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—Un Nadder le prendió fuego a los pantalones de Groth fue gracioso verlo correr por la aldea — dijo Bocón animado mientras removía el carbón encendido del horno. Hipo regresó al trabajo en la fragua 2 días después del ataque, según su padre sería mejor si Bocón se encargaba del trabajo de limpieza el solo y así él no se lastimaría con las armas, en resumen "Hijo no estorbes"

Aunque el descanso no le molestaba las mentiras maquilladas de su padre sí.

El ataque de los dragones al igual que siempre dejaron múltiples daños y con eso mucho trabajo, los vikingos caminaban del bosque a la aldea casi todo el día cargando recursos para las reparaciones. Hipo dibujaba con un pedazo de carbón en una vieja libreta con hojas amarillentas escuchando vagamente las historias de su viejo amigo, las cuales llevaba repitiendo cada 2 horas.

—Suena gracioso—dijo en Hipo sin poner atención a la historia pero Bocón no parecía darse cuenta de ello, en la mente del pequeño vikingo había una cuenta regresiva de la última vez que Tooth y él se vieron, 1 semana 12 horas y... ¿26 minutos tal vez? Estar sentado escuchando las historias y chismes era un poco aburrido.

La fragua nunca cierra a excepción de las fiestas, deben estar atentos a las necesidades de los guerreros y... aunque no haya nadie que requiera de sus servicios, lo que es algo muy frecuente, alguien debe estar ahí aunque sea limpiando las cenizas y avivando el fuego.

Hipo empezó a trabajar desde que tenía 5 años, ordenando armas y limpiando el lugar hasta que tuvo el porte para afilar armas. Para empezar él ni siquiera quería trabajar en la fragua, recuerda como su padre le quitó su peluche favorito aquella mañana con la condición de devolvérselo si iba a la herrería sin llorar.

No, los niños de 5 no saben de negocios, por lo menos Hipo no lo vio de esa forma, en su pequeña cabeza solo había una palabra "Secuestro". Estoico se convirtió en el centro de atención de la aldea mientras cargaba a un niño llorando bajo su brazo y en el otro un peluche de dragón.

A pesar de eso Hipo no podía quejarse, ahora tenía un buen motivo para no estar en casa y la compañía de Bocón era agradable.

—Y luego un cremallerus voló en pedazos el granero... pero nada me dolió más que ver los barriles de cerveza derramarse en el piso, si vuelvo a ver a aquella bestia lo tomaré de sus dos cuellos y los partiré a la mitad esta vez mancharé el suelo con su sangre—dijo apretando su puño con un gruñido.

— Bocón—Dijo mientras giraba en su asiento para mirar al mayor— ¿Crees que haya más personas como yo?

— ¿Ah?—Dudoso de la pregunta se regresó al horno removiendo el carbón encendido—Claro que sí, ahí están los gemelos, el mocoso de Patán, el-

—No, no, hablo de... bueno como yo—su voz fue bajando y solo miró al viejo hombre con preocupación

Bocón guardó silencio mientras su mirada bailaba, abrió la boca sin decir nada balanceando un poco el fierro encendido en el aire buscando las palabras adecuadas, no quería sonar duro pero tampoco buscaba dar alas a una ilusión imposible.

—Hmm... Hipo bueno, tal vez—dijo escéptico—El mundo es grande...

El niño lo miraba en espera de algo más bajo un incómodo silencio, desvió su mirada al suelo y bajó de la silla en dirección a la salida.

—Eh... Hipo—Bocón trató de acercarse al pequeño antes de que este se fuera.

—Iré a caminar al bosque no te preocupes—Le dio una sonrisa y con eso salió corriendo de la herrería, no estaba triste, pero tampoco feliz, se sentía más bien asustado y un poco extraño.

El guardián dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora