Décimo primer capítulo

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Décimo primer capítulo

-Saint... baja el arma.
-No -le respondió sin titubear.

Miró a la persona delante de él, los labios algo agrietados, las mejillas desprovistas de color, los ojos canela mostrando determinación.
Levantó las manos en señal de rendición y muy despacio, como para no espantarlo, se inclinó buscando el pantalón que había quedado olvidado al lado de la cama.

-Saint, escucha -colocó con rapidez la prenda y se sentó en la cama- tienes que escucharme.
-No -repitió y movió el arma como para mostrarle que estaba allí, como si fuera a olvidarlo- no voy a hacerlo.
-Amor...
-¡No me digas así! -le gritó, la piel enrojeciendo, el arma temblando en su mano- nunca más me digas así.
-Saint...
-Dime Perth -habló entre dientes- ¿Qué se siente tener un arma apuntando a tu cara?
-Saint... tú no eres así.
-¿Y que diablos sabes como soy yo?
-Bájala, hablemos.
-No, no soy tan tonto.
-Nunca dije que lo fueras.
-Pero dejé que me hicieras esto -apretó los ojos con fuerza antes de abrirlos una vez más- me convertiste en esto.
-No es así, no es lo que quise para tí, para nosotros.
-No mientas -susurró antes de gritar- ¡no mientas!
-No estoy mintiendo, baja el arma y hablemos, deja que te explique.
-Ya es un poco tarde ¿no? -los ojos se volvieron acuosos- ¿Sabes el tiempo que esperé por tí? Me prometiste que me encontrarías, ¿lo recuerdas?
-Lo sé...
-Pensé que volverías por mí, y todos esos meses confié en tí, me dije que solo estabas esperando el momento oportuno, que me buscarías.
-No pensé que...
-¿Qué sería tan idiota? -el arma tembló en su mano- si, si lo fui, y me mentí a mi mismo porque necesitaba que algo fuera real.
-Lo fue, todo el tiempo, todo este tiempo.
-No -negó con la cabeza, las primeras lágrimas cayeron- me dije que tenía que mentir para protegerte y dejé mi vida para poder hacerlo, me convencí de que me amabas y encontrarías la forma de volver a mí.
-Saint...
-No tengo vida, estoy preso dentro de cuatro paredes, cada paso que doy controlado por mi familia, y lo soporte todo, me dije que si aguantaba lo suficiente, te daría tiempo.
-Juro que no...
-No jures -la voz bajó unas centésimas, como si costara que le saliera de la garganta- no lo hagas porque todo suena a mentira...
-Saint -intentó una vez más- no es mentira, tienes que escucharme.
-Estaba tan enamorado de tí -continuó, el arma por lo menos ya no apuntaba a su pecho- y ahora se que es enfermo y ridículo, algo así como ¿un síndrome de Estocolmo?
-No es así.
-Me convencí de que me amabas y te esperé, aún cuando cerrando los ojos podía verte apuntándome con un arma, seguí creyendo en tí.

Observó como bajaba la cabeza entre los hombros, el arma se movía de un lado al otro apuntando mucho más abajo.

-¿Y cuando te vi otra vez en la empresa? -negó con la cabeza- todo cayó en su lugar.
-Saint, no es lo que piensas...
-Pero no voy a dejarte ¿sabes? No voy a permitir que arruines a mi familia.
-¿Crees que matarme ayudará a tu padre, a tus hermanos?
-Por lo menos no habrás ganado...
-¿Quiéres que te vean preso?

Negó una vez más, el rostro se veía congestionada, la nariz goteaba y su boca era una mueca cruel y triste. Vio como el arma se balanceaba mientras intentaba abrazar su propio cuerpo.

-No te imaginas lo difícil que es fingir todo el tiempo, día tras día.
-Ya no tienes que hacerlo -dio un paso en su camino- dame el arma Saint.
-Ellos me aman, pero piensan que soy un idiota.
-Nadie piensa eso.
-Si -susurró- y que te haya creído todo es la prueba.
-No amor, no...
-Si... soy el mayor de los tres, pero para mis hermanos no soy más que un niño estúpido
-Sólo buscan protegerte, te aman demasiado.
-Soy una carga.

Avanzó otro paso, el alma desesperada por alejarlos del peligro y tomarlo en sus brazos.

-Por favor...
-Solo dime, Perth..., ¿valió la pena?
-Nada vale la pena.

El cuerpo de Saint se movía con una energía extraña, mezcla de resignación y dolor, los brazos de un lado al otro.

-El día que me ayudaste, luego del bar -dibujó una mueca- ese día entendí que no había vuelta atrás para lo que sentía... y cuando desperté en el hospital, ¿sabes lo que escuché? -negó con la cabeza- fue tu voz, hice lo que me pediste, dijiste que te esperara.
-Si.
-Pero nunca me buscaste.
-Si me escuchas...
-No puedo, porque si lo hago, voy a creer en tus mentiras.
-No voy a mentirte.
-Estoy muy cansado Perth -dejó caer la cabeza- demasiado.
-Lo siento amor...

El cuerpo del castaño comenzó a moverse en su sitio a causa de los sollozos que no podía controlar. Cayó de rodillas y dejó el arma a un costado para poder sostenerse.

-Quiero que todo termine, pero soy tan cobarde, tan enfermo que no puedo delatarte, ni siquiera sabiendo que quieres destruirnos.
-No es así Saint -se posicionó frente a él- iremos juntos, hablaremos con tu familia.
-Estaba aterrado -limpió la nariz con la manga del swetter- por un tiempo pensé que te habían matado.

Escuchó el llanto, todo el cuerpo tenso en la necesidad de abrazarlo, de sostenerlo una vez más, darle consuelo y devolverle la paz que le había arrebatado.

-Saint -se acercó tanto que extendiendo la mano podía tocarlo, aunque no lo hizo- nunca, nadie más va a hacerte daño.
-Perth... -los ojos lo miraron con tanta tristeza que la sintió en los huesos- nunca nadie me hizo tanto daño como tú, ni la muerte de mi madre, ni el dolor de mi familia, y solo... solo quiero que se termino todo de una vez.

En la quietud del departamento, en el silencio de las primeras horas de la madrugada, lo único que podía pensar era en cuanto se arrepentía de cada acción, allí se odiaba tanto como odiaba a Mark y a su hermano por alguna vez haber empezado el círculo que hoy los había traído hasta aquí. Mientras miraba la piel translúcida de Saint manchada por las lágrimas y el arma abandonada a un costado, los pensamientos sobre cada error cometido ocuparon el espacio entre ellos, cada paso lo había llevado a este momento donde no había más que un dolor tan fuerte que era palpable.
Permanecieron allí, tan cerca que su respiración se mezclaba y tan lejos como el día que lo dejó en un charco de sangre, el tiempo detenido a su alrededor.

-Dime Perth -sus pupilas se clavaron en él- ¿Porqué volviste?

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