Epílogo

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Epílogo

-Oye! ¿Qué haces por aquí? ¿Estás buscando a alguien?

El pequeño, que no debía superar los 8 años lo miró con los ojos redondeados, la preocupación mostrándose en sus pupilas oscuras.

-¿Estás bien?
-Papá se va a enojar...-hizo un puchero adorable- y Nao va a gritarme.
-Oye oye -se agachó a la altura del joven- no pasa nada, ¿estás perdido?
-Le dije que iba al baño -la voz se hizo chiquitita y las lágrimas ya asomaban- pero quería mirar un poco...
-Y no recuerdas el camino de regreso.
-No -sollozó- Nao va a gritarme.
-No no -intentó calmarlo- no pasa nada, si quieres te ayudo a encontrarlos.

-Jey!

La voz atravesó sus oídos, llegando a cada neurona y causando algo similar a un cortocircuito.

-Jey! -repitió y el niño se movió hacia el llamado- oh dioses Jey!
-Papi -escuchó el llanto presente en esa palabra- perdón papi, lo siento... no dejes que Nao me grite.
-Dioses...

Fue testigo del encuentro, el niño envuelto en unos brazos que recordaba demasiado bien.

-¿Porqué siempre tienes que asustarme?
-No quise...
-Shhhh, está bien -lo arruyó mientras lo sostenía- no pasa nada.

Perth sintió que no podía mover ni un músculo, cada respiración se le atoraba en el pecho mientras observaba la escena sin tener el derecho a acercarse.

-El señor me estaba ayudando -escuchó- te íbamos a buscar.
-¿Si?

Nada lo preparó, ni los propios deseos, ni sus sueños, ni los cuatro años que habían pasado desde el último beso.

-Hola -susurró y se sintió un idiota al no poder decir otra cosa.
-Hola -respondió con una leve sonrisa- agradezco que hayas querido ayudar.
-No tienes que agradecer.
-Jey es bastante propenso a desaparecer -comentó apretujándolo un poco- cada vez es un susto de muerte.

Se hizo un corto silencio y no encontraba palabras para pedirle que no se fuera, que se quedara unos minutos junto a él, que le contara de su vida, donde estaba y todo lo que no pudo descubrir por sí solo.

-Estamos aquí por el cumpleaños de mi padre -le comentó- Jey y Nao vinieron a conocer las oficinas.
-Él es mi papá -intervino el chiquillo todo orgulloso- antes teníamos otros pero ya no volvieron, pero papá Saint nunca se va a ir.
-Exacto -le sonrió- nunca.

Se sentía un idiota, estaba parado mirándolo y no se le ocurría nada que hiciera que le diera unos minutos de su tiempo.

-¡Lo encontraste! -Kao apareció jadeando por el pasillo- ¡oh este niño!
-Tío -empezó otra ronda de llanto.
-Tío nada -lo tomó en brazos y le besó las mejillas- me hiciste unos años más viejo.
-Perth se encontró con él- comentó Saint- iba a buscarnos.
-Gracias Perth -habló el menor- ¿Puedo llevarlo, Saint? Quiero ir presumir a mi sobrino por la empresa.
-Sólo no dejes que salga de tu radar.
-Hecho.

Observó a Kao alejarse, el pequeño en sus brazos que se despedía con una mano, su cuerpo consciente de que el castaño estaba a centímetros de él.

-Así que... -diablos, era tan estúpido que no se le ocurría que decir o por donde empezar.
-Así que... -le repondió mirando sus propios pies- esto no es incómodo ni nada.
-No -sonrió- no lo es.

Quería acercarse y volver a llenar los pulmones con el aroma de su piel.

-Te ves bien -dijo y se pegó una palmada mental por la falta de imaginación.
-Tú igual.
-¿Estarás aquí hasta el cumpleaños?
-Si...

Unos días, por lo menos cinco en la misma ciudad.

-Bueno, debo irme.

