Capítulo 13

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-Sí, logro verlos- decía una pequeña voz susurrante -Más bien solo la espalda de James.

-¡Quítate Leiden! ¡Eres una torpe! - intentaba Estela.

-No deberían hacer eso- las aconsejaba Victoria, aunque tampoco se iba de ahí.

-¡¿Por qué no me dejan ver nada?! - se quejó la más chica intentando mover a sus hermanas.

Las cuatro chicas se encontraban inclinadas sobre el picaporte que comunicaba con la habitación de su hermano mayor. Eran conscientes de que su nueva esposa estaría con él a partir de ese momento, justo como cuando sus padres estaban en casa, por tal razón, la curiosidad las movía y no podían separarse de aquella puerta, con la intención de averiguar, por lo menos un poco, que era la convivencia con un esposo.

-¡Leiden! ¡Estela! ¡Victoria! - regaño una voz a lo bajo -Incluso tu Fernanda.

Las cuatro chicas se volvieron con las manos en alto, como si estuvieran siendo arrestadas. Cosa que era cierta, su hermana mayor las había cachado con las manos en la masa, no había forma de librarse de la situación, así que la única forma de disminuir el regaño era...

-¡Fue Leiden! ¡Ella estaba aquí primero! - acuso Estela, la gemela de Leiden.

-¿Qué? - la miro resentida-¡pero si fue Victoria la de la idea!

-No me echen la culpa par de arañas atolondradas- las apunto Victoria.

-Yo no sé por qué no me fui- se lamentó Fernanda al ser atrapada también.

Marinett se sentó de golpe, abriendo los ojos en de par en par, al escuchar tales gritos en la puerta de la habitación. Por un momento en el que cayó en la desorientación, creyó sentirse en medio de una de las peleas de sus primos, pero era raro, ya que ella normalmente era la causante de los pleitos.

La luz cegadora que entraba por la ventana le hizo cubrirse la cara con una mano, y masajear sus ojos para acostumbrarse al nuevo día. Cuando logro hacerlo y al notar que los gritos proseguían y que no eran voces del todo conocidas. Marinett dejó caer sus manos, dándose cuenta de dos cosas. La primera, ese no era su cuarto, mucho menos Bermont; y la segunda, ¡Estaba completamente desnuda!

Rápidamente se cubrió con la sabana que había caído y reposaba tranquilamente sobre su regazo, junto con una mano desconocida. Era la mano de James, la cual anteriormente descansaba sobre su vientre y ahora que se sentaba, caía holgada sobre sus piernas. Miro a su esposo, seguía en el estupor de los sueños, acostado boca abajo y dándole la cara, su mano izquierda estaba estirada y era la misma que reposaba sobre ella.

Se sonrojo al darse cuenta de que él igualmente se encontraba desnudo y la sabana apenas cubría la parte baja de su cuerpo. Pero el rubor y la vergüenza pasaron a segundo plano al percatarse de que aún se escuchaban gritos afuera de la habitación.

Rápidamente tomo su bata la cual no había tocado la noche anterior y se la coloco sobre los hombros, amarrándosela con fuerza en la cintura. Abrió la puerta, encontrándose con cinco rubias gritándose entre sí, como si no les interesara en lo más mínimo despertar a todo Londres.

-¡Chicas! - les grito Marinett, intentando atraer su atención -¡Chicas!

Los cinco pares de ojos se enfocaron finalmente en ella.

-¿Qué sucede?

Y esa fue una pésima pregunta, puesto que las cinco a la vez comenzaron a gritar, intentando explicar lo sucedido, Marinett no estaba acostumbrada a equivocarse con lo referente a hacer preguntas, pero esta vez, había metido la pata monumentalmente, ¿Cómo se le había ocurrido hacerlas hablar?, además de que no era capaz de entender nada.

La locura del amor (Saga los Bermont 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora