Se despidió Anderson, echándose hacia atrás sin dejar de ver el mal comportamiento de la rubia.
Ohelia miró de reojo a Clark, fingiendo estar distraída. Notó que tenía unos labios carnosos y pequeños. Que sus ojos eran tan profundos que cualquiera se perdería en ellos, no sin antes haber pasado por sus largas pestañas que con cada parpadeo se notaba lo tupidas que eran.
—Buenas noches. —respondió Clark antes de marcharse en la oscuridad de vuelta hacia las oficinas.
Un señor regordete salió del carro del padre de Adonis para mal encararlo. "¿Cómo había conseguido las llaves del carro?" Pensó el dueño, apartándose de la puerta delantera. Hasta que recordó que antes de entrar a la comisaría dejó las llaves a la recepcionista de cabello marrón.
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Ophelia #PGP2023
Gizem / GerilimDulce como la miel, pero intensa como el whisky. Si pudiera describirla en tres palabras: ambiciosa, exquisita, y una maldita. Para Ophelia, ser una dama de compañía era más que el morbo de sentirse deseada entre los de la Elite. Convertirse en una...