ᴠɪɪɪ

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—Mi abuela me dijo que solo los demonios son inmunes al fuego—pronuncia Ciro en voz baja y con un toque de misterio

—Los... dragones también lo son—Señala un joven a su lado.

—Solo por fuera—Respondió Ciro—Algunos...

—Ustedes dos cierren el hocico—Habló de forma severa el capitán, los dragones habían murmurado muchas cosas entre ellos desde el suceso del agua y muchos otros cuestionaban la extraña marca en el hombro.

Hipo ahora mismo movía sus manos dentro de la fogata en una danza íntima con el fuego, Cynder estaba detrás de él observando en silencio, ocultando la preocupación que burbujeaba en su pecho.

—Tal vez es un don de los dioses, ellos suelen regalarles poderes a los mortales—Susurró Ciro a su compañero de al lado.

—Pero siempre existe una razón ¿no?

Hipo retiró sus manos, ni una sola herida; la marca en su hombro se había calmado y ahora solo quedaba una media luna de color rojo, la gota que antes se reflejó había desaparecido.

—Papá, dijo que lanzaron una maldición cuando era un bebé—

—¿Una maldición de los dioses? — preguntó Ciro y Cynder le dio un codazo en las costillas frenando su emoción.

—¿Qué clase de maldición? —Preguntó el capitán, ignorando al dragón que se retorcía atrás de él.

—No lo saben... Bocón dijo que buscaron en todos lados, pero jamás hallaron una respuesta y aun hay cosas que no me han contado—respondió exhalando con los hombros caídos.

—Seguro que fueron los dioses—volvió a murmurar Ciro a su compañero y Cynder frunció el ceño en su dirección, el dragón agachó la cabeza esperando el próximo ataque, pero no llegó.

Hipo se levantó del suelo y sacudió sus pantalones—Debo, avisarle a mi padre.

—Seguro cariño, te acompañaré hasta el puente— dijo Cynder mientras colocaba una mano sobre su hombro libre de la extraña seña.

El capitán se levantó de su roca, sacando de su espalda a los jóvenes que se acomodaron sobre él para observar con curiosidad al vikingo, caminó hasta el pequeño revolviendo su cabello con diversión —Te daré el día libre mañana, quédate en tu casa y que los adultos cuiden de ti.

—Gracias capitán—respondió el vikingo con una sonrisa, Cynder lo tomó de la mano y se encaminaron al puente, Hipo se alejó despidiéndose de los dragones moviendo su mano.

Hipo y Cynder desaparecieron en medio del bosque, Serkan mantuvo su mirada en su dirección, a su espalda podía sentir la inquietud de sus dragones.

—Entonces... ¿Los vikingos son a prueba de fuego? Eso explica porque son tan difíciles de matar.

—Vuelvan al trabajo...—Los dragones se separaron y cada uno se concentró en su labor; Soren había mirado todo desde una distancia prudente pero incluso el capitán podía notar su molestia.

Ciro sin embargo se quedó aun en su lugar.

—¿Por qué no vas a ayudar a tus compañeros? —Preguntó el capitán acercándose

—No pudimos despedirnos de Hipo

—Es mejor así, por su bien y por el nuestro

—Pero se sentirá triste

—Ve a ayudar a tus compañeros

Ciro agachó la cabeza y caminó desanimado hacia un grupo, en el poco tiempo el pequeño vikingo se había ganado el aprecio de los dragones. Iba a echar de menos los dulces que solía traer y las bromas que le jugaba. 

El guardián dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora