¿Cuantas veces hemos deseado repetir las cosas y hacerlas de la manera correcta?
¿Poder evitar que eventos desafortunados no pases?
¿Poder cambiar algo que no te gusto?
Estas son preguntas que jamas pasaron por la mente de nuestro protagonista.
Pens...
A excepción de Rias e Issei, quienes nos estaban con el resto del grupo; miraron que frente a ellos estaba un enorme dragón de color rojizo opaco. Este se encontraba parado en dos patas mientras miraba de manera desafiante a los demás.
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Kiba: Akeno-san, ¿Qué hacemos?
Akeno: Debemos de estar atentos—comento la chica mientras su ropa cambiaba de estilo a la de la sacerdotisa—Tomare el mando de Rey por la ausencia de Rias, así que Kiba, Koneko y Xenovia, estarán al frente de la batalla.
Los chicos asintieron y sacaron ya sea sus espadas o en el caso de Koneko, sus rasgos Yokai y se colocaba sus guantes de pelea.
Akeno: Rossweisse, tú y yo haremos ataques a distancia—la peli plateada asintió—Gasper cuidará de Asia, ella como la sanadora deberá de curarnos en caso de caer—la chica miro a los demás—Quedo claro.
Club de lo oculto: Si Akeno-san.
Los demás estaban listos al ver como el dragón se acercaba cada vez más a ellos, pero las dos chicas que venían con ellos también se pusieron al frente de batalla.
Akeno: Murayama-san, Katase-san, por favor regresen no se vaya a-
Murayama: No Akeno-san, les ayudaremos también—la chica saco su espada con el alma de dragón que tenía en ella—nosotras también estamos listas para esto.
Katase miro a su amiga e invoco su propia arma.
Akeno: No tengo de otra—se dijo a sí misma al mirar la determinación de ambas chicas—bien estén listos para el primer ataque.
Sin dudarlo aquel dragón lanzo su primer aliento de fuego hacia los chicos, quienes esquivaron de un salto hacia atrás, mientras una barrera nórdica era colocado frente a ellos.
Rossweisse: No se preocupen, yo los mantendré a salvo—comento la chica mientras lanzaba rayos de color azul de sus manos.
Kiba: Murayama-san por favor ayúdeme.
Murayama: Claro.
Ambos chicos salieron corriendo del sello de protección de Rossweisse, donde Murayama tenía en su mano su espada, la cual comenzó a tomar un color más blanco que la misma nieve, esta tenía un gran brillo.
