Capítulo dos

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2010

Baekhyun dejó caer la cabeza contra el pupitre. Odiaba la escuela, pero más odiaba a Stephanie que no dejaba de meter ruido con su nuevo teléfono.

—Y cuando lo levanto despliega un teclado, ¿no es genial?

Lo decoró, la había escuchado decir. Pero a él no le interesaba un computador miniatura pintado de rosa y con miles de colgantes atascados a él ni lo lindo que lucía el novio extranjero de ella en su fondo de pantalla.

Baekhyun estaba más preocupado de cómo escapar a la hora de salida.

Todo se había ido a la mierda esa misma mañana.

Eran poco después de las siete cuando Park Chanyeol salió del costoso automóvil que sus padres habían destinado específicamente para que lo llevaran desde casa a la escuela, con el uniforme hecho a mano traído desde Italia y sonriendo de manera que podía tener a medio mundo comiendo de su mano.

La arrogancia era su fuerte, muy probablemente porque había nacido con la cuchara de oro metida en el culo.

A la par que Chanyeol llegaba, Baekhyun atravesaba el corredor principal con una tranquilidad preocupante, cuidando cada paso que daba al mismo tiempo que recitaba de memoria sus notas de estudio y quizás ese fue su error: creer que todo lo que hacía para no chocarse con nadie era suficiente. Porque Chanyeol siempre esperaba a que el resto se corriera a un lado cuando el transitaba.

Era una lástima no tener ojos en la espalda.

Chanyeol lo lanzó contra una estantería con clara intención. De haber sabido que se trataba del insoportable capitán del equipo de beisbol, hubiera evitado crear un escándalo. Pero lo había empujado de vuelta con la poca fuerza que tenía un miércoles por la mañana después de haberse quedado toda la noche leyendo una novela.

Enfrentar a Chanyeol era una sentencia de muerte y Baekhyun había cavado su propia tumba.

«Nos vemos a la salida» fue lo que Chanyeol dijo. Había usado un tono amenazante y escupido en el proceso mientras lo sostenía por el cuello de la camisa con la intención de no dejarlo escapar.

Aturdido por la situación, Baekhyun se quedó unos minutos a la espera de que su corazón latiera con la misma calma de siempre, volviendo a sus sentidos con el sonar de las campanadas. Con las piernas gelatinosas avanzó hasta el salón percatándose de las risas juguetonas que lanzaban los del equipo de beisbol mientras, probablemente, hablaban sobre él.

Estuvo toda la mañana preocupado y se escondió dentro del salón durante el almuerzo, con la frente palpitante por el cabezazo que él mismo quiso darse minutos atrás.

Es que era un tonto. Si su padre lo repetía todo el día, algo de verdad debía tener sus palabras.

Jongin se sentó junto él, ofreciéndole una caja de leche que había tomado de más en la cafetería.

—Te van a partir en dos hoy, hermano. ¿Quieres que te acompañe?

Si bien no eran amigos, el moreno era uno de los pocos que se acercaba a Baekhyun para entablar más que conversaciones banales, genuinamente interesado por lo que sucedía dentro de la cabeza del más inteligente de la clase.

Baekhyun aceptó la caja de leche con una mueca, quiso sonreírle como muestra de agradecimiento, pero la verdad es que en sus entrañas existían unas ganas terribles por vomitar el desayuno. Pensando en sí mismo, su integridad y las ganas que tenía por seguir viviendo después de que terminara ese día de escuela, iba a saltarse la clase de deportes para no ser masacrado por Chanyeol en el balón prisionero.

Class of 2010Donde viven las historias. Descúbrelo ahora