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Acostado en su cama, Severus se revolvió en ella de un lado a otro mientras los minutos corrían y los ruidos se apagaban. Poco a poco, el resto de sus nuevos compañeros fueron quedándose dormidos y la habitación se sumió en una oscuridad tenebrosa, otorgada por las sombras del lago, que bailaban sobre cortinas y muebles.

Severus estaba demasiado excitado para dormir. Se sentó y miró la habitación; desde muy pequeño había sentido un temor irracional a la oscuridad, aunque aquella no le resultaba del todo desagradable. Tomó su varita de la cómoda y la miró casi con cariño. Todo había pasado tan aprisa que sentía que se había perdido de algo, cualquier cosa.

-Lumos - murmuró.

Al instante, la punta de la varita se encendió, reflejando una cálida y débil luz sobre las cortinas de su cama. Lumos no era nuevo para él; lo había practicado varias veces en casa con la varita de Eileen cuando ella no lo veía y también cuando se lo permitía. Su mirada vagó por las paredes, los baúles, las mesitas y las camas. Le costaba un poco de trabajo creer que ya estaba ahí y deseo intensamente que no fuera solo otro mal sueño. Después de todo un día de viaje, después de tantos años de espera, estaba ahí, en el colegio, en Hogwarts, en una habitación en la casa de Slytherin. Siempre creyó que cuando estuviera ahí, pensaría en su hogar con melancolía, sintiendo el deseo de empacar y regresar, pero no era así. Estaba feliz. Algo ansioso, pero feliz. ¿Estaría Lily pensando lo mismo?, se preguntó. Severus revisó sus horarios en el pergamino y pudo constatar que había clases que Slytherin compartía con Gryffindor, pero no eran muchas. Y siempre estaban los descansos. Todo era posible en ese momento.

Harto de estar acostado, decidió ir a la sala común para mirarla, tranquila y sin alumnos. Salió de la habitación y caminó por el largo y estrecho pasillo a oscuras; una mirada severa y penetrante lo siguió desde uno de los retratos y cerró los párpados apenas la luz quedó fuera de su alcance. La chimenea en la sala común seguía encendida. Y la sala no estaba vacía. Había un joven sentado en uno de los sillones, absorto en la lectura de un libro. Bebía una taza de té, tranquilamente reclinado frente a la chimenea encendida y su melena albina caía sobre uno de sus hombros.

-Es muy tarde para que estés levantado. Si no duermes, mañana llegarás tarde a tus clases.

Severus se detuvo en seco cuando intentaba regresar sin ser descubierto. Lucius se enderezó en su asiento para verlo mejor y echó su cabello a la espalda con un ademán de la mano. Fue un gesto que lo cubrió de soberbia.

-Amycus tiene métodos poco ortodoxos para levantar a los rezagados.

-¿Eso está permitido?

-Deben aprender de alguna forma. Estás haciendo Lumos...-señaló

Severus miró su varita encendida y la bajó de inmediato.

-No puedo dormir y quería estirarme -se excusó.

-¿Sabes hacer más cosas?

-Sí, conozco algunos hechizos y maleficios -contestó -. También sé hacer algunas cuantas pociones.

-¿Maleficios? -rió Lucius -. ¿Esa te parece una buena carta de presentación?

-De alguna forma debo aprender.

Lucius sonrió ampliamente y dejó la taza sobre la mesa.

-¿Cuál es la poción que mejor sabes hacer?

-Veritaserum.

La sonrisa de Lucius se congeló.

-No es cierto.

-Lo es. Mi madre me enseñó. Me dejaba hacer pociones con ella.

Lucius cerró el libro de golpe. Se levantó del sillón y lo botó ahí. Se acercó a Severus con las manos en los bolsillos.

-¿De dónde es tu familia, Severus?

Severus tragó saliva; había esperado que nadie le hiciera esa pregunta esa noche.

-Vivo en Cokeworth. Es un pueblo insignificante y pequeño, nada agradable.

-¿No?

-No, en absoluto.

-Hay muggles cerca, imagino...

-Sí, bastantes -masculló, pensando en Petunia Evans.

El silencio casi aplastó a Severus después de ese comentario. La glacial mirada de Lucius se fijó en él por un largo momento. Severus se movió nerviosamente, intentado descifrar que era lo que pensaba en esos instantes de su persona, pero no logró más que bajar la propia hacia la suela de sus zapatos.

-Eres mestizo, ¿verdad? -dijo Lucius, con un extraño tono de voz -. Mestizo...

-No me hace feliz, si es lo que crees -soltó Severus. Se irguió nuevamente y enfrentó la mirada del prefecto-. Mi madre fue Slytherin. Incluso fue Premio Anual de Pociones.

-Debió conocer a Slughorn.

-Por supuesto. Ella estuvo en su club.

-¿Tu madre fue una eminencia? -preguntó Lucius -. ¿Cómo se llama ella?

-Eileen Prince -contestó Severus.

-¿Prince? -repitió Lucius. Parpadeó pesadamente. La expresión de sus ojos mostró algo que Severus no alcanzó a comprender-. Me suena. Puede que alguna vez haya visto a Amycus pulir una placa con ese nombre. Ahora que lo recuerdo, hubo un Prince que fue compañero de mi padre aquí en Hogwarts. Quizá sea tu abuelo, ¿no?

-Es probable...

-¿No tienes relación con ellos?

-Ellos no aprobaban el matrimonio de mi madre. Querían que se casara con un mago y no un muggle, por lo tanto dejaron de hablarle -contestó muy rápido.

-Yo habría hecho lo mismo -comentó Lucius -. ¿Hay un premio aquí con el nombre de alguien de tu familia, dices?

-Mi madre. Premio Anual de Pociones.

-Qué lástima -dijo Lucius, regresando sus pasos distraídamente hacia el sillón.

Severus se dio cuenta perfectamente por qué lo dijo. Le enervó la idea de que insultara a su madre, pero se reservó cualquier grosería; no iba a terminar la primera noche peleando con un prefecto.

-¿Y tú, Severus? ¿También serás una eminencia? ¿Tienes talento?

Severus se irguió, altivo.

-Sí. Mucho.

-¿De verdad? -el tono burlón de Lucius irritó a Severus -. Que mal que hayas elegido esa palabra. Porque ahora muero de ganas por comprobarlo.

No dijo nada más por un largo momento. Luego levantó su taza y bebió un pequeño sorbo.

-Ve a la cama.

Severus obedeció de inmediato. Regresó por el pasillo oscuro con malestar y los puños apretados. Conocía un poco a la familia Malfoy. Eileen alguna vez le habló sobre ellos, mientras Severus hojeaba un deteriorado libro de genealogía mágica. Tenían fama de ser aristócratas, coleccionistas y pedantes, además de cierta inclinación por las Artes Oscuras. Lucius mismo ofrecía una impresión no muy alejada de su reputación. Llevaban la arrogancia en la sangre. Y Severus no estaba dispuesto a ser juzgado solo por ser el hijo de Tobías Snape. Antes que él, su madre era bruja y también una excelente pocionista. Y si Lucius Malfoy creía morir por conocer sus habilidades, se dijo Severus, moriría del todo cuando supiera de qué era capaz.

Snape gang!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora