Capítulo 12

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­Lord Hamilton caminaba lentamente hacia la salida de la casa Bermont, completamente harto de la fiesta y los invitados. De todas formas, aquella celebración era una farsa y la novia sufriría eternamente, como siempre sucedía, las bodas solo eran la condena de las mujeres, y él más que nadie lo sabía.

-¡Thomas! - grito de pronto la voz de James, provocando que la caminata que el marqués de Sutherland se detuviera y girara sobre sus talones con parsimonia.

-¿Qué quieres infiel? - sonrió Thomas -Sabia que tu no estaba hecho para el matrimonio.

-¡Bastardo! -lo tomo de las solapas de su saco y lo pego a una de las paredes del pasillo -¡La has hecho verlo!

-Sí- acepto sin resentimientos -Alguien debe decirle a tu esposita la mentira en la que vivirá.

-¡No sabes lo que dices, nadita sea! - dijo James con furia.

-Si lo entiendo Jimmy- se mofo de él- una mujer más que se casa para que le pongan el cuerno, ya sea física o mentalmente. Destinada a ser humillada y denigrada toda la vida.

James lo soltó como si le quemara, Thomas en cambio se acomodó el saco y se sacudido los hombros tranquilamente.

-Eres un imbécil- le dijo James.

-Claro, yo soy un imbécil y tú eres un jodido infiel- dijo con tranquilidad -prefiero ser el imbécil.

James sabia porque Thomas actuaba de esa forma tan vil al tratarse de una infidelidad, era como meterle un dedo en una llaga, o peor, era como asesinarlo. Pero no sabía la verdad, la única forma en la que Thomas no iría por el mundo recitando sobre su "infidelidad" era contarle lo sucedido.

-No es lo que piensas- declaro -Te lo explicare.

-No es que me interese saberlo- sentencio Thomas.

El hombre volvió a alejarse de su amigo, pero este lo tomo del brazo con fuerza y lo detuvo para que, por lo menos, escuchara su versión de las cosas.

Annabella caminaba afuera del salón donde Marinett y sus dos primas se habían encerrado. Llevaban más de media hora dentro y no salían, estaba desesperada, lo peor es que no sabía lo que haría cuando viera a Marinett, ¿se atrevería a decirle las cosas? O preferiría guardárselo. Era complejo y estaba entristecida, no deseaba que su prima volviera a sufrir y menos ser ella quien se lo dijera.

En ese momento, la puerta cedió y Annabella regreso la mirada con una sonrisa nerviosa.

-¿Qué haces ahí parada? - se molestó Elizabeth, pensando que su prima las espiaba.

-Yo...- intento hablar Annabella, pero al ver la cara sonrojada de Marinett y la pequeña ilusión que se veía en su mirada, la logro acallantar.

-Nada- bajo la mirada -las esperaba.

-Espero que no estuvieras escuchando detrás de las puertas Annie- la reprendió Kate -Aun eres joven para saberlo.

-¿De que hablan? - dijo Annabella con la curiosidad en su ser.

Las tres chicas se miraron con sorpresa, bajaron la mirada y se sonrojaron profundamente, inclusive Katherine lo hizo, lo cual solo provoco más curiosidad en la joven.

-Nada- aseguraron todas al mismo tiempo.

-¡Marinett! - grito de pronoto la madre de las Kügler -Dios hija ya es hora de que te vayas.

-Claro- respondió nerviosa Marinett, ahora que la joven tenía el conocimiento de lo que sucedería al llegar a su casa, el miedo se había instalado en su persona, y no había forma de tranquilizarse.

La locura del amor (Saga los Bermont 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora