Los chicos y chicas de Bermont estaban disfrutando de la magnífica velada que Lady Clisegart había prometido. Y esta vez, no había sido más que especulativa, en realidad, era una fiesta magnifica. Había varias orquestas entonándose en varias instancias de la casa, los aperitivos eran deliciosos al igual que los ponches y bebidas refrescantes que se vanagloriaban en las mesas a los extremos de las habitaciones. Los meseros se paseaban entre la gente entregando copas de champagne o vinos de la elección de los invitados. Los cientos de personas caminaban sonrientes y petulantes entre los grupos sociales que se dividían notoriamente entre la fiesta.
Entre la música, los bailes y las comidas. Un grupo de singulares señoritas, de hermosa estirpe y variada personalidad, se congregaba en medio de un salón, no importándoles por supuesto ser el centro de atención, a pesar de que dos estuvieran casadas, seguían siendo unas beldades de Londres, y junto con sus dos compañeras que continuaban disponibles, eran un blanco de admiración y respeto, intimidando a los más valientes.
— ¡¿Qué Charles dijo que?!— grito una rubia llamando la atención de las personas de alrededor.
— Tranquilízate Elizabeth— le toco los hombros Annabella, intentando serenar a la mujer.
— ¡No me calmo!
— Sabía que era un error contarle— Marinett se tocó las sienes, experimentando un fuerte dolor de cabeza.
— Nada de eso— se quejó la joven –Es importante que me digan a detalle lo que escucharon.
— ¿De qué hablan? — para mala suerte de Robert, había llegado en el momento cúspide del desenfreno de Elizabeth.
— ¡Ah con que ahí estas! — le dijo ominosamente.
— Ahora que ocurre— dijo cansinamente a su mujer.
Adam también llegaba en ese momento, posando una mano sobre la cintura de su esposa, quien únicamente se veía divertida al contemplar a su prima en el borde de la histeria.
— ¡Me estas engañando! — reprocho la rubia.
— ¿Qué? — Robert levanto una ceja sin entender la acusación.
— Si... tu maldito...
— Entonces te engaño— el hombre la interrumpió y asintió — ¿Puedo saber con quién? Y si es posible, ¿Quién me hizo el favor de meterte la idea?
— En realidad se la metió ella sola— sonrío Katherine –Mis primas nos contaban una de las sandeces que a veces dice Charles y ella simplemente exploto.
— ¡No digas eso Kate! ¡Si ha dicho que Adam también te engaña! — le recordó a la pelirroja.
— ¿Qué? — pregunto esta vez Adam viendo a su mujer.
— Es una tontería— le quito importancia Katherine.
Los dos hombres se miraron intentando entender el problema, tal parecía que Charles les había metido la idea de algo estúpido, y ahora los que tenían el problema eran ellos, bueno, más bien Robert, Katherine parecía relajada, incluso divertida.
— ¡Ya basta cacatúa sin cerebro! — exploto por fin la hermana mayor de la rubia –Dijimos que Charles solo especulaba, nadie dio pruebas, ni siquiera él.
— Pero si lo dijo....
— Es solo por molestar— la calmó Annabella.
— ¿Puedo saber qué pasa? — pregunto Adam nuevamente, queriendo llegar al meollo del problema.
— Lo que sucede es que Charles dice que ningún hombre le es fiel a su esposa, incluyéndolos— resumió Marinett.
— ¡Es una tontería! — se rio Katherine.
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La locura del amor (Saga los Bermont 3)
RomancePor mucho tiempo pensó que el amor no estaba destinado para formar parte de su vida. Incluso cuando creyó haberlo encontrado, el hombre predilecto falleció en medio de una guerra. Estaba desolada, y más qué por la pérdida, por las esperanzas marchit...