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Me levanté temprano para salir a correr. Hace tiempo que no lo hacía, pero necesito despejar mí mente y encerrada en estas cuatro paredes jamás iba a lograrlo. Intenté prepararme de la manera más silenciosa posible, por que se lo brava que se pone Anne cuando la despiertan en la mañana. Odia madrugar y odia que la despierten.
Me coloque unos shorts cómodos en conjunto con un top deportivo y unas zapatillas cómodas para correr. Amarrando mí cabello en una cola baja un poco desaliñada.
A salir del hotel, vi que las calles de Mónaco estaban casi vacías. Algunas pocas personas rondaban el lugar, pero no eran demasiadas, incluso podía contarlas con los dedos de mis mano. De igual manera era algo entendible, eran las 5am ¿quien saldría a la calle a esta hora?
Mientras corría podía sentir la agradable brisa mañanera golpeando mi rostro. Era un soplo fresco que se entrelazaba con el suave sudor de mi frente, sintiéndose tan agradable y relajante. Pero a un lado de la calle, casi oculto por la vegetación, me encontré con un camino algo escondido, que tenía una hermosa vista al mar mediterráneo de Mónaco, con sus aguas azules y tranquilas que reflejaban la luz del sol naciente.
Tal vez estaba siendo imprudente al meterme en un lugar que desconozco en un país que no conozco. Sin embargo, en ese momento, la cautivadora belleza del paisaje que se desplegaba ante mis ojos silenciaba todas las voces de la precaución y el sentido común en mi cabeza. Estaba completamente cautivada por la vista tan deslumbrante que nublaba cualquier pensamiento coherente o racional en mi mente. Cada vez que las olas del mar chocaban contra las escarpadas rocas a un lado del camino, podía sentir una fina bruma de agua salada que alcanzaba mi piel, brindándome una sensación agradable. Se podía sentir el aire cargado con el aroma salado del mar, y la brisa marina que acompañaba en una perfecta combinación deleitando mis sentidos. Cerré los ojos y respiré ondo, disfrutando de la relajación que me brindaba.
Pero al abrir los ojos, mí momento de paz se acabó. A lo lejos, en lo que yo creo era mitad de camino, pude ver a un hombre alto correr hacia mí dirección desde el lado opuesto. No podía verlo con completa claridad, así que al principio entre en pánico y reducí considerablemente mí ritmo, comenzando a trotar lentamente con algo de desconfianza, reprochando me a mí misma por seguir un camino que no conocía en un país que no conocía.
Mí corazón estaba acelerado y todos los sentidos estaban en alerta. Todos los escenarios tragicos posibles e imposibles ya habían pasado por mí mente en cuestión de segundos. A medida que se iba acercando logré notar que el hombre llevaba puesto unos audífonos y llevaba un ritmo bastante animado, así que descarte de que se tratara de un asesino serial y supuse que solo sería otra persona que decidio correr por la zona, y eso me relajo un poco. Pero de igual manera no baje la guardia del todo, aún me mantenía atenta.