James no podía creer que la joven fuera tan inocente como para creer que un altercado tan pequeño como el anterior los acarreara a una boda, estaba el hecho de que, si alguien los hubiera visto, probablemente se habría malentendido, pero las cosas no habían pasado a más.
— Muy bien ojos de perla, relájate— le toco los hombros –No fue un acto tan vil como para casarnos.
— Señor Seymour, le repetiré mi pregunta una última vez...
Los ojos grises de Marinett relampaguearon con la desazón de sentirse rechazada. ¿Acaso ese hombre era tonto? ¿Qué no era él quien la acosaba constantemente? ¿No buscaba acaso casarse con ella?, tal vez jugaba con ella tal y como lo imaginaba.
— ¡No hace falta que la repita! — la detuvo nuevamente, cerrando los ojos, intentando descubrir de donde había surgido esa proposición descabellada. –La escuche la primera vez.
— ¿Entonces? — se cruzó de brazos, no entendiendo cual era la razón por la que el hombre se lo pensaba tanto, la cosa se debatía en un sí o un no.
— Creo que has estado bajo el sol mucho tiempo— intento encontrarle una razón a la aparente perdida de razón de la joven –La falta de alimento también hace daño...— recordó que Marinett tampoco había comido mucho durante los pasados días.
James se agacho para ayudar a la joven a pararse, mas esta aparto las manos que deseaban ayudarla a ponerse de pie y lo miro determinada.
— Cásese conmigo— repitió — ¿Por qué es tan difícil la respuesta?
— Porque...— le tomo la barbilla en un acto de ternura que sus ojos también acompañaban –Una mujer no se lo pide a un hombre.
— Bueno, usted deseaba hacerlo de todas formas— dijo sencillamente — Puede tomar esto como mi "Acepto".
James cada vez estaba más seguro de la eminente locura de la joven, ella jamás le diría eso, al menos en sus cabales, era una locura, la había perseguido por más de dos meses, y esa pelinegra malhumorada se había negado rotundamente siquiera a mirarle. Ahora resultaba que deseaba casarse, incluso se lo pedía ella misma, y de una forma tan inesperada... Sí, sufría de algún delirio.
— De verdad que tiene una insolación— negó varias veces –Venga conmigo.
— Dije que no— quito el brazo de la fuerte mano que intentaba sostenerla –Quiero un "si" o un "no" así de fácil.
James la miro con duda en la mirada, no estaba seguro de por qué la joven tomaba aquella decisión, si era preciso que él la tomara en ese momento, si daba su palabra, la cumpliría a toda costa, además, no era como si no se le hubiera pasado por la cabeza el casarse con esa muchacha que justo en ese momento lo miraba de forma intimidante, aunque para él resultaba de lo más graciosa; con aquel cabello negro totalmente desacomodado, el vestido arrugado y lleno de manchas verdes del césped, esa nariz respingada arrugada de enojo y los ojos, esos tormentosos ojos que solo le dejaban opción a una única respuesta.
— Está bien— aceptó –Pero déjeme ayudarla.
Marinett sonrió conforme. ¡Era el plan perfecto!, el señor Phillips podría tener todo el dinero del mundo, incluso ser el hombre más rico de todo Inglaterra (que no era el caso) pero no tenía lo que James si, título. El vendito título que su padre tanto amaba. Un marqués nada más y nada menos. Con poder, dinero, y posesiones al por mayor. Eso le quitaría a su padre de la cabeza el casamiento con el otro caballero y después, listo, cada quien con sus vidas. Porque no se casaría, era obvio.
James llevo a la ligeramente alocada muchacha a la sombra de un árbol y la sentó en el lugar. La refrescante brisa era vigorizante y emanaba un dulce aroma traído de los pinos que rodeaban la propiedad.
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La locura del amor (Saga los Bermont 3)
RomancePor mucho tiempo pensó que el amor no estaba destinado para formar parte de su vida. Incluso cuando creyó haberlo encontrado, el hombre predilecto falleció en medio de una guerra. Estaba desolada, y más qué por la pérdida, por las esperanzas marchit...