Las fiestas de Lady Pimbroke siempre eran una calamidad, y con el agregado de cierta familia de peculiares chicos, las cosas se incrementaban al doble. No era poco decir que los chicos de Bermont habían eclipsado la mayor parte del tiempo la atención de la sociedad que se aglomeraba en la casa de campo.
La principal fuente de entretenimiento era la recién nombrada "pareja de la temporada", sobre todo por la inesperada unión de la misma. Aparentemente los sentimientos de Lord Seymour habían sido correspondidos por fin, y el altercado con un tal señor Phillips habia sido una mera disputa por el honor de la supuesta prometida. Todo estaba en duda, los cotilleos jamás cesaban y las preguntas indiscretas hacia la pareja, tampoco.
Los primos de Bermont, como si desearan quitarle un poco de atención a la pobre condesa alemana, habían hecho sus intentos de atraer a la sociedad hacia ellos, y en algunos momentos si provocaron que se dejara de hablar de la mayor de las Kügler, pero eran solo cosas pasajeras; como la pérdida de unos mellizos, la caída de un árbol por parte de una rubia atolondrada, el coqueteo de un chico con una de las gemelas Pimbroke (mala estrategia para distraer, por cierto), incluso el más serio de los Bermont había propiciado una que otra habladuría.
La parte positiva era, que la fiesta de campo llegaba a su fin. Un extraño alivio para Marinett, quien juraba que había pasado un año, en vez de dos semanas.
El último día que los invitados se quedaban en la residencia, daba su resolución con la más escandalosa, reventada y alocada mascarada que se diera en este lado del hemisferio. Era obvio que todas las jóvenes estuvieran alteradas y los caballeros un poco fatigados con la noche, aunque Marinett sabía que era una de las veladas que ellos disfrutaban, puesto que, al estar la identidad completamente cubierta, eran capaces de hacer lo que desearan, prácticamente no habia reglas.
- ¡Marinett!- gritó Elizabeth desde las escaleras que dirigirían al hall de la hermosa mansión de campo - ¡Muévete que ya ha empezado!
Marinett sonrió una última vez frente a su espejo. Sus ojos grises resaltaban con la falta de entusiasmo, su bonito vestido azul era hermoso y extravagante, el antifaz que cubría la parte de sus ojos combinaba con su vestuario, tenía algunas plumas blancas adornando su cabeza de forma que parecía que en cualquier momento levantaría vuelo, y por último, remarcando el sarcasmo o la coincidencia: perlas. Las perlas estaban presentes en todo su vestuario, en su collar, anillos, pulseras, cabello, incluso en el antifaz.
La joven dio un suspiro cansado prediciendo las burlas que seguramente recibiría de su prometido...su prometido. Se escuchaba cada vez más raro, incluso cuando solo lo oía en su cabeza.
Recordaba vagamente todo el tiempo que habia transcurrido. Desde que ella estaba perdidamente enamorada de él, hasta que lo rechazaba en cada intento que tenía, habia sido duro y hubo momentos en que ni ella misma se entendía.- Vamos Mari- dijo de pronto Annabella - El baile ya empezó- Marinett simplemente asintió hacia ella.
Pero ahora estaba ahí, sabiéndose nuevamente enamorada de él, lo que era más preciso, dándose cuenta de que jamás lo habia dejado de hacer. Era terca en ocasiones, tanto, que a veces se segaba, y por poco deja que la persona que más quería se le escapara de las manos.
- Esta noche nos vamos a divertir como nunca- dijo de pronto una pelirroja quién intentaba ocultar su identidad tras una máscara completa.
- Ni tapándote toda la cara podrás esconder ese cabello- se burló Elizabeth poniéndose su máscara. - Es como decir que no ves el sol.
- Muy graciosa- la miró con reproche - Iré a polvearlo para que se disimule el color.
Katherine había dado media vuelta sobre las escaleras, pero la mano fuerte de Adam se lo impidió y la hizo bajar nuevamente.
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La locura del amor (Saga los Bermont 3)
RomancePor mucho tiempo pensó que el amor no estaba destinado para formar parte de su vida. Incluso cuando creyó haberlo encontrado, el hombre predilecto falleció en medio de una guerra. Estaba desolada, y más qué por la pérdida, por las esperanzas marchit...