XXVII

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Lucid Dream

❝Vestido❞

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─Este lugar me hace sentir menos enojada ¿Sabes? ─ Dijo Mina con una sonrisa que denotaba melancolía.─ Quisiera estar aquí para siempre.

─Oh... Algún día vendrás, no te preocupes, Minari. Pero por ahora debes vivir lo que tengas que vivir... ─ Chaeyoung, desde el otro lado del cristal, solía charlar con Mina. La extrañaba tanto. Extrañaba su voz, la cual aún no podía escuchar bien por culpa de ese maldito cristal. Extrañaba su tacto, el cual se le era privado por ese panel transparente. Lo que más extrañaba eran sus besos. En serio deseaba poder probarlos una vez más. Hace 68 años que no podía hacerlo.─ Y cuando llegues, aquí estaré.

─Chaeyoung, me duele tanto no poder pasar ya mismo este cristal.─ Habló la japonesa, apoyando su mano en éste.─ Ha pasado demasiado tiempo. Yo tenía 21 y tu 19. Ahora yo tengo 89 y tu sigues teniendo 19.

─No te creas, Mina. Yo también he cumplido años. Nomás que aquí no lo puedes notar. ─Dijo Chaeyoung con una sonrisita.─ Ademas, yo te sigo viendo igual de joven que siempre.

Era verdad. En el mundo de los sueños, ellas no envejecían. Ni una arruga en sus rostros juveniles.

Cuando Mina despertó, abrió los ojos con dificultad. Se levantó a duras penas de aquella cama en la que yacía acostada y soltó un quejido por los dolores que sentía en sus huesos.

Ella creía que era algo cruel que se hayan llevado a Chaeyoung a los 19 años y ella, rozando los 90, siguiera viva.

Mina jamás pudo seguir adelante. No romanticamente, al menos. No había vuelto a enamorarse. Se dedicó únicamente a su carrera de bailarina. Amaba darle clases a los niños pequeños, ya que le hacían pensar en cómo hubiese sido si ella y Chaeyoung hubiesen tenido hijos. Amaba a los niños.

Ahora ella ya era una jubilada. No tenia a nadie quien la cuide, se valía por sí misma. Se acercó al espejo a arreglarse un poco. Su rostro estaba tan arrugado y su cabello era prácticamente blanco. Sus ojos se habían tornado ligeramente grises y opacos por la edad. Ya no veía muy bien.

Se arregló, se puso un lindo vestido y salió de su casa. Hoy hacían 68 años desde que Chaeyoung falleció. Todos los años llevaba una canasta al cementerio y hacía un pequeño picnic con ella, junto a su tumba. Miraban el cielo juntas y, siempre, el 4 de Enero, el atardecer se volvía anaranjado, rosa y con pequeñas pizcas de violeta. Todos los años Chaeyoung se esmeraba en una nueva pintura en el cielo, la cual se la regalaria a los envejecidos ojos de Mina.

Ese día hicieron su picnic como de costumbre, como todos los años. Mina se sentaba a un lado y servía los aperitivos favoritos de la coreana. Si bien, Chaeyoung no estaba allí físicamente, Mina podía sentirla. Ella estaba en cada momento importante de su vida, siempre cuidándola, como cuando la japonesa había tenido un accidente automovilístico, milagrosamente había salido ilesa. Le atribuía ese hecho a Chaeyoung. También cuando, en una presentación de baile, estuvo a punto de caerse del escenario, pero sintió una mano tomarla del brazo y evitar que se desplomara. Al mirar a los lados, no vio a nadie.

Se recostó junto a la lápida de la menor, observando el cielo una vez más. Esta vez, Mina no pudo creer lo que veían sus ojos. No sabía si simplemente era la vejez
jugándole una broma o si estaba viendo bien. En el cielo apareció una aurora boreal, como la que le mostró Chaeyoung en sus primeros encuentros.

Por algún motivo, eso la hizo sentir mucha pero mucha calma. Cerró los ojos unos segundos y suspiró. Al abrirlos, vió unas flores danzando suavemente a su alrededor. Se levantó cuidadosamente, con miedo de lastimar su vieja cadera y, para su sorpresa, no le había dolido. Se sentía como nueva.

Miró su cuerpo y se veía joven de nuevo. Llevaba un hermoso vestido blanco e iba descalza. Sus cabellos, negros como la noche, estaban largos y sueltos, siendo sacudidos por el viento, el cual jugaba entre sus mechas.

Miró alrededor y notó una figura acercándose hacia ella. Su corazón comenzó a latir con fuerza al ver aquellos ojos atigrados de color chocolate, ese cabello castaño y ese hoyuelo mostrándose, adornando esa linda sonrisa.

Se pararon una frente a la otra, mirándose detenidamente con miedo de que todo fuera una ilusión. Mina dio el primer paso y luego otro, así hasta estar frente a frente con Chaeyoung.

─Hola Mina, soy yo, Chaeyoung. ─Dijo la más joven con una linda sonrisa y lágrimas en los ojos. Mina la abrazó, al fin sin ese cristal separándolas, dejando notar lo mucho que la había extrañado. La abrazó y la besó tanto pero tanto, que el cielo se tornó de colores rosados.

─Chaeyoung, te amo. Mucho.─ Soltó Mina sin dudar por ningún segundo de aquellas palabras. la amaba.

─Yo también te amo, Minari. ─Ambas con sonrisas en el rostro, se dieron otro beso, esta vez más tranquilo, sin tanto desespero. Total, ahora tenían todo el tiempo del mundo.

Comenzaron a caminar tomadas de la mano. Chaeyoung iba a mostrarle el lugar en el que juntas pasarían su eternidad. Parecían estar yendose caminando hacia el atardecer.

─Chaengie, cumplí tu sueño. ─Dijo Mina, sin dejar de caminar.─ Ahora me puedes ver con un vestido blanco, sonriendo por tí.

Fin <3

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ʟᴜᴄɪᴅ ᴅʀᴇᴀᴍ | ᴍɪᴄʜᴀᴇɴɢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora