En el pueblo vecino, a dos días de camino, vivieron hace algún tiempo los Iero, si bien no eran ricos, el trabajo del padre como agente inmobiliario les permitía llevar una vida sin tanto trabajo duro.
A su negocio llegó una carta desde Transilvania, el distinguido conde Way buscaba una residencia y el señor Iero había elegido dos lugares perfectos, uno era el castillo cuya vista daba directamente a su casa, el otro lugar, en el poblado vecino, constaba de un palacete en las montañas rodeado por bosque y apenas una vieja granja que mediaba el camino entre éste y el pueblo.
Se despidió de su familia y emprendió el camino hacia la tierra de los fantasmas y demonios. Al conocer al conde, se impresionó por la juventud y simpatía que emanaba, envidiaba la suerte de aquel hombre cuya edad sería tal vez un par de años más que su hijo mayor y cuya fortuna podría comprar a toda una ciudad si así lo quisiera, incluyendo a las personas.
–¿Puedo preguntar, si no es mucha molestia, dónde están sus padres su excelencia?.– Preguntó el viejo Iero mientras cenaban
–Muertos, víctimas de una extraña peste.– Contestó el muchacho, por su palidez y rostro ojeroso Iero no dudaba de que estuviera contagiado también y por un momento pensó en retirarse.– ¿Puedo preguntar si tiene usted familia?
–Esposa y dos hijos.– Habló mientras servía un poco de vino y cortaba algo de pan, jamás en su vida volvería a comer de esa manera, aquel banquete era digno de un anfitrión como el suyo.
–¡Tenga cuidado!.– Advirtió el pelinegro notando que el hombre se había cortado y sangraba un poco.– La sangre, es algo muy valioso en estos días.– Habló con fingida calma.
–Lamento importunarlo mi señor.– Dijo con recelo por la actitud de aquel prepotente mocoso que no hacía más que taparse la nariz como si su sangre apestara por ser de menor rango.
–¿Le parece si pasamos a la parte donde me muestra las propiedades?
–Creí que su excelencia querría revisarlos mañana temprano
–Aún hay tiempo, y yo durante el día prefiero dormir
–Entiendo.– Habló Iero sumido en la amargura por haber nacido en circunstancias que no le permitían más que trabajar todo el día en lugar de descansar como ese jodido conde.
Procedió a sacar los contratos donde se describían las propiedades y el valor de cada una, temeroso de que el conde notara las pésimas condiciones de los inmuebles y lo pretencioso de la comisión que recibiría.
–¿Quién es él?.– Preguntó curioso el chico pálido, tomando entre sus manos un relicario con la foto de Frank hijo.
El señor Iero, apenado por las ridiculeces que se tomaba su hijo al mandarle esas "cursilerías" procedió a disculparse.
–Lo siento señor, no sé cómo llegó esto aquí
–Pregunté quién es el muchacho del retrato
–Sólo es mi hijo
–¿Vive con usted?
–Me apena decir que sí, por motivos de economía no podré matricularlo en la universidad
–Tiene un bonito cuello.– Contestó conteniendo sus deseos de elogiar a aquel ser angelical del retrato.– Compro ambas casas.– Sentenció sin leer siquiera los contratos.– Le daré dinero suficiente para que comiencen las reparaciones en el castillo cuya vista da hacia su casa.– Dijo sin dejar de ver al joven retratado.
–Pero...
–¡Nada! Quiero trasladarme cuanto antes.
Iero regresó a casa, convencido por el aspecto de aquel conde de que moriría tarde o temprano, gastó hasta el último centavo en ganado, la granja del pueblo vecino y derrochó en lujos y placeres.
La felicidad de aquel lugar cambió repentinamente con la llegada de la extraña peste, la gente desaparecía por días y era encontrada en el bosque, desangrados con unas extrañas marcas en el cuello.
La histeria colectiva se adueñó de aquel lugar, no era una peste sino una bestia, algunos aseguraban haber visto a una criatura entre los árboles del bosque, como un demonio milenario enviado por castigo de Dios por los sacrilegios cometidos en nombre de la ciencia, otros decían que era una bestia salvaje aún no descubierta por la ciencia. Pero Linda Iero no compartía ninguna de esas opiniones, ella había visto a ese ser acechando por su ventana todas las noches.
Su marido, un hombre ignorante y muy cerrado al mundo y la ciencia detrás de este no creía en las historias de su esposa, cada mención del tema era una paliza segura.
–¡Ya es suficiente con haberme dado a un fenómeno como hijo, ahora debo escuchar tus locuras!.– Gritoneaba al mismo tiempo que azotaba a su esposa.
Una de esas noches, hastiado por los desvaríos de su mujer, tomó su escopeta y el brazo de la esposa para encaminarse al bosque, fuera demonio o animal, estaba resuelto a acabar de una vez por todas con aquel ser si es que existía.
Le pareció ver un animal escondido entre los árboles, no los notó y agradeció que así fuera pues vió asustado como aquel ser tenía apariencia humana, de no ser por las uñas similares a garras, las orejas puntiagudas y los colmillos relucientes le habría parecido un ser humano común y corriente, aunque raquítico y con mechones de pelo que resaltaban la piel calva.
Aún más asustado, vió como este ser pálido devoraba la sangre de un bebé que llevaba en brazos, para luego internarse en una cueva escondida entre los matorrales, dejando las partes desgarradas del pequeño cuerpo adornando macabramente el suelo.
Intentó apuntar con su arma y disparar, pero un escalofrío recorrió todo su cuerpo cuando sintió un gélido aliento detrás de él, seguido de una mano que lo sujetaba fuertemente del hombro y con un susurro que más bien parecía gruñido el ser le advirtió que se marchara, pues estaba demasiado satisfecho y prefería esperar hasta la siguente noche para beber su sangre en lugar de desperdiciarla matándolos en ese instante.
Aquello bastó para regresar a su casa, tomar la mayoría de sus pertenencias y huir al poblado más cercano. A los nuevos vecinos les habló de una peste que los hizo perder todas sus cosas, su esposa les habló de un monstruo que acechaba por las noches y con quien seguía soñando.
Unos meses de palizas fue lo que Linda soportó antes de decidir marcharse, se prometió a sí misma enviar por sus hijos en cuanto tuviera algo de estabilidad financiera, sin embargo, con el pasar de los meses no regresó jamás.
El señor Iero culpó a todas las circunstancias menos a sí mismo sobre la huída de su esposa, se amargó más su carácter y se obsesionó de manera enfermiza con aquél ser, jurando matar a la bestia.
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Vampires will never hurt you
Fanfiction"And if they get me, take this spike and You put the spike in my heart!" 🫀🩸 Cómo el grito nocturno de un ave de mal agüero, así quizás suene la palabra "Nosferatu", pero guárdate de pronunciarla o las imágenes de la vida se desvanecerán en las som...