Lord Hamilton caminaba lentamente hacia la salida de la casa Bermont, completamente harto de la fiesta y los invitados. De todas formas, aquella celebración era una farsa y la novia sufriría eternamente, como siempre sucedía, las bodas solo eran la condena de las mujeres, y él más que nadie lo sabía.-¡Thomas! - grito de pronto la voz de James, provocando que la caminata que el marqués de Sutherland se detuviera y girara sobre sus talones con parsimonia.
-¿Qué quieres infiel? - sonrió Thomas -Sabia que tu no estaba hecho para el matrimonio.
-¡Bastardo! -lo tomo de las solapas de su saco y lo pego a una de las paredes del pasillo -¡La has hecho verlo!
-Sí- acepto sin resentimientos -Alguien debe decirle a tu esposita la mentira en la que vivirá.
-¡No sabes lo que dices, nadita sea! - dijo James con furia.
-Si lo entiendo Jimmy- se mofo de él- una mujer más que se casa para que le pongan el cuerno, ya sea física o mentalmente. Destinada a ser humillada y denigrada toda la vida.
James lo soltó como si le quemara, Thomas en cambio se acomodó el saco y se sacudido los hombros tranquilamente.
-Eres un imbécil- le dijo James.
-Claro, yo soy un imbécil y tú eres un jodido infiel- dijo con tranquilidad -prefiero ser el imbécil.
James sabia porque Thomas actuaba de esa forma tan vil al tratarse de una infidelidad, era como meterle un dedo en una llaga, o peor, era como asesinarlo. Pero no sabía la verdad, la única forma en la que Thomas no iría por el mundo recitando sobre su "infidelidad" era contarle lo sucedido.
-No es lo que piensas- declaro -Te lo explicare.
-No es que me interese saberlo- sentencio Thomas.
El hombre volvió a alejarse de su amigo, pero este lo tomo del brazo con fuerza y lo detuvo para que, por lo menos, escuchara su versión de las cosas.
Annabella caminaba afuera del salón donde Marinett y sus dos primas se habían encerrado. Llevaban más de media hora dentro y no salían, estaba desesperada, lo peor es que no sabía lo que haría cuando viera a Marinett, ¿se atrevería a decirle las cosas? O preferiría guardárselo. Era complejo y estaba entristecida, no deseaba que su prima volviera a sufrir y menos ser ella quien se lo dijera.
En ese momento, la puerta cedió y Annabella regreso la mirada con una sonrisa nerviosa.
-¿Qué haces ahí parada? - se molestó Elizabeth, pensando que su prima las espiaba.
-Yo...- intento hablar Annabella, pero al ver la cara sonrojada de Marinett y la pequeña ilusión que se veía en su mirada, la logro acallantar.
-Nada- bajo la mirada -las esperaba.
-Espero que no estuvieras escuchando detrás de las puertas Annie- la reprendió Kate -Aun eres joven para saberlo.
-¿De que hablan? - dijo Annabella con la curiosidad en su ser.
Las tres chicas se miraron con sorpresa, bajaron la mirada y se sonrojaron profundamente, inclusive Katherine lo hizo, lo cual solo provoco más curiosidad en la joven.
-Nada- aseguraron todas al mismo tiempo.
-¡Marinett! - grito de pronoto la madre de las Kügler -Dios hija ya es hora de que te vayas.
-Claro- respondió nerviosa Marinett, ahora que la joven tenía el conocimiento de lo que sucedería al llegar a su casa, el miedo se había instalado en su persona, y no había forma de tranquilizarse.
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La locura del amor (Saga los Bermont 3)
RomancePor mucho tiempo pensó que el amor no estaba destinado para formar parte de su vida. Incluso cuando creyó haberlo encontrado, el hombre predilecto falleció en medio de una guerra. Estaba desolada, y más qué por la pérdida, por las esperanzas marchit...