VII

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Victoria:

Gabriel me llevó hasta la plaza y después se fue a jugar al fútbol, ella me esperabade espaldas en una banca mirando a los nenes jugar en el pasa manos. Tragué saliva y me senté al lado suyo. Ella me miró con seriedad.

—¿Qué nesesitabas Val?

—Nada, nesesito hablar con vos. . .

—Ajá.

—El chico. . . ¿No tendrá una banda llamada Soda Stereo no?

—. . .— La miré sería. —Si, Gustavo es el cantante y guitarrista, ¿Por?

Ella me miró mucho más sería que yo. —Nada, sólo. . . Nada.— Ella volvió a ver a los nenes. —Cuidate nada más, los rockeros. . . No sé si el te conviene.

Bufé. —Emm. . . ¿Bueno?

Tuvimos que esperar dos horas y media para que volviera Gabriel y me llevara al ensayo de los chicos otra vez. Llegamos al ensayo y nos encontramos con Gustavo, Charly y Zeta tomando cerveza mientras comían una pizza de fugazzeta.

—¡Gustavo! ¡Sos un hijo de puta! ¡no me invitaste a comer!

-Y bue, ¿qué queres que haga?- Dijo y mordió un pedazo de pizza. -¿Quieren? Tenemos una más.

—¡Si!— Respondí yo y me senté al lado suyo.

La pizza estaba riquísima, amo la pizza de Fugazzeta. En un momento Gabriel y Gustavo empezaron a pelear por no sé qué. Gustavo cuando la pelea se puso brava automáticamente agarró el galón de soda y apretó el gatillo haciendo que Gabriel se empapara todo.

Todos estallamos de la risa por la escena, sobre todo Zeta, como siempre.

En ese momento sonó el teléfono del quincho de Gabriel. El fue a atender, sólo sé escuchó como tenía una discusión con su madre y hablaban de mí. Cuando cortaron el se acercó a mí.

—Viky, tus padres vuelven mañana, al final tuvieron un contratiempo y vana a volver mañana.

Salté de la silla. —¿Por qué tienen que volver? ¿Les pasó algo malo?

—No, no, sólo que tu mamá. . . Mejor no digo nada, que te lo digan ellos.

—¿Qué? ¡¿qué mi mamá que?!

—No es nada malo, pero no pueden estar en donde estaban ya.

Tiré un suspiro. —Está bien, entonces tengo que ir a ordenar la casa.

—¡Uuh! ¡Dale! Quédate un ratito. . .

—Ehhh. . . ¿Me reciben? A las seis me voy si.

—¡Está bien!, obvio que te recibimos nena.— Dijo Gustavo.

—¡Si! No preguntés idioteces.— Habló  Zeta.

—Bueno, bueno.

—Che, yo me tengo que ir, mi mamá me cagó a pedo boludo.

—¿Por?

—¿Qué se yo?— Dijo saliendo por la puerta.

—¡Chau!

—¡Adiós!

El resto del día nos la pasamos charlando y jugando a las cartas. Al final no me fui a la casa a las seis, ya eran las doce de la noche. Zeta y Charly se fueron porque tenían que ir a ver a un amigo suyo.

Gustavo y yo fuimos a la terraza a ver el cielo negro lleno de estrellas. A mí me encanta todo lo que tiene que ver con el espacio, así que le fui señalando y diciéndole los nombres de constelaciones y estrellas que se llegaban a ver en el cielo, hay demasiada luz como para que se vieran del todo y bien.

Estábamos acostados mirando el cielo.

Cuando se empezó a oscurecer Gustavo me señaló una estrella que parecía ser la más brillante de la noche.

—Mirá, esa es la estrella más brillante en el cielo. Hay que pedir un deceo ahora.— Dijo Gustavo.

—Gus. . .— Yo me comenzé a cercajear fuertemente. —Ese es Venus. No es una estrella realmente.— Seguí carcajeando.

Gustavo se puso algo rojo por la vergüenza. —¿Cómo iba a saber yo eso? Ñoña.

Yo seguía riendome. —Sos un boludo.

Cuando pude calmar la risa me puse de costado para verlo a los ojos. El hizo lo mismo. Fueron más o menos cinco minutos mirándonos a los ojos, esos ojos azules que tanto hipnotizaban a cualquier mina que los viera. Cada segundo nos acercabamos más el uno al otro. Nuestras respiraciones chocaban entre sí, terminamos fundidos en un ardiente beso. Creo que no debería hacerle caso a Valentina.

Gustavo y yo nos sentamos sin dejar de besarnos. Gustavo me sentó encima de el mientras me agarraba de la cintura y me pegaba a su cuerpo.

El beso se ponia cada vez se ponía más y más intenso. Gustavo se separó y empezó a besar mi cuello, provocando que gimiera.

Se separó —¿Te gusta, nena?— Volvió a besar mi boca.

Depsues de un minuto nos separamos, no por falta de aire, si no porque escuchamos un ruido en la parte de abajo del quincho. Gustavo y yo nos miramos con miedo.

Bajamos las escaleras buscando explicaciones del ruido, sospechábamos que podría ser Gabriel, Zeta o Charly que llegaron. Pero no, había entrado. . . ¿Valen?

—¿Val?

—¡Emma! ¿Viste a Gabrie. . .?— Ella miró a Gustavo de arriba a abajo y después me miró a mí. —¡¿Qué fue lo que te dije Victoria?!— Dijo enojada.

—¿Qué tiene de malo? No estamos haciendo nada.— Miré a Gustavo, el me miró con cara de "¿Nada?" y me señaló la boca mientras subía y bajaba las cejas.

—¿Qué?— Me pasé el brazo por la boca. Nada. —¿Qué?

—Nada, nada. . .

—¿Entonces qué hacés acá, Victoria?

—Nada, ¿No puedo pasar el tiempo que me queda con mis amigos?

—¿Y Zeta y Charly? ¿Por qué solo vos y Gustavo? ¿Eh? ¿Eh?

—¡Dale! Zeta y Charly salieron.

—¿Y Gabri?

—Lo cargaron a pedo.

—Ajá.

S I G N O S - Gustavo Cerati Y Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora