IV

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Crucé el callejón, ya no sentía la mirada pero si la presencia. Me limité a ir a casa de unos viejos amigos que quedaba cerca, me sentía insegura y no planeaba ir a mi casa que quedaba cinco veces más lejos. Llegué a la casa y toqué el timbre, esperando que estuvieran en ahí. Abrió la puerta el hermano de mi amigo Juan Pablo, Jesús era un chico de diecinueve años del que hubiera sido amiga hace un par de años, cuando todavía el estaba en la secundaria.

—¡Hola! ¿Vos sos la amiga de mi hermano?

—Si. . . ¿Puedo pasar? ¿Está el en casa?

—Si, si, pasá, sentite como en casa.— El se corrió para que yo pasará.

—Gracias.

—Juan está arriba, vos andá, no está haciendo nada malo. —Dijo mientras reía, me terminó contagiando.

—Dale, gracias.

Fui subiendo las escaleras, toqué la puerta haciendo el típico ritmo que mínimo una vez escuchaste cuando eras un pendejo y el abrió al segundo de terminarlo.

—¿Vic? Hola, ¿Qué hacés acá?

—Nada, sólo, nesesito hablar. —Juan era una personalidad difícil de encontrar, era esa persona que te escuchaba y sólo da consejos cuando los pedís, y por alguna cuestión, siempre tiene razón, y es mi mejor amigo.

Me invitó a sentarme en la cama y se sentó al lado mío.

—¿Qué pasó ahora?

—Siento que me siguen, que me miran, ahora mismo siento como si hubiera alguien mirando a través de la ventana. . . —Dije mientras levantaba la mirada y la dirigía directo a la pequeña ventanita que había en la pared y el la seguía. —Esto empezó ayer a la noche.

—Mmh. . . ¿No has tenido pesadillas? Quizás es eso. . .

—Sólo recuerdos, malos recuerdos, como siempre. . .

— Bueno, no tengo idea de que puede ser che. —El miró la ventana otra vez, pero tampoco había nada.— Cuidate, por si las dudas. . .

— Si. . . ¿Cómo te va a vos?

— Bien, bien, no he echo nada últimamente.

—Si. . . Yo tampoco.

—¿Te parece quedarte a cenar? Vamos a ir a un barsito de por ahí.

—Claro, yo pago la mía.

—¿Creíste que yo la iba a pagar?

—Que hijo de re mil puta. —Dije mientras reía.

—Yo también te quiero.

Hubo un silencio en el que aproveché para tirarle una mirada asesina.

—La val se enojó conmigo ayer. . .

—¿Por? ¿Es por un pibe?

—No lo sé, le estaba hablando de un pibe y ella me preguntó el nombre, y yo le digo, y ella se pone de histérica de como se veía y que si tenía una banda, o que se yo, y yo le digo "Que te importa" en forma de chiste, y me dice que se tiene que ir, y yo le pregunto que por qué, y ella me dijo lo mismo pero gritando, y se fue.

—Chu. . . Bueno, ya se le pasa, ahora, ¿Qué pibe?—Nos quedamos en silencio durante dos segundos.

—Estoy conociendo a un chico ahora. —Dije tratando de evitar el silencio.

—Epa, eso no es "no he echo nada". —Dijo levantando y bajando las cejas.

—Shh. . .—Dije mientras ponía mi dedo índice en mi boca. —Se llama Gustavo.

El se levantó y fue a buscar algo en su mesita de luz.—¿Y es lindo? ¿Cuántos años tiene?

—No estoy buscando pareja. . .

—Ya sé, nena, yo sé cuando me mentís. —El trajo dos chocolates snikers y me dió uno. —Mínimo es lindo ¿No?

—No te miento. Y si, algo. . .

—¿Cómo es? Describí piba.

—Bueno, tiene rulitos, es alto, más que vos, y ojos azules.

—¿Más alto que yo? ¿Qué es? ¿El hermano de Gabriel?

—Es el primo. —Mordí el chocolate.

—¿Joda no?

—No. Enserio es el primo.

—Que boluda, ¿Te lo presentó el?

—Si. . .

—Pero sos una pelotuda ¿No? Todos los pibes que te presentó el son una basura.

—El parece buena persona. . .

—Yo no te voy a decir nada, pero vos hacé lo que se te cante el orto. —Puso los ojos en blanco. —A lo mejor el si es bueno.

—Si, si. El toca en una banda.

—Ah, mirá, ¿Qué banda?

—Se llama Soda Stereo.

El me miró impresionado. —¿El de soda? ¡Esa banda se está volviendo re famosa ahora!

—Si, me lo dijeron. Todavía no la escucho, sólo conozco un par de temas. . .

—Alto caramelito che. —Dijo levantando las cejas y haciendo que me sonroje.

—¡No! ¡Basta pelotudo!

—Bueno, bueno.

—¡JUAN! ¡NOS VAMOS! ¡ARREGLATE!— se escuchó desde abajo que hablaba Jesús.

—¡BIEN!—El me abrazó con su brazo sobre mis hombros y bajamos. —Che, la Viky viene con nosotros. Ella paga lo suyo, no te preocupes.

—Ey, no soy tan tacaño.

—Ajá.

Empezé a reír junto a Juan, a su hermano no le causó tanta gracia.

Salimos de la casa y nos subimos al auto, Juan y yo atrás y Jesús conducía hacia un bar al que habíamos ido un par de veces, el bar era lindo, estaba en un lugar medio peligroso, pero estamos en Argentina y todo es medio peligroso así que no le tomé importancia. Pedimos unas empanadas como entrada y pizza de fugazzeta para todos. Nos pusimos a comer y la presencia volvió, pero esta vez se sentía mucho más cerca, algo me miraba, miré para todos lados, pero no había nada ni nadie mirándome.

S I G N O S - Gustavo Cerati Y Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora