Una sombra cruzó su semblante, la seguridad de Zion flaqueo y fue reemplazada por la ira pura y dura. Un gemido de sorpresa se escuchó detrás, la mirada de los demás le quemaba la piel. El miedo la consumió entera, pero su falsa máscara de seguridad consiguió encubrir el sentimiento. Había conseguido humillar el mismísimo Hades en su propio infierno. Frente a sus más cercanos, no podía caer ahora.
–¿De qué estás hablando Leia?, ¿de dónde demonios conoces a Zion?– dijo Thomas partiendo el silencio en mil pedazos. Ella apretó los labios con fuerza y a Zion le brillaron los ojos. Había encontrado la oportunidad de devolverle el golpe.
–Te crees tan astuta –susurró mientras negaba con la cabeza una y otra vez clavándole su mirada de serpiente. Leia juraría que podía escuchar el cascabel zumbando.
Thomas frunció el ceño confundido. Leia dio media vuelta para responderle a Thomas pero no tuvo oportunidad ya que Zion le pasó un brazo por los hombros y la guió de vuelta al jardín con todos los demás.
–Un paso en falso y expondré todos tus trapos sucios Lei. No me provoques– susurró en su oido, luego sonrió como si nada, y retomó la conversación. –No te preocupes Tom, Lei tiene un humor ácido, siempre ha sido así. Tú lo sabes mejor que nadie.
–Leia, ¿conoces a nuestro primo?– preguntó Octavio descolocado.
–Desgraciadamente– dijo sacudiendo los hombros para sacárselo de encima, luego se alejó lo más rápido que pudo.
–Trabajamos un tiempo juntos. ¿No es así Lei?
Ella se giró y lo fulminó con la mirada al tiempo que iba a sentarse junto a Marta, sentía la mirada de Killian perforándole la nuca, pero él no dijo nada. Mejor así. El arrebato de seguridad de segundos atrás le costaría más que algunas miradas. Se conformaba con saber que su vida era solo suya y se recordó que si le pedían explicaciones no tenía por qué dárselas, a nadie. Ni siquiera a Thomas.
–Leia para ti– dijo de forma seca y distante.
Él volvió a reír y a ella se le revolvió el estómago. Sentía la necesidad de partirle la cara para borrarle esa sonrisa pedante y esos aires de lord que se gastaba.
La velada continuó sin mayores inconvenientes, las nuevas acciones de la empresa, inversiones, trading, el juego de rugby y cosas que no solo no entendía, sino que tampoco le importaban. Ella se mantuvo lo más alejada posible de Zion y de Killian que no paraba de mirarla con el gesto lleno de interrogantes, como si ella fuera un enigma que moría por resolver.
Prefería que Killian la taladrara con la mirada, antes que tener que estar a menos de diez metros cuadrados de ese desgraciado de Zion, le daba nauseas. Para su suerte Nick y Max lo mantuvieron al margen y luego de terminarse la botella de vino más cara que habían traído, tomaron sus cosas y se fueron. Leia se aseguró de evitar saludarlos, pero Zion forzó el encuentro una vez más acercándose a ella.
–Espero que volvamos a vernos pronto. Esta vez no te perderé de vista mamba.
El apodo no le pasó desapercibido a Killian que estudiaba la situación desde lejos. Marta tomó cartas en el asunto y se acercó colocándose junto a Leia que lanzaba llamas de ira por los ojos.
–Creo que ya la has molestado lo suficiente, ¿no crees Zion?, deja a la joven en paz.
Con el rabillo del ojo Leia vio que alguien se movía detrás de ella acercándose.
–Hay Martita, querida tía mía. Si la conocieras no la defenderías, créeme.
Suficiente
Leia se avalanzó hacia él hecha una furia pero Killian se puso entre ambos junto a tiempo deteniéndola con un brazo frente a su pecho, y le hizo frente a su primo. Se había acercado con cautela, por detrás, como si pudiera oler la tensión que había crecido en el ambiente.
–Vete Zion, ya es tarde– dijo con firmeza.
Zion alzó ambas cejas sorprendido y luego largó una carcajada seca.
–Estoy sorprendido. Ya los tienes en la palma de tu mano. Felicidades. Además de mamba, eres bruja.
Killian largó el aire que contenía con fuerza.
–Vete, no volveré a repetirlo– gruño Killian con la voz cargada de ira.
–Y no vuelvas, ya no eres bienvenido aquí– dijo Marta irritada con el sobrino. Ni siquiera le temblaba la voz al prohibirle la entrada por siempre. Era casi como su hubiera estado buscando la excusa para sacárselo de encima por mucho tiempo.
–Ni aquí, ni en ninguna propiedad a nuestro apellido– agregó Killian.
Zion sonreía con los ojos grandes llenos de veneno, parecía un lunático.
–Pues que lástima– corrió la cabeza a un lado y se encontró con la mirada de Leia que lanzaba llamaradas en su dirección.– pero tú siempre serás bienvenida en Pink Feathers. Tranquila que no guardo rencores por lo que me has hecho. Siempre habrá formas de compensarme– le guiño un ojo y se fue sin agregar nada más.
Cuando los primos se fueron, el silencio cayó como una pesada manta sobre ellos. Nadie quizo opinar, ni preguntar nada. Era como si todos prefiriesen hacer la vista gorda, e ignorar lo que había sucedido. Leia se fue a su habitación sin agregar nada más. Se sentía agradecida de que la defendieran así, pero estaba avergonzada de lo que había dicho Zion en frente de todos, en especial de Marta que no tenía idea de qué hablaba Zion. ¿Qué pensarían de ella?, ¿hablaría de lo sucedido si se iba?, ¿le preguntarías cosas que no quería responder si se quedaba?, tenía la cabeza hecha un lío y deseó que Ocean estuviese allí para decirle qué hacer, o solo para verlo patear el culo de ese maldito arrogante.
Se metió en la ducha y dejó que el agua tibia lavara esa noche de su cuerpo, y de su mente. Respiró el vapor de agua y se deleitó con el olor a vainilla de su crema de peinar.
Del otro lado de la puerta Killian alzó la mano para golpear la puerta, quería hablar con ella, quería entender que había sido todo eso. Pero la realidad lo golpeó de repente como una ola agresiva. La mañana siguiente se irían, volverían a su realidad, volverían a ser extraños una vez más. Y nada de lo que había sucedido en la isla importaría.
Dejó caer la mano a un lado de su cuerpo, se mordió el labio inferior como si le costara trabajo contenerse.
¿Qué importa quién es?, mañana ella se olvidará de que existes, olvídala, y sigue con tu vida. Que ya tienes demasiados problemas como para sumar uno más a la lista.
Dijo su voz interna a la que muy a menudo ignoraba, y con una profunda exhalación dio media vuelta y regresó a su habitación. Esa vez le haría caso a su instinto, bien sabía el precio que había pagado por no escucharlo antes, iba siendo hora de que dejase de involucrar extraños en su vida. Mucho menos a una morena de curvas imposibles y carácter fuerte a quien podría complicarle la vida si la veían con él.
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Las redes del prejuicio
RomanceDesde pequeña Leia se vio obligada a defenderse en las calles de su barrio antes de siquiera aprender a contar. Y antes de cumplir la mayoría de edad su hermano mayor, y la única figura paterna que jamás ha tenido y que ha sabido cuidarla y proteger...