No no no, pidió dentro suyo, solo quedate unos segundos más.

-Está bien, un gusto verte.

Maldito cobarde, lo tenía allí, más cerca de lo que nunca podría, por lo que sabía todavía estaba soltero, la foto en el escritorio de su jefe le decía que era Saint y sus dos hijos sin ninguna pareja en medio.
Le miró la espalda cuando se alejaba, y sí bien su cerebro no funcionaba bien, las piernas sabían que hacer y sus manos se movieron por voluntad propia. Sin siquiera pensarlo y cuestionar si era una mala o buena idea, lo tironeó de la mano hacia la oficina. Cerró la puerta tras ellos.

-Perth... -la voz tan exquisita como la recordaba.
-Dime Saint -estaba a solo un paso de él, la tibieza de la piel mezclándose- sólo necesito saber una cosa.
-Si?
-Si -afirmó con algo de valentía- ¿encontraste lo que buscabas al irte de aquí?
-Si -respondió, y si no se equivocaba había amun poco de desafío en el tono.
-Bien... -se adelantó un poco más, los pechos casi tocándose- eso significa.
-Significa que dejé de correr -le sonrió en respuesta.
-Bien...

Perth nunca se consideró el más inteligente, pero hay algo que sabía sobre sí mismo, y era que una vez que su alma entraba en algo no podía ser arrancado de él.
En el pasado, esa misma pasión había terminado por lastimar a un inocente, pero ahora mismo, esa perseverancia era la que le había indicado que, el día en que Saint salió de su vida no era más que una prueba más, se brindó en vida a crecer, aprender, ser útil y leal, a ser alguien del que el castaño estaría orgulloso una vez que decidiera volver.
Los dedos fueron a la nuca que apenas era cubierta por una pelusa castaña, masajearon allí transmitiendo la electricidad que se gestaba entre los dos .
El primer beso fue en la punta de la nariz que llevaba pecas que no reconocía, más tarde se daría a la tarea de memorizarla todas, le siguió un beso en cada mejilla rojiza, arrastrando los labios son suavidad, con la expectación sacando algunos suspiros.

-Perth...
-Sólo dime que ya no te irás -le besó la frente- y si lo haces, me llevarás contigo.
-Tengo dos hijos...
-Lo sé -lo miró a los ojos- y si me aceptas también quiero estar para ellos.
-Perth...
-Lo resolveremos -le dijo tan cerca de los labios que podía sentir su humedad.
-Lo resolveremos -acordó el otro.

El chispazo que sintió al sentir una vez más los labios de Saint le demostró que su memoria febril no le hacía justicia cada vez que lo recordaba.

En el pasado había creído que el mundo se les terminaba mientras la sangre de Saint se derramaba sobre la mugre del escondite a donde lo había llevado, desde allí aprendió a no dar nada por sentado, ni lo bueno ni lo malo.
Besó a Saint con fervor, con el amor que se había mantenido latente y la esperanza de manifestarse una vez más.
Se separó dejando algunos toques sin poder alejarse más que lo necesario.

-Perth... mi vida ya no es la misma.
-Por supuesto que no -otra vez un beso mínimo- la mía tampoco, pero creo que nos podemos dar una oportunidad, una real, sin nada de por medio ¿crees que es posible?

Le sonrió, con esa sonrisa que valía el universo, con el brillo en la mirada que había añorado por años.

-Déjame darte el amor que guardé para tí -habló antes de saborearlo una vez más.

Y esta vez, haría que cada día de separación y cada noche de agonía valiera la pena. Después de todo, había ganado una familia.

〰️🖤〰️

Y ahora ¿si?
Esto me gusta un poco más, necesito mucho amor para ser felíz, aún cuando el camino haya sido dificil, es importante para mí mostrar que el recorrido a la felicidad también se construye desde la sanación, el amor propio y el dejar ir.
Espero hayan disfrutado este  epílogo.
Y ya pueden dejar de odiarme.
Gracias por haber leído!!!

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