Prólogo: "El Paraíso Oculto"

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Era un día soleado, como siempre. Jamás llovía y cuando lo hacía, era lluvia ácida, capaz de traspasar la carne como si fuera un cigarro encendido por encima de una servilleta. Todo el páramo era desértico, kilómetros y kilómetros de dunas desoladas, con grandes montículos de roca, formando pequeñas montañas a lo largo del yermo.
En algún lugar de este enorme páramo, con pequeñas montañas a su alrededor, se elevaba un gran edificio, tan grande era, que las nubes apenas le llegaban por la mitad, largas cascadas salían de algunas ventanas de la inmensa construcción. La parte de la base era simple, paredes reforzadas y desgastadas, con grandes columnas de metal y una enorme entrada, resguardada por centenares de guardias, tanques, torretas y todo tipo de medidas de seguridad.
Delante de la entrada, a un kilómetro de distancia, había un pequeño pueblo, las casas estaban echas de forma precaria, con chapas de mala muerte, llenas de goteras y construidas con lo que se encontraba. Sin embargo, aquel pueblo no carecía de alimentos, eran gente bien formada, llena de diferentes cicatrices y lesiones de todo tipo debido a las lluvias ácidas y a los depredadores del desierto.
Aunque no eran peligrosos, eran gente amable, con uno o dos maleantes como mucho.
Todos estaban tranquilos ese día, ya que no había mucho que hacer, los padres tomaban un descanzo de tanto construir, reparar, sanar y demás, mientras que los niños se divertían con los extraños animales que allí habitaban. Cuando de repente se escuchó un sonido extraño, cómo de motor, a lo lejos se divisó un vehículo, oxidado pero funcional, parecía un arenero, pero era más grande, con un par de ruedas delante y dos pares detrás, tenía un buen motor en la parte trasera, con un gran tanque de combustible que sobresalía del lado derecho del motriz. Tenía un paragolpes grande delante, reforzado con diferentes metales. En la parte del conductor había diferentes cosas, tenía lugar para cinco personas, la quinta iba parada, dentro de una pequeña cámara en el techo, que daba a unos controles para una especie de ametralladora del vehículo. Lo extraño no era el hecho de que iba con un arma, lo extraño era que iba con una gran variedad de plantas, algunas eran enredaderas, que envolvían parte de la ventana del copiloto, sobresalían otros tipos de plantas de todos los colores por las demás ventanas, y en la parte izquierda del arenero habían diferentes herramientas enganchadas a lo largo del vehículo. Las ruedas eran metálicas, parecidas a las ruedas de oruga de los tanques, que, a diferencia del resto del auto, estaban relucientes.
El arenero se detuvo casi en medio del pueblo, en la no tan pequeña plaza de la zona. Del vehículo salió un joven muchacho, no se le veía la cara, ya que llevaba casco, gafas y tenía tapada la boca con un pañuelo blanco y negro. Los pueblerinos rodearon el vehículo de a poco, de entre la multitud resaltaba un viejo, regordete pero fuerte, con una gran barba y cabellos blancos y largos como la nieve, vestía un sobretodo marrón oscuro, una gorra de capitán y sostenía sobre su espalda un rifle.
El chico caminó hacia el viejo, que lo miraba desconfiado, a medida que se acercaba el chico se fue sacando el casco, gafas y pañuelo, mostrando un rostro apuesto pero tímido, con pelo blanco como las nubes con puntas oscuras como la noche, tenía ojos celestes brillante, con un toque dorado. A pesar de su apariencia, era corpulento, pero en seguida el viejo bajó por completo la guardia, sonriéndole cálidamente y estrechándole la mano al chico, que hizo lo mismo.

Viejo: hola hijo, veo que eres forastero, de dónde provienes?
Joven: hola abuelo, provengo de la ciudad flotante Airand. Vengo para alistarme como agricultor aquí, en El Paraíso Oculto, es hoy la inscripción?
Viejo: ohhh, ya veo, un estudiante, claro que sí chico, pero no hoy, mañana.
Joven: genial, temí llegar tarde
Viejo: tranquilo chico, de echo, eres el primero en llegar de tan lejos. Airand queda casi al otro lado del mundo. Es extraño que vengas aquí, no hay otros edificios de ayuda por aquellos lares?
Joven: los hay, pero preferí este porque aquí trabaja mi padre. Es el dueño del paraíso oculto.
Viejo: diablos chico! Eso es genial!. De seguro te van a dar un gran trabajo allí. Ven con nosotros, esta noche vamos a dar una fiesta, es una vieja tradición del pueblo, un día antes del reclutamiento les damos a los aspirantes de por aquí gran felicidad y buena comida, ya que se necesita ser muy optimista y mucha suerte para entrar, aunque tú lo tienes fácil, por lo que veo de ti, ya tienes una maestría en agronomía verdad?
Joven: así es, aunque se necesita más bien suerte y mano de obra.
Viejo: jajajaja, es cierto, precisamente por eso es la fiesta. Soy el alcalde del pueblo, llámame Márbul. Tu eres?...
Joven: Gahian, encantado de conocerlo señor.

El Paraíso OcultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora