Capítulo 2 | Buenas noches Leia

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–¿Pero quién te crees que eres mister corbata?–. Había notado que aún llevaba el traje de cual fuera la oficina en la que trabajaba, pero los botones de arriba de su camisa estaban abiertos y su corbata desajustada caía desprolija sobre su pecho dándole un aspecto totalmente descuidado y desinteresado, típico de un oficinista estresado que ansía llegar a casa después de un día largo y agotador.

Su respuesta fue una inmensa y radiante sonrisa, sus ojos brillaban divertidos por la situación pero ella aún no confiaba del todo, seguía siendo un total extraño.

–¿Por qué no me dejas que te lleve a casa? Enserio, no será problema. Este no es lugar para una mujer a estas horas.

–Me sé defender sola, gracias.

–Oh sí, me he fijado, seguro tenías alguna estrategia bien pensada cuando los dejaste acorralarte de ese modo– dijo alzando una ceja perspicaz. Al verla sonrojarse alzó la comisura de su boca emulando una sonrisa sarcástica.

–Me las apañaré sola, de hecho estoy esperando a un amigo que me dará un aventón– dijo rompiendo el contacto visual, intentando hacer que su celular prendiera.

El sonido de una tormenta tronó con fuerza sobre sus cabezas, y pronto comenzó a diluviar.

Perfecto, lo que faltaba. Borracha, mojada y sola en medio de la noche en un bar de mala muerte.

–Pues entonces me quedaré hasta que tu aventón venga, espero que lo haga rápido antes que te agarres un resfriado– dijo con un brillo especial en sus ojos. Estaba disfrutando la situación.

El tipo estaba para chuparse los dedos, con su cabello revuelto, una sonrisa que podía iluminar un cuarto entero y unos ojos enormes que la miraban juguetones. ¿Es que acaso Ted Bundy no era un encantador de mujeres también?, ¿no las seguía y las convencía de su bondad para luego llevárselas a su coche? susurraba su intuición femenina.

–¿Y yo cómo sé si eres o no un asesino serial?

El tipo rio por lo bajo.

–Nunca lo sabrás– dijo siseando, con aires de misterio en su voz gastada.

–Muy gracioso.

–Mira, los asesinos seriales tienden a vivir una vida paralela bastante normal en realidad. Hijos, esposa o marido, casa y un perro. Se comportan como personas normales, incluso son encantadores con quienes forman parte de la versión "buena" de sí mismos, son una parte esencial en su obra de teatro, otorgan credibilidad al disfraz en el que se esconde el monstruo.

–Con más razón, ¿y tu estás en busca de la esposa o de la víctima?, porque para tu información, no me interesa ser ninguna.

El tal Killian levantó una palma y apoyó la otra en el corazón mientras avanzaba lentamente con el coche para seguirle el ritmo a ella que no dejaba de caminar. A pesar de ir lento, el hecho de que no tuviera las manos al volante la hizo sentirse mas nerviosa de lo habitual. Tragó saliva con fuerza intentando evitar los recuerdos que amenazaban con tomar posesión de su mente otra vez.

–Te prometo que no soy un asesino serial.

La voz del hombre la devolvió a la realidad. Se giró para fulminarlo con la mirada.

–Eso es lo que un asesino serial diría.

Volvió a reír y Leía sintió que le hervía la cara, bien le hubiera gustado borrarle esa sonrisa pedante que vestía como su fuese parte de su morfología. ¿Quién se creía ese idiota arrogante?, ¿que por andarse de galán, conducir un Mercedes, mostrarse en forma y con esa sonrisa lograría caer a sus pies ? De hecho no le extrañaría que esa fuera su técnica para ligar. Quizá no fuera Ted Bundy pero sí era un Don Juan, y de esos estaba harta.

Las redes del prejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